clasificacion por barrios

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CHACARITA

COGHLAN

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FLORESTA

LA BOCA

LA PATERNAL

LINIERS

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MONTE CASTRO

MONTSERRAT

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NUÑEZ

PALERMO

PARQUE AVELLANEDA

PARQUE CHACABUCO

PARQUE CHAS

PARQUE PATRICIOS

PUERTO MADERO

RECOLETA

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SAAVEDRA

SAN CRISTOBAL

SAN NICOLAS

SAN TELMO

VELEZ SARSFIELD

VERSALLES

VILLA CRESPO

VILLA DEL PARQUE

VILLA DEVOTO

VILLA LUGANO

VILLA LURO

VILLA GRAL. MITRE

VILLA ORTUZAR

VILLA PUEYRREDON

VILLA REAL

VILLA RIACHUELO

VILLA SANTA RITA

VILLA SOLDATI

VILLA URQUIZA


ÍNDICE


MENSAJES


 
plazas del gran buenos aires  

PLAZAS DE  SAN MARTÍN

PLAZAS DE 3 DE FEBRERO

PLAZAS DE   SAN ISIDRO

PLAZAS DE VICENTE LOPEZ

PLAZAS DE SAN FERNANDO

 

EL ERIAL
Constancio C. Vigil


2
PARÁBOLAS

3

LA CONGOJA

Aquel hombre quería ahondar en los dolores del mundo, para disminuirlos; aquilatar
sus goces, para multiplicarlos. Atravesó los campos y las ciudades; oyó rugir las arenas
del desierto y sollozar al océano; comprendió el gesto de la montaña y el silencio de
la tierra.
Anduvo tanto que sus piernas temblaban cada vez que se disponía a caminar más.
Y, ya blanca la cabeza, volvió a su patria, llegó a su pueblo y penetró en su casa.
Pero la gente supo su venida, y pidió a gritos lo que había aprendido para mejorar la
vida.
Salió y la muchedumbre lo empujó hasta una altura. Allí todos le veían, y de todos
seria oído.
Las manitas crujían entre las manos nerviosas de las madres y los hombres dilataban
el pecho, para no respirar seguido. En los árboles había racimos de muchachos. Las
viejas, sobre las puntas de los pies, parecían mozas, y las mozas tenían aire de viejas.
Habló… ¿Qué voz era aquella? ¿Qué idioma hablaba aquel hombre, que no era de
ningún pueblo de la tierra?... Una voz rara, extraña, dolorosa; con sonido de bronce y
de cristal; que recordaba todo; pero que nadie entendía.
¡No era el tiempo de entenderlo; no estaban aún preparados para recibir la verdad
que habría de redimirlos!
El hombre, entonces, dejó caer bruscamente la cabeza sobre el pecho y sintió que
toda aquella multitud, sin comprender una palabra, lloraba.

EL SEÑOR

Inclinado sobre la Tierra vio el Señor que los vecinos de una aldea iban en fila como
apresuradas hormiguitas hacia el templo.
Descendió y poniéndose ante ellos dijo:
--¡Deteneos!... No todos me encontraréis en donde vais a buscarme.
--¡Señor! –Exclamó un aldeano.- No entiendo eso; vamos a tu casa.
--No entiendes, por que tus bueyes no pueden explicártelo; más sufren hambre y sed,
y junto a ellos te aguardo.
--¿También lo dices por mí? –preguntó una mujer.
--También por ti, que cada hora inventas un pretexto para abandonar a tu pequeño
hijo. En él me encontrarás.

4
--Verdad es –observo un hombre. —Mejor haría en no privarlo de la ternura
maternal.
--Y mejor harías tú –dijo el Señor—si aprendieras a amarme mostrando gratitud
hacia tus ancianos padres.
Al escucharlo, muchas de las hormiguitas se volvieron, decididas a cumplir su deber, y
hallaron al Señor en su propia casa, y sintieron que les colmaba de dulzura el
corazón.

UN NEGOCIO

Dormitaba Caín en la caverna de la ignorancia y oyó decir con voz bronca:
--¡Levántate, Caín!
Salió Caín y preguntó:
--¿Qué pasa?
--Que has de venir con nosotros.
--¿Adonde me llevaréis?
--A la guerra. Te daremos un fusil y matarás a todos los que puedas.
--¿Quiénes son?
--Tú no los conoces, estarán muy lejos.
--Y ellos, ¿Qué harán?
--Ellos querrán también matarte a tí. Si lo consiguen, paciencia.
--¿Y si salgo con vida?
--Entonces gozarás con el regreso a tu casa.
--Ya estoy en ella. ¿No es esto estúpido?
--No, Caín, no lo es. Fíjate cuántos lo aceptan y con furioso entusiasmo.
--Bueno. ¿Y qué me daréis?
--Te lo hemos dicho: Un fusil.
--¿Nada más?
--¡Vamos, hombre, decídete! Si por tus actos de arrojo te haces digno de ella,
recibirás una medalla con una cinta para que te la cuelgues sobre el pecho.
--¡Ah, bueno! Eso y es otro cantar… ¡Venga el fusil!

5
PADRE E HIJO
(Atribuido León Tolstoi) N.E

Padre, como tú me dijiste, así lo hice. Compré primero el carro, un hermoso, sólido
carro de cuatro ruedas, y la yunta de caballos adiestrados; luego, compré las diversas
provisiones, tu poncho de vicuña, todo lo demás, hasta llenar el carro. Y todavía me
sobró la mitad del dinero.
--Compraste bien, hijo mío.
--Partí, pues, de regreso. Al salir del pueblo, pasé delante de una miserable choza.
Cinco hombres sacaban de allí un muerto. Me detuve. En medio de la pieza vi a una
infeliz mujer con los brazos cruzados. Numerosas criaturas agrupábanse a su lado y
se abrazaban a ella. Todos lloraban, menos la más chiquita, que me miró fijamente.
Comprendí. Me puse de pie y desde lo alto arrojé dentro el resto del dinero… La
viuda se inclinó a recogerlo.
Por la barba del viejo cruzó furtivo un estremecimiento.
--Reanudé la marcha –siguió diciendo el hijo. —Un pobre hombre que temblaba de
frío me tendió la mano. Le di el poncho. Después encontré un grupo de muchachitos
descalzos… No pude menos que entregarles la caja de los dulces.
El viejo miro al suelo para dejar caer una lágrima.
--Al pasar por aquel bello monte de álamos que hay a la derecha de los cerros, los
pájaros piaron desesperadamente. Abrí la jaula. No lo pude resistir. Fui dejando
después, a lo largo del camino, las demás provisiones. El sillón… lo di a una pobre
inválida. El perro… Lo regalé a un ciego… Todo lo di, padre mío, y por último el
carro, ya vacío, lo necesitaba Juan, aquel Juan de la casucha de lata y de madera, que
me mostró a sus hijos, su terrible lucha, su huerta tan bien cultivada, cuyos productos
llevaba el infeliz marchando a pie por el largo camino, con la pesada carga… Veo
que lloras, padre…
--¡Tu corazón es grande y generoso!
--Pero mi proceder!... ¡Perdóname, padre mío!
--Tu proceder es el de un rey, si alguno existe que merezca serlo. Mi llanto es de
alegría, una alegría tan viva que no podrá atravesar mi corazón sin desgarrarlo…
Apresúrome a dar gracias a Dios, por que tú, ¡oh dicha inmensa!, eres mi hijo.

