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Plazoleta Ricardo Gutierrez

Ricardo Gutiérrez: (1836-1896), médico y poeta; creador del Hospital de Niños y su director desde 1875 hasta el día de su muerte; precursor de la medicina psicosomática; autor de La fibra salvaje, Lázaro, La victoria y El misionero.

Cursó los estudios en el Colegio Nacional de Buenos Aires y fue alumno de Amadeo Jacques. Se inscribió en la Facultad de Derecho, pero terminó graduándose en la escuela de Medicina. Debió interrumpir sus estudios para alistarse en el ejército a las órdenes del general Bartolomé Mitre para combatir en la batalla de Cepeda y en la de Pavón.
Ya en el medio convulsivo que siguió a la caída de Rosas y precedió a la batalla de Pavón, hizo sus primeros ensayos literarios, completando después fragmentariamente su obra: su más alta producción poética perteneció a su primera juventud. Fue "el poeta de la tristeza y de la piedad", y "en la monotonía que algunos le achacan, hay admirable unidad de inspiración".
A los 22 años se hizo conocer en las letras por haber escrito "La fibra salvaje", al que le siguieron "Lázaro", "El libro de las lágrimas" y "El libro de los cantos".
Participó desde 1865 y por cinco años en la Guerra de la Triple Alianza, organizando los servicios sanitarios. Los países aliados lo condecoraron por su honroso comportamiento.
Se destacó también en la lucha contra las epidemias de cólera (1867 y 1877) y de fiebre amarilla (1871). En este último año emprendió un viaje de perfeccionamiento a Europa becado por el gobierno. Se especializó en enfermedades de niños, considerándosele uno de los primeros especialistas en Argentina.
Impulsó la creación del Hospital de Niños de Buenos Aires, que desde 1946 lleva su nombre, asumiendo su dirección al regresar de Europa tres meses después de su inauguración. Estuvo en ese cargo hasta que murió 25 años después. "Médico genial, de un prestigio único en nuestro país, su dedicación a los niños desvióle del arte". Se lamenta Argerich: "¡Lástima que no haya escrito el poema de la enfermedad, de la agonía o de la salvación del niño, dejándonos el más punzante y el más hermoso de los cantos!".
En 1879 fundó junto a sus hermanos La Patria Argentina, donde publicó en folletín la novela Cristian (1880), exaltación de su romanticismo amoroso.

Ubicada entre las calles Bolivia, Rivas y Ricardo Gutierrez
(Villa del Parque)
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Plazoleta Ricardo Gutierrez

Plazoleta Ricardo Gutierrez

Plazoleta Ricardo Gutierrez

Plazoleta Ricardo Gutierrez

Plazoleta Ricardo Gutierrez

Plazoleta Ricardo Gutierrez

Referencias

El misionero de Ricardo Gutierrez
El ilustre poeta argentino canta al sacerdote católico y exalta su hermosa labor de caridad y sacrificio, haciendo al mismo tiempo resaltar los grandes beneficios que le debe la civilización, especialmente en los países de la América Latina, en los cuales el Misionero fue de los más animosos y abnegados agentes difusores de la luz y del progreso.

Cuando el mundo pasado
La órbita del Olimpo recorría 
En un cielo sin Dios, desamparado; 
Cuando la ciencia idólatra mentía,
Y el arte corrompido blasfemaba,
Y en el estruendo de perpetua orgía 
La miserable humanidad rodaba... 
Abrió la Cruz sus descarnados brazos, 
Con su gigante sombra cubrió el suelo,
Y el hombre en ella al estampar sus pasos 
Sintiendo al Dios que el Universo encierra, 
Alzó la frente al cielo 
¡Y cayó de rodillas en la tierra!

¡Así la humanidad fue redimida, 
Así el Cristo en la Cruz cambió su suerte; 
Así desde el espanto de la muerte 
A la inmortalidad alzó la vida! 
Desde el polvo del hombre hasta Dios mismo
Sólo la Cruz alcanza: 
¡Ella es la tabla en que salvó el abismo 
Desde la tierra al cielo la esperanza! 
Las creencias pasan, la razón vacila. 
El ideal del arte se transforma;

La estirpe humana misma 
Girando en el perpetuo torbellino 
Donde la guía el resplandor divino.
Acercándose a Dios cambia de forma.
La ciencia balbuciente 
Llama al dintel de la verdad en vano.
Sin encontrar siquiera 
La ley que rige la materia inerte, 
¡Y enciende el pensamiento soberano. 
Que en la frente del hombre reverbera 
Como diadema del linaje humano!