6

LAS SÚPLICAS

Nosotros querríamos algo que nos permitiera extraer de la tierra los frutos que
deseáramos; vivir sobre el suelo tan abrigados como en una caverna; poder desafiar e
lfrió sin helarnos y el fuego del verano sin que nos tueste la piel. Querríamos emplear
las energías para disminuir las privaciones y acrecentar nuestros goces.
El Señor les dió el trabajo.
Volvieron otra vez a su presencia y dijeron:
--Todo cuanto nos has dado vale mucho, pero a veces sufrimos enfermedades, y tu,
¡oh, Señor!, que todo lo sabes, enséñanos algo que purifique nuestra sangre, cure
nuestras llagas y nos preserve en lo posible del mal; algo que se halle al alcance del
sabio y del ignorante, del opulento y el mendigo, y que no se acabe nunca.
--Mucho pedís –dijo el Señor sonriendo dulcemente;-- pero quien tanto pide aca_YU_YU\YUFYU_YU_YU@_YUcaron:
--Inmensa, oh Padre, es nuestra gratitud; mas ya que todo lo puedes, danos algo que
nos anticipe el porvenir, pues nuestra permanencia aquí en la tierra es muy breve; que
haga visible lo invisible, pues es muy poco lo que alcanzan nuestros ojos; que nos
permita transmitir la propia vida a lo que carece de ella, ya que nuestro poder es tan
limitado; algo, en fin, que propague las vibraciones de un alma a otra, y así, en su
corta existencia, podrá el hombre vivir muchas excelsas vidas.
El Señor sonrío de nuevo. Las almas encarceladas en este mundo tentaban el cerrojo
de la prisión; presentían los misterios de la eternidad.
Entonces les dio el arte.

LA CARIDAD

Una señora muy rica deseaba practicar la caridad en una forma bien amplia y
eficiente. Después de reflexionarlo algunos días, resolvió aconsejarse de un hombre
renombrado por su sabiduría y buen corazón.
Oyó éste encantado los propósitos de su visitante.
Aclaró que no debe pedir consejo quien se reserva la decisión, por lo cual él se
limitaría a dar su parecer y se expreso así:

7
--Hay una caridad, de primer grado, a la cual todos estamos obligados. Consiste en
evitar que el prójimo padezca por nuestra culpa. La sencillez y la sobriedad, por
ejemplo, inducen a imitarlas y disminuyen el dolor de la especie, mientras la vanidad,
la gula, la ostentación, el lujo lo acrecientan. Luego, no hay que olvidar que la buena
caridad empieza por los que están más cerca; entre ellos, los más humildes servidores.
La caridad suprema de una madre es consagrarse a asegurar la salud física y moral del
hijo. Todo esto cumplido, si aún se puede más, es permitida la caridad en otras
esferas.
--He pedido –exclamó la señora—una opinión para emplear mi dinero en buenas
obras y no que me aconseje sobre mi vida.
--Yo creí señora –repuso el hombre de buen corazón--, que se trataba de la caridad y
del amor a los que sufren; pero advierto que la duda consiste en lo que se ha de hacer
con el dinero. En tal caso, corresponde el consejo de un hombre de negocios.
Prometió ella reflexionarlo nuevamente. Es lo que hace ahora.

LA CASA CERRADA

En aquel triste camino, a través de la sierra desolada, solo existía una vivienda
humana. Su puerta tenía la forma de un corazón.
Cuando en las tardes ardientes del verano preguntaban: “¿Será preciso derribar esta
puerta para beber un poco de agua?”; cuando en la noche oscura, en la que ni una
estrella miraba el planeta, decía un transeúnte extraviado: “¿No hay aquí un cristiano
que por temor de Dios, siquiera, se conduela del prójimo y le hospede hasta el alba?”;
cuando un viajero opulento consultaba: “¿Cuánto dinero es preciso para franquear
este umbral?”, sólo el viento con sus gruñidos respondía.
Y así pasaban los años y los viajeros odiaban cada vez más la casa y al morador.
Vino por fin un bandido cuyos crímenes atemorizaban a la comarca y dijo:
--Tengo hambre, mucha hambre, y me persiguen. Déme un pedazo de pan el que aquí
vive y que no me conoce.
Y aquella puerta que nunca se apiadaba y que a nadie temía, siempre cerrada a las
amenazas y a las dádivas, se abrió de par en par.

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LOS DESCONTENTOS

Aquellos eran los que siempre se quejaban por la distribución de los bienes naturales.
Tan continuas y airadas eran sus protestas, que fueron conducidos a la presencia de
Dios.
Ante la Divina Majestad repitieron sus quejas y declararon que casi todo se les había
dado a los irracionales y poco a la humanidad.
Por lo cual Dios les concedió el derecho de apropiarse libremente, en aquél mismo
día, de las cualidades de los irracionales que quisieran.
Apresuráronse los descontentos a usar de tal franquicia y tomaron de la abeja el
aguijón, del sapo el poder inflarse, de la hormiga la avaricia, de la lechuza el chirrido,
del zorro la astucia, del elefante la venganza, del asno la gravedad, de la víbora el
veneno.
Y así quienes no vieron en su ignorancia la misericordia de Dios, buscaron más dolor
y lo encontraron.

LA VERGÜENZA

El apesadumbrado marido le confesó a un amigo:
--Mi mujer ya no me quiere como antes, y esto me llena de vergüenza.
--¡Bah! –Contestóle el amigo.- la culpa de tu mujer no puede caer sobre tí.
El marido no se dio por satisfecho y repitió a otro amigo la causa de su amargura.
--Alabo tu perspicacia –dijole este,-- que te permite evitar el deshonor. ¡Abandónala,
pues que aún estas a tiempo! ¡Quédate solo y con tu dignidad!
Pero tampoco esta vez quedó el marido libre de su carga, y a un tercer amigo le
confió su secreto. El cual después de oírlo, permaneció callado.
--¿Nada me dices? –Exclamó el afligido.-- ¡Pésame haberte molestado!
--Pienso –repúsole—que aquel hombre que adoraba tu mujer cuando erais novios es
el que ella ama todavía y amará siempre. Ella es la misma, y su alma estará de novia
mientras viva; pero tú has estrujado con tus groseras manos la mas bella y fragante de
las flores… ¡Tienes sobrada razón para afligirte! ¡Esto es una gran vergüenza para tí!
El marido se sintió libre de su carga; abrazó al amigo fiel, y, al llegar a su casa, gritó
desde la puerta:
--¡Novia mía! ¡Esposa mía! ¡Mira las lindas rosas que te traigo!... ¡He venido
corriendo para besarte más pronto!...

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LO MAS DIFICIL

Al cabo de muchos años de afanosos esfuerzos había logrado descubrir una verdad
beneficiosa para sus semejantes. Pero cuando el amigo lo felicitó por su conquista,
vió sus ojos velados por el dolor.
--¡Cómo! –Exclamó el amigo sorprendido.-- ¡Triste, tú, tan luego ahora!
--Es que ahora –repuso el pensador—me falta descubrir lo más difícil: el modo de
que la gente acepte esa verdad… ¡Y ya soy viejo para poder evitar que ella sea como
una hija que muere con su padre!

LO INVISIBLE

Estoy solo, nadie me oye –pensó el hombre.
Pero él sentía que alguien lo escuchaba.
--Robaré esto –propúsose cierta vez. —Ahora no me ve nadie.
Pero él sabia que alguien, sin duda alguna lo miraba.
--Lo engañaré –dijo en otra ocasión. —Nadie podrá desmentirme.
Pero estaba seguro de que alguien lo desmentiría.
--¡Mataré a mi enemigo! –exclamo un día enfurecido.
Pero alguien trabó sus manos con manos más poderosas que las suyas.
Y así fue cómo el hombre supo que tenía espíritu.

LOS HÉROES

Volvía el trabajador, a través del vasto campo, de su penosa jornada, y con la misma
mano sostenía su azadón apoyado en el hombro y una pequeña bolsa con monedas de
cobre. Allá, a lo lejos, delante de su choza, el viejo árbol familiar movía las ramas
llamándolo.
Un bizarro militar se detuvo ante él, y le dijo:
--Yo soy el que está pronto en todo tiempo para defenderte de los que te atacaren.
El trabajador le dió parte del dinero.
--Amigo –dijole el médico. —no te olvides de mí: soy el que te defiende de la
muerte.
El trabajador pagóle lo que le reclamaba.
Venía por el mismo camino el sacerdote y le pidió su dádiva para las obras del
templo.

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--Soy –dijole luego el político—quien vela por tu seguridad, quien vigila la equitativa
distribución de las riquezas, quien estudia el pasado, el presente y el porvenir, para
aumentar tu bienestar. Contribuye.
El trabajador dejó caer la azada y se cruzó de brazos, y el político tomó lo que juzgó
conveniente.
Faltaba aún el propietario de la tierra, el cual revisó la bolsa y la devolvió, dejando en
ella lo que supuso que bastaba. El trabajador recomenzó pesadamente la marcha.
Llegó, al fin, a su choza. Entregó a su compañera lo que restaba del dinero y tocando
una a una con la tosca mano las hirsutas cabezas de sus hijos, se inclinó sobre la cuna
del más chiquito que dormía, lo contempló un momento, y, serenado de pronto, lo
besó.
--Demos gracias a Dios –dijo al sentarse a la mesa.—El patrón me ha hablado hoy...
Me ha declarado que está contento de mí y que por este año no me faltará trabajo. –
Y endulzó con su sonrisa el negro pan que cortaba.
Sonrió más dulcemente aún su mujer, rugosa y requemada como el pan, y dijo:
--No te preocupes, querido. Yo también, llegando el caso, podría trabajar en algo…

EL REPARTO

Un hombre alcanzó la suma del poder de su nación, y apesadumbrado de las miserias
que veía, cifró su felicidad en lograrla para sus compatriotas.
Meditó todo lo que haría, y decidió que se le entregaran todos los bienes materiales
para repartirlos. Así se hizo, se distribuyó con extremada equidad entre todos, y
suponiendo cumplida su misión, se alejó del país.
Pero pronto volvieron las desigualdades y aflicciones, y anhelaron el regreso de quien
les prometiera la felicidad.
Por fin un día entró en la capital un pobre viejo encorvado, y ante la ansiosa
muchedumbre, habló de esta manera:
--Al repartir las cosas, creí haceros iguales y dichosos, y no hice más que perturbar las
leyes de la vida, que dan la compensación a cada esfuerzo, que empujan al indolente,
que liman con el dolor las asperezas, que restablecen la justicia, a través de aparentes
contradicciones… Y ahora estoy nuevamente entre ricos y pobres, amos y esclavos,
sinceros y traidores, laboriosos y haraganes, ingeniosos y torpes, sangradores y
desangrados.
Y juntando las manos cual si rezara, exclamó:
--¡Los verdaderos bienes no pueden ser repartidos! ¡Nadie cambiará vuestro destino,
sinó vosotros mismos! ¡Conseguid por vuestro propio esfuerzo la inteligencia y la
virtud, y entonces seréis iguales; entonces, sí, tendréis toda la felicidad posible en este
mundo.

11
ALICHARAN

La clientela era tan pobre, que únicamente en su amor se fiaba Alicharán para
asistirla.
En su primera visita de aquella mañana, al disponerse a indicar el tratamiento, vió que
la esposa del enfermo le hacia una seña.
--Doctor –le dijo en voz baja. —estamos sin dinero; ¿Qué ordenará usted? Solo
tengo aceite.
--Eso es lo que conviene –contestó. Y le dio la manera de aplicarlo.
En la segunda visita, los pacientes le advirtieron:
--Nada tenemos. ¿Quizá servirá la sal?
--Con ella curaremos al enfermo –repuso Alicharán.
En otras casas ni siquiera poseían tales substancias, y había que recurrir a la tierra, al
agua, a la ceniza, a las hojas de las plantas.
Así todos los días, y todos los días curaba.
Era un médico sabio Alicharán; pero no se supo entonces, no se sabe quizá hoy, que
era lo mas grande en él, si la bondad o la sabiduría.

LA SANTA

Después de haber andado mucho, y ya en el linde del cielo, vió a un anciano
luminoso. Y el anciano le preguntó:
--¿Qué buscas, mujer?
--Alivio para el dolor de mis hermanos, ayuda para que alcancen la felicidad.
--Ellos debieran venir, no tú, a buscarlo.
--Los pobrecitos no pueden.
--Y tú ¿Cómo pudiste? ¿Quién te enseño el camino y te dio fuerzas para llegar hasta
aquí? ¿Quién te hizo olvidar tus amarguras y pedir por tus hermanos?
--¡Dios Misericordioso! –repuso ella sonriente. —Con Él, ¡Todo es tan fácil y tan
dulce!
--Anda, mujer, diles eso, sonríe como ahora, ¡Y sentirán pequeños sus pesares y al
alcance de la mano su esperanza!

12

LA ESCALERA

Un carpintero se puso a construir una escalera. Pero vino un desdichado y le pidió un
pedazo de su obra. Se rascó la cabeza, y se lo dió. Vino otro, y le explicó que,
permitiéndole usar unos peldaños, trabajaría y alimentaría a sus hijos. Vinieron
muchos más. El invierno era duro, la miseria muy grande, y el carpintero daba a todos
pedazos de su escalera, aun para quemarlos como leña.
Y decía:
--No comprendo, mujer. Mi escalera es cada vez más chica y, sin embargo, ¡subo por
ella al cielo!

EL GRAN REY

Para llegar a la sala del Gran Rey es necesario pasar por siete estancias y subir siete
escaleras.
En la primera estancia se ofrecen al que llega mil motivos que deleitan los sentidos.
¡Cuántos se quedan para siempre en ella!
En la segunda, cautivan las riquezas y a muchos los retienen para siempre.
En la tercera, reina la vanidad. La lisonja se enrosca en el que llega y lo aprisiona, si
su voluntad no es poderosa.
En la cuarta, el amor de una mujer invita al grato reposo y al menosprecio de todo lo
demás.
En la quinta se alcanza la fama, la celebridad, la gloria. Brillan algunas luces
verdaderas y muchos fuegos fatuos.
Quien entra en la sexta estancia, sólo ve allí la séptima escalera y estas palabras: “Si
retrocedes reconquistarás cuanto anhelaste y poseíste; si subes, has de dejarlo todo: el
mundo con sus placeres y triunfos se desvanecerá”.
Raro es el ser humano que asciende por esta última escalera, la más larga y empinada;
más quien lo hace llega a la presencia del Gran Rey, y el Gran Rey, al mirarlo, llena
su alma de luz incomparable y le da todos los goces y todas las riquezas que no se
extinguen jamás.

13

LOS TRABAJOS

El barro dice:
--Todos estos hombres trabajan para mí. Me amasan para hermosearme. La verdad es
que tal como soy valgo bien poco. Me convertirán en bonitos cacharros de alfarería.
Los cacharros negros dicen:
--Ved cómo trabajan para nosotros los que caldean el horno donde habrán de
cocernos y darnos dureza y ese lindo color con que nos pinta el fuego.
Los cacharros rojos dicen:
--Ese carro está a nuestro servicio. Viene a buscarnos para conducirnos a la ciudad,
humildes como somos, merecemos el gran honor de que carrero y caballos trabajen
para nosotros.
Los caballos del carro dicen:
--Aquí estamos muy quietos, mientras esos pobres hombres se afanan para colocar el
fruto de su labor en nuestro carro. Trabajaron antes también para nosotros desde que
comenzaron a moldear el barro. ¡Todo lo llevaremos orgullosamente ahora, como
una cosa nuestra!

EL CONSEJO INFALIBLE

Tenía aquel viejecito fama de buen consejero y en secreto le consultaban sobre sus
dificultades hombres y mujeres de toda condición.
El viejecito aparentaba escuchar las dudas y aspiraciones del consultante, y
permanecía un momento como abstraído en la meditación. Luego, sintetizaba su
parecer en estas pocas palabras:
--¡Simplifica, hijo, simplifica!
El consejo, siempre, el mismo, maravillaba por su eficacia.
Y ninguno sabia que el propio viejecito, mucho más sordo de lo que se suponía,
simplificaba igualmente su tarea, pues opinaba y acertaba sin escuchar una palabra de
la disertación del consultante.

14

LAS TRES MUJERES

Buscaba el Hombre la Felicidad por todas partes y al no hallarla se sentía muy
afligido.
La Felicidad, entonces, le dijo a la verdad:
--Te suplico que vayas a la casa del Hombre. Explícale que yo paso cada día ante su
puerta, y la encuentro cerrada; que me ve de continuo y no me reconoce.
Fué la Verdad, volvió y dijo:
--Dentro de la casa estaba mi enemiga la Mentira, que es muy hermosa y vive
espléndidamente. Quizá por verme tan simple, tan humilde y sencilla, el Hombre no
me permitió siquiera entrar y nada pude decirle.
Y la felicidad insistió:
--Te suplico que vuelvas; siéntate en el umbral de su morada, y aguarda a que te
Reciba.
Fue de nuevo la Verdad. Pasó un tiempo, volvió apresurada y dijo:
--Salió la otra, pude entrar y el Hombre al verme se abrazó a mí llorando.
--¡Corro hacia él! –exclamo la felicidad.
Pero cuando ella llegó, ya estaba el Hombre acostado y rígido. Solo pudo inclinarse y
besarlo en la frente.

EL PALACIO DEL CIEGO

Un ángel se le había aparecido_YU_YU\YUFYU_YU_YU@_YUsiempre por cosas triviales, vanas apariencias, fútiles halagos de
su vanidad. Y en todo fue complacido hasta que un día cayó en trance de muerte, y
vió al ángel, y clamó:
--¡La vida! ¡Dame la vida, que es lo más importante!
En esta ocasión el ángel no le hizo caso, lo dejo morir, llevóse su alma y la hizo entrar
en un magnifico palacio dorando con esplendidos tapices y pinturas, y bronces, y
cristales.
Preguntó el alma de quien era todo aquello.
--De un ciego –repuso el ángel.
--¿Y para qué –dijo el alma,-- para qué quiere el ciego todo esto si no ve?
--No has comprendido aún –exclamó el ángel. —El ciego eres tú mismo, este palacio
es la vida. ¡No la veías y querías vivir!

15

EL ABUELO Y LA NIETA

El trabajo canta su salud y su alegría.
La Miseria se le aproxima y exclama:--¡Feliz de tí, que puedes estar contento!
El Trabajo la mira compadecido de su tristeza, y le dice:
--No me conoces, pero yo sé quién eres.
--¡Imposible que sepas mi alto origen!
--Lo sé mejor de lo que te imaginas. Tuve una hija, la Riqueza, y me sentía dichoso
de poseerla; pero se unió con el Ocio. Yo era madrugador, sobrio y diligente; ellos, en
cambio, se entregaron al Vicio y a la Molicie. Te estoy hablando de tus padres.
--Así es, en verdad –dijo la Miseria. —Has dicho mi triste historia.
--Y aquí está ante tí, tu abuelo, al que ellos menospreciaron. ¡Vuelve a mí y hallarás la
salud y la alegría!

LA IGNORANCIA

La Caridad, puesta por Dios en el mundo para acompañar al prójimo hasta el cielo de
la redención, se convenció de que poco, muy poco, conseguiría en su empresa si no
triunfara de la Ignorancia.
Ardiendo en cristiano amor, fue en busca de ella. Estaba en una caverna.
Llegó allí la Caridad, con una luz encendida, pero la Ignorancia es ciega y no
distinguía la luz de las tinieblas.
Le habló, pero la Ignorancia es sorda, y no entendía.
Quiso sacarla del antro, pero la Ignorancia es paralítica, y se resiste a todo cambio.
Entonces la Caridad curvo la espalda y, con el rostro abatido sobre el pecho, se
convirtió en plegaria.

LOS DOS ANCIANOS

Dos ancianos conversan mientras descienden por la montaña de la vida.
--Me afané locamente –dice uno. —Todo es una ilusión. Vuelvo decepcionado.
--Por que buscaste los bienes fuera de tí. Querías el poder para mandar a otros, no a
ti mismo, que era lo necesario; no te preocupó sentir amor, sino ser tú mismo amado;
atesoraste la riqueza de otros, soñaste con una felicidad que no era la tuya.
--Renuncié a todo eso, y busqué la paz. ¡En ningún lado pude descubrirla y disfrutarla!

16
--Dentro de tí tan sólo la hallarías.
--Me entregué a la devoción. ¡Inútilmente! Ni siquiera pude entrever aquella mansión
sublime que es el cielo.
--Porque tú mismo deberías tenerlo dentro de ti.
--¡Ni aun Dios misericordioso ha escuchado mis súplicas! ¡No ha permitido que me
acercara a Él!
--Es que no lo buscaste donde podías encontrarlo, que era en tu propio ser.
--Si sabías todo eso, tú habrás sido feliz.
--Tampoco yo lo sabía. Viví para aprenderlo. Y solo ahora comprendo que todo está
en nuestro espíritu. Nada existe fuera de él.


LOS OTROS CRUCIFICADOS

Algo traerá, sin duda, aquel que avanza con la firmeza y la serenidad de un astro por
el camino que une la tierra al cielo.
Del cielo es la verdad y la virtud, la belleza y la justicia, la caridad y el amor.
Así dijo la Historia, la del cabello blanco y los ojos siempre nublados por las
lágrimas.El que venía llegó, y de su alma, trémula como el arco, partió hacia la multitud la
flecha luminosa de su mensaje.
Prodújose un remolino de sorpresa. Y resonaron, después, las mismas voces que hace
veinte siglos:
--¡Crucificadle!
El hombre del mensaje fue llevado adonde había muchas cruces y muchos
crucificados en torno de la gran cruz del Nazareno, que crece siempre, por que sus
maderos tienen vida, y es tan alta que no se alcanza a verle el fin.
Las mismas horrendas voces repetían:
--¡Crucificadle!
Y al fin, el hombre aquel, pequeñito en su humildad, mereció y tuvo el grandioso
destino del Salvador.
Con un mechón de sus cabellos blancos secó sus ojos la Historia, y escribió:
--¡Traer algo de allá arriba es peligroso!

17

EL HOMBRE DEL PORVENIR

Un hombre va de fuente en fuente, y en cada una bebe, con sed que no es del cuerpo,
sino del alma, con esa sed sagrada de la gracia de Dios, gracia que también se
manifiesta en esas aguas tan puras.
Arrodíllase ante los ríos y en todos lava su boca. ¡En todos lava su boca, sus labios y
sus palabras!
Después se dirige al mar y hunde sus manos en él. ¿Es posible que no le basten los
ríos para limpiarlas? ¿Tanta es la infamia heredada? ¿Tantos los crímenes de estas
míseras manos de la especie?... ¡Ay, mejor seria no ver!... ¡Allí donde las restriega, allí
queda el mar turbio y sanguinolento!
Preguntan:
--¿Quién, quién busca la pureza con ese ahínco sobrenatural? ¿Qué hombre es el que
pretende dejar de ser lo que fué y surgir como una aurora entre las viejas tinieblas?
Una voz nos responde, una voz que no sabemos si sale de nuestra alma, o si nos llega
del cielo. Y ella dice:
--¡El hombre aquel que esperabais! ¡El hombre del porvenir!

18
TEMAS DE LA MISERIA

Cierto es que hay mucha miseria.
No solamente la miseria que viene de la esterilidad de la tierra, sino la gran miseria, la
que procede de la esterilidad de las almas y de la dureza de los corazones.
El mundo es viejo, y sus generaciones, más renovadas que las hojas de los árboles,
más segadas y vueltas a crecer que la hierba de los prados, han padecido muchas veces
hambre, y tantas otras esta hambre de comer fue satisfecha.
Mas la miseria siguió, debido a los miserables.
En vano es que se pretenda distraer a la gente. Cada vida y todas las vidas transcurren
para el gran tema de la miseria que no acaba.
En vano es que los que estamos ahora pretendamos ocultarla con nuestro silencio,
con alguna ilusión, o una mentira. Prontamente seremos renovados, como las hojas de
los árboles, como la hierba de los prados, y aquellos que llegaran pondrán sus ojos en
esta enorme desdicha.
Unos hay que procuran desentenderse.
Cuando el ave perseguida no puede huir, esconde la cabeza para no ver, y cree todo
peligro conjurado.
Pero la inteligencia del hombre debe sobrepujar a la del ave.
No aportaran luz quienes buscan la paz en las tinieblas.
Tengámoslos por los más necesitados.
Los demás, todos miran y procuran ver, con ojos que parecen dos grandes lágrimas, y,
cuando la muerte les oprime los párpados, su misma visión es la del mundo rodando
como una lágrima en el vacío.
Dentro, en el hogar, hay calor; fuera, el aire esta helado, y los cristales se cubren de
rocío.

19

II

Y piensan unos que no habría miseria si todos trabajaran.
Piensan bien. Pero podrían pensar mejor.
La suma de trabajo supera las necesidades de la especie.
No obstante, todo hombre cierra con déficit el balance de su vida.
Todos los pueblos viven con escasez de pan y de alegría.
Todas las épocas han perecido a manos de la desgracia.
No bastará, en consecuencia, suprimir a los holgazanes. Será preciso que el trabajo sea
retribuido con equidad.
Si pernicioso es el haragán, también lo es el hombre que hace de burro.
La falta de coordinación en el esfuerzo es una dolorosa realidad.
¡Guerra sin pausa la que libran los hombres en su trabajo!
Desenvuelven sus actividades en órbitas separadas, todas con centros distintos, de
manera que, en los puntos en que las órbitas se cruzan, las actividades se destruyen.
Así, quien emplearía cien energías, empleará mil. El exceso se gasta en contrarrestar
los afanes de otros trabajadores.
Considerad en cualquier individuo, empresa o gremio los monstruosos sacrificios
consagrados a malograr la obra ajena.
Fracasará la lucha contra el dolor mientras este no sea comprendido, mientras dure la
gran miseria que viene de la esterilidad de las almas y de la dureza de los corazones.
Piensan otros, que la miseria no acaba por culpa de los malos.
Desde un principio ellos cobran esta culpa.
Con el hacha o el veneno, con la hoguera o la guillotina, con el fusilamiento, con la
horca, con la fulminación eléctrica.
Sin la benignidad de la naturaleza, que todo lo disuelve y transfigura, la obra de éstos
que se juzgan buenos rebosaría de la atmósfera. No habría montañas tan altas como
las levantadas con los huesos de los malos; no habría ya sitio en el orbe donde apilar
o enterrar tantos escombros humanos.
La maldad, empero, continúa. Ni la exterminaran, aunque conviertan el mundo en
una cárcel y aunque enrojezcan con su bondad los mares.
Antes, pues, que tanto apremio en cobrar culpas, averiguad si es mayor la maldad del
que sepulta vivos o la del que se pudre en la prisión; la del que arma la horca o la del
ahorcado.

20
Mas los buenos que no matan y no roban, también tienen su parte.
Ellos ven la interminable caravana de las almas sedientas de placer. Ven cómo ahonda
en el arenal el pozo de cada vida, en busca del agua que aplaca la gran sed. Y no
ponen el agua que redime al alcance de las bocas, cuya avidez hace llorar.
Pero hay alguien que sabe del manantial, sabe lo que todos buscan, sabe de la
caravana que pasa junto a los buenos y sigue con su gran sed por el inmenso arenal.
Después de la última posta, cuando las horas del camello no andan, cuando el viajero
se echa, y las arenas lo cubren, y la caravana sigue… hay quien todo lo mira. Y ve al
malo, con el martirio que encubrió su falsa dicha; y ve al supuesto bueno, ahíto de
placer disimulado tras su hipocresía.
Lo de buenos y malos puede cambiar.
Acaso muchos se creen en demasía aliviados. Muchos están, quizá, cargados en
exceso.
Dejaos, pues, de malos y de buenos, de culpas y de castigos.
La gran miseria que entristece al mundo, la vida vuestra que la puede aliviar; éstos son
los dos hechos, las dos grandes verdades que debierais contemplar.

IV

Otros dicen que el hombre se libraría de su miseria si perdiera el instinto de
propiedad.
Sin propiedad individual, no hay libertad.
El hombre ya no es dueño de sí. Con collar y cadena sigue a la mano que lleva su
alimento y su destino social. Para evitar que lo exploten, retornaría a la esclavitud.
Sin propiedad individual, desaparecería la única igualdad posible, la que nos hace
iguales, respecto a la consecuencia de cada acción y en el derecho a la justicia terrenal.
No habrá quien restablezca la igualdad una vez rota la ley natural de la
compensación.
Sin propiedad individual, no hay esperanza de fraternidad. El odio, como una peste,
se propaga entre los esclavos. Las fallas del sistema suscitan repulsiones feroces. Los
disimulados amos aprecian de tal manera el trabajo de cada esclavo, que ni uno solo
se conforma con su apreciación. La astucia erígese en cualidad victoriosa, substitutiva
de las reales que ahora prevalecen y prevalecerán aún más en lo por venir.

21
Aumentan la miseria de la vida, no la propiedad en sí, sino su mal origen y sus
perversiones.
La adquisición de riquezas por la violencia o el fraude ocasiona el exceso de riquezas
y su mal uso, males que castigan de por sí y que principalmente la cultura evitará.
Lo más pernicioso del derecho de propiedad es su aplicación a algo indebido.
Lo que es necesario no puede ser vedado, no puede ser acaparado, sin culpa, por un
solo hombre o por una clase.
Delinquen los que se apoderan de extensiones enormes del suelo común o de
cualquier otra cosa indispensable a los demás.
Ved en los contrahechos de cuerpo o de alma, testimonios vivientes del abuso en el
derecho de propiedad. Considerad tan delincuente al que comete este abuso, como al
que mutila o mata a un ser humano.
Y quitareis la miseria que aflige al que posee en exceso y al que se priva de lo
necesario.

V

Otros dividen a la humanidad en ricos y pobres y mutuamente se acusan de la miseria
que les devora el corazón.
Llaman ricos a los que poseen en abundancia bienes materiales; pero no juzgan por la
riqueza en sí, como los que condenan la propiedad, sino por las circunstancias que
dificultan o favorecen la riqueza. “¡Por algo sois pobres!”, “¡Por algo sois ricos!”, se
dicen con esto, tratándose con esto de torpes o de ladrones.
Mas, al echarse el camello cuando silba ya el viento que levanta la arena cubridora,
ricos y pobres, tiemblan como en el patíbulo, y buscan por todo el cuerpo la causa
del temblor, como una mujer su aguja en una sala de fiesta.
¿No sois todos iguales? Muchos pobres, ¿No fueron ricos? Muchos ricos ¿No
padecieron antes hambre? Los mismos pobres, ¿No son los más enemigos de los
necesitados?
Y si el rico es por algún vicio, el pobre, ¿no lo será por algún vicio mayor?
Pobres los que han robado el trabajo de los otros; pobres los condenados por su
egoísmo a comer en demasía; pobres los que no beben nunca agua; los que no tienen
necesidad de trabajar; los que matan el tiempo para que el tiempo no los atormente;


22
los que satisfacen todos sus gustos; los que se convierten en alcancía; los que saben
que con dinero todo se consigue; los que han despojado al labrador de su tierra y al
hijo de la madre para tenerla de nodriza; los que se valen de las manos y la espalda de
los demás; los de lengua áspera y los de ojo soberbio; los que pasean su joroba de oro
y creen que nadie los nota; los que llevan joyas a los santos y pasan insensibles ante
los niños que tiemblan de hambre y de frío; pobres los que caminan y no conocen su
camino; pobres los que van cargados y no saben de qué; pobres los que se apuran por
llegar y nunca se han preguntado adónde van.
Ricos, los ricos de paz, los sobrios y los rectos; los que gozan de la alegría de su buen
corazón y no roban la ajena; los que siembran con sus manos, y no necesitan que los
otros siembren y sieguen para ellos; los que pueden mostrarse como son, y no niegan
y no desfiguran a los demás; los que se dicen a si mismos la verdad, y se juzgan a si
mismos con justicia y pueden dar a los demás de su bien y de su paz, de su alegría y
de su riqueza, y de todo esto dan, en la buena palabra de la verdad y en la buena
caridad de la justicia.
No os acuséis los unos a los otros; miraos los corazones y las almas.
No os limpiéis sólo por fuera; limpiaos también por dentro.
Quitaos la propia miseria, y la miseria del mundo acabará.

VI

Otros juzgan que hay miseria por que falta caridad.
Primeramente, para hacer caridad digna de aplauso, tendríais que hacerla en secreto.
Hacéis la caridad de tal manera que parece un negocio en el que traficáis con las
penas de los afligidos. ¡Cuantos tristes! - ¡Alegrémonos! - ¡Cuántos tuberculosos!
¡Cuántos niños hambrientos! - ¡Hagamos una gran fiesta!
Luego, habrá que saber si dais lo propio, a su tiempo y en la cantidad debida.
¿Cómo sabéis que es vuestro lo que dais?¿Por qué la caridad es necesaria?
¿Cuánto es lo que debéis dar?
La madre se ve forzada a abandonar a su hijo; una áspera nodriza viene y se encarga
de la crianza del niño. ¡Esa es vuestra caridad!

23
El viejo amanece en el umbral. Tose y mira tristemente. Levantó muchas paredes con
sus manos; pero no tiene donde refugiarse. Alguien viene, lo recoge y lo pone en la
antecámara de la muerte. ¡Esa es vuestra caridad!
El propietario de las casas inhumanas, donde los niños languidecen pr_YU_YU\YUFYU_YU_YU@_YUfancia desvalida.
El rico se conduele de los pobres de quienes le hablan, y da su óbolo.
La verdadera caridad quiere que aquella madre viva en salud y en honra, y críe a su
hijo con la doble dulzura de su seno y su corazón.
Que el trabajador sea pagado con equidad durante toda su vida y acompañado por
los buenos al bien.
Que nadie lucre con la salud del semejante.
Que el rico se conduela de los pobres que ve, los pobres de su casa, sus empleados,
sus obreros, sus sirvientes.
Pero en vez de dar esto, que es amor, dais aquello que os sobra, dais lo de unos a
otros y trocáis toda justicia, como ladrones y malversadores que sois de los ajenos
caudales.
Tal es vuestra caridad, engendrada y amamantada por el egoísmo.
No hay palabra más triste que la palabra caridad.
Bajó del cielo para endulzar el corazón humano, y la habéis convertido en instrumento de la
iniquidad Jesús se alejo, una vez, desalentado por la multitud; fué al notar que lo seguía en
espera de la repetición del milagro de los panes. Mas vosotros hacéis reparto de panes
cada día, con mucha complacencia, y ciertamente que no es honra en vosotros, ni es
milagro. Os debíais avergonzar. Si antes hicierais justicia, vuestra caridad seria
imposible.
La verdadera caridad no es dar al necesitado, sino evitar que el necesitado exista.
La verdadera caridad consiste en darlo todo; no todo lo del que da, sino todo lo que
corresponde al que recibe.
Y más aún: La verdadera caridad no es dar, sino reconocer.

VII

Otros por último, afirman que la miseria del hombre subsiste por su ignorancia. Mas
cuando queréis saber qué entienden por ignorancia, entonces veis con dolor que cada
uno llama sabiduría a lo que el sabe, e ignorancia a lo que saben los demás. Por que
están los conocimientos compensados entre si y todos ellos son limitados e
imperfectos.

24
El que sigue a los astros en su vuelo quizá ignora lo que ocurre en su casa. El que
encuentra la solución a los mas arduos problemas, deja a menudo sin ninguna el de su
vida. Y hay quien, buscando el porqué de todas las cosas, no se ha buscado a si
mismo.
Pues la sabiduría que viene de Dios la recoge lo mismo el humilde labrador durante el
día que el astrónomo en la noche, y para siempre perdura. Mas la que viene del
hombre cambia para cada tiempo y con cada tiempo acaba. Todas las ciencias van,
como los ríos al mar, al misterio de la materia y de la fuerza.
Y así como suele un perro guiar a un hombre que no ve, suele el que no sabe nada
servir de sostén y guía al que supone saber mucho, y esta ciego. Por que no ve que
este mundo es cual un barco que repite sus viajes siempre iguales, mientras los
viajeros cambian; no ve cómo salen de él los enjambres de almas, cada vez con un
nuevo aprendizaje. Y busca el bien y el progreso en lo que queda en el barco.

VII

Pero uno, a los de Occidente, os enseñó que la miseria acabará por el amor.
Después de él, sesenta generaciones se han sucedido, y los sesenta obstinaronse en
destruir su doctrina. Habéis escrito millones de libros, reverenciando a centenares de
sabios, inventando sistemas y palabras para explicar el bien y el mal; mas la miseria
siempre permanece y vuestra gran turbación aumenta cada siglo.
Cierto es que Jesús esta crucificado con los clavos de vuestros egoísmos; pero un día
tendréis que descolgarlo y dejarlo vivir entre vosotros.
Matáis al semejante. Matad mejor, las perfidias que cual serpientes anidan en vuestro corazón.
Alumbráis los templos y os prosternáis ante imágenes. Alumbrad, también, vuestra
conciencia. Arrodillaos ante las victimas de vuestra perversidad.
Lloráis a Jesús; mas no lo conocéis, pues si lo conocierais, sabríais que no murió, ni
morirá. Lloraos a vosotros mismos; ablandad en lágrimas vuestro propio corazón.
Todo lo puede el amor y él es quien ha de mejorar la vida.
Con más amor florecerán los muros de vuestra vivienda y anidarán en ellos los
pájaros silvestres.
Pero estos, buenos y alegres como son, huyen a vuestro paso; si no pueden huir se
esconden, y si no se pueden esconder tiemblan, por que os falta amor.

25
Se habla del bien, de la verdad y de la belleza, y todo esto es amor, sin el cual, nada
conoceréis en plenitud.
Se anhelan triunfos y progresos, y todo esto es amor, sin el cual, nada de lo que valga
se alcanza.
Por más vueltas que dé la especie humana en la noria de vuestras vanidades no sacara
otra agua que esta verdad.
Por poco amor se llora en cada jornada y al morir.
Aun ante vuestros muertos, dobla vuestra aflicción el pensamiento de los que disteis
en vida menos amor del que necesitaban.
Preparaos el buen dormir, amando durante el día.
Preparaos el buen morir, amando mientras vivís.
Amad al rico, que padece su riqueza, y al pobre, que envidia al rico.
Del ladrón o el impostor, pasad la vista a su casa, y ved allí a su mujer y a sus hijos
que los esperan.
Amad a los desconocidos, pues entre ellos muchos os amaron al sacrificarse en
beneficio de la especie.
Y amad también a los sucios, a los lisiados, los de áspera lengua, los de ojos
mentirosos, los que esgrimen cinco puñales en cada mano; por que tenéis vuestra
parte de culpa en la desgracia de ellos y vuestro amor es lo único que los puede
redimir.
Amad a los hijos de todos, y aprenderéis a amar a vuestros hijos.
Pensad, ante un hombre, cuando estaba en los brazos de su madre que soñaba. Si este
sueño se cumplió, amad al hombre bueno; y si no, amadlo por aquella pobre madre.
Y así aprenderéis a amaros, pues ni a vosotros mismos os amáis al buscar vuestro bien
en vuestro mal, el placer en el exceso, la dulzura en la hiel del egoísmo.
Todo lo que el hombre arroja con su mano desde la tierra al mar, el mar se lo
devuelve. Mil veces lo arrojara y otras mil el oleaje se lo traerá.
Así es también el mar de lo infinito. Mil veces os desprenderéis de un bien para
entregarlo a los demás y otras mil os será restituido. Amad sin medida, y sin medida
os amaran. Dad esta vida y otra mejor os será dada.
Alguien os devolverá mal por bien; pero este alguien no es la vida, ni ese mal es
positivo y duradero. La vida devuelve aquello que recibe.
Os parecerá obtener en algún caso bien del mal. No os engañéis: del mal, mal
recogeréis.

26
Amad al sol, que os da su amor en su luz, y a la bóveda estrellada que os envuelve en
su paz mientras dormís. Amad a los árboles, que os entregan cuanto tienen y cuanto
pueden hacer con su trabajo, y sólo hablan con su belleza y en la dulzura de sus
frutos. Amad los pájaros, que parecen nada más que lindos cantorcillos vagabundos, y
luego se ponen serios, forman el nido, el sorprendente hogar, y crían a sus hijitos a
fuerza de incomparables sacrificios y con ternura de abuelos.
Amad a todos los seres, por que aun la serpiente no hiere si no es herida y salva
vuestras cosechas de ser devoradas por las ratas. Amad a todas las cosas, por que el
mismo veneno que en una dosis mata, en otra cura, como toda virtud se prostituye
por el odio, y todo vicio atenúa su fealdad con el amor.
Allí donde viene uno, y hace diez, poned más amor que él, y haréis ciento.
Y al que levanta su furor contra vosotros, amadlo, y su furor e aplacara; amadlo mas
aún y os amará a su vez.
Mientras no améis, la vida será triste, como una mujer que llora bajo un duraznero en
flor.
Por que el amor es la vida, y al no sentirlo, estamos como muertos.
Por que el amor es la luz, y si falta anochece en nuestra alma.
Por que el amor es la felicidad, y mientras vuestro saber no alcance a esto, la miseria
os arañará y angustiará.
Amad a la naturaleza, y curará vuestra congoja; amad a los hombres, y compartirán
vuestros anhelos; amad a Dios, y alumbrará vuestro espíritu.

27

PLEGARIAS


PLEGARIA DEL SEMBRADOR

Es el tiempo de sembrar.
Hombres de las ciudades: id a ver a los que escriben su plegaria al Señor con esa
pluma grande del arado, y ved cómo el Señor pone en los rasgos de la escritura sus
presentes, como los Reyes Magos en los zapatitos de los niños.
De los granos de la tierra saldrán granos de trigo. ¡Ved el parto de la tierra, negra,
humilde y hollada sin cesar, frente a la esterilidad de la cumbre altiva y fría!
Mientras se elogia a quienes mucho hablan, gesticulan y cambian la forma y el sitio
de las cosas, pocos recuerdan a los que siembran el trigo que convertido en pan ha de
saciar el hambre de la especie.
Su plegaria es gratan a Dios. Primero es tierra labrada; después, esmeralda; después,
oro; después, armiño; después, alegría y paz en los hogares.
Andando el sembrador halla una piedra que no puede remover. Bajo ella, la tierra
queda estéril y se convierte en refugio de seres dañinos.
Y piensa: Así la mano del hombre suele posarse, fría y dura, sobre un pueblo o una
época.
Luego, encuentra un hoyo, y dice: La tierra me pregunta por quienes de ella