¿Qué ha sido de la espada, 
Qué ha sido del poder y de la gloria 
Con que la España deslumbró la historia 
Al pisar en la América ignorada?
¡Lo que fue de la estela 
Que en las olas del mar dejó el sendero
De la audaz carabela 
Que guió de Colón la fe cristiana! 
¡Sólo quedó la cruz del Misionero 
Abrazando la tierra americana!

Con júbilo profundo 
Lo ve la mente que la ciencia absorbe, 
Lo escucha el alma en su esperanza tierna: 
Todo pasa en el mundo, 
Todo cambia en los ámbitos del orbe: 
¡La Cruz sólo es eterna!

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Hombre mortal que brillas
En la aureola de Dios como una estrella, 
¡Yo soy el Fraile que en tu burla humillas. 
Yo levanto la Cruz... yo muero en ella!...
Yo soy su misionero. 
Yo soy su combatiente solitario; 
¡Todas las sendas sobre el mundo
entero Son para mi la senda del Calvario!

Soy el hijo proscrito
De la familia humana, 
¡El hogar de la paz y la alegría 
Se cierra para siempre al alma mía.
Que ata el lazo bendito 
Que el padre al hijo ligará mañana!

En la cuna inocente 
Donde tú ensayas tu primer respiro. 
Pongo el sello de Dios sobre tu frente;
Y en el lecho doliente 
Donde exhalas el último suspiro
De la vida precaria,
¡Yo aliento tu partida, 
Te enseño el rumbo de la eterna vida 
Y te levanto al cielo en mi plegaria!

Cuando tu pecho late 
Bajo la noble cota del soldado, 
Yo te sigo a la brecha del combate
Con la sandalia de mi pie llagado;
Y entre el humo y la sangre y la metralla 
Que ocultan a los cielos tus despojos, 
¡Te hago besar la Cruz en la batalla 
Y te cierro los ojos!

Y yo también en la existencia triste 
¡Soy soldado de Cristo sobre el mundo!... 
Bajo la saya que mi cuerpo viste 
Llevo el arma divina, 
Llevo la Cruz sagrada 
Que las tribus caribes ilumina: 
¡La Cruz, más poderosa que la Espada!

La Cruz, que guarda en el hogar paterno 
La fe sublime en que tu amor reposa; 
La Cruz, donde repite el niño tierno 
La oración de la madre y de la esposa; 
¡La Cruz, que en el regazo 
De la sagrada tierra 
Que las cenizas de tu padre encierra, 
Cubre tus hijos con su eterno abrazo!

Cuando las hordas bárbaras rugieron
Y a la sombra de Atila se lanzaron.
Y a la espantada Europa sorprendieron,
Y entre sus propias ruinas la abismaron.
El Fraile moribundo, 
Hasta en las Catacumbas perseguido, 
Salvó en las Catacumbas escondido
El progreso del mundo; 
¡La ciencia, el arte, la verdad, la historia. 
La civilización, que alza en su huella
El hombre hasta la gloria, 
Al resurgir la Cruz renació en ella!

¿Qué fue un tiempo tu mansión paterna. 
Qué fue el hogar donde tu amor sonríe,
Qué fue tu patria entera 
Donde hoy sus pasos el progreso estampa?... 
Antes de alzar mi cruz, ¿sabes lo que era? 
¡El salvaje desierto de la Pampa!

¡Yo caigo en él! ¡Soy el primer cristiano 
Que recibe del bárbaro la flecha,
Y abre en sus hordas la primera brecha
Al pensamiento humano! 
¡Y sobre el rastro de la sangre mía 
Con que el desierto indómito fecundo, 
Tiende la libertad la férrea vía 
Por donde cruza el porvenir del mundo!

¡Yo caigo en él! ¿Qué pierdo
En la vida de glorias rodeada 
Cuando la muerte mi pupila cierra?... 
¿Qué puede sollozar en mi recuerdo? 
¡El pedazo de piedra 
Que me sirvió de almohada,
Y el mendrugo de pan con que la tierra
Alimentó mi paso en mi jornada!
¡Sobre la huesa mía 
En el mundo feliz, sólo un lamento 
Viene a llorar sobre la noche umbría...
El gemido del viento!

Caigo bajo la Cruz con que combato 
Por la gloria del hombre eternamente...
Y ahora, mundo ateo, mundo ingrato,
¡Escúpeme en la frente!

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Fuentes consultadas: Ricardo Gutierrez

 

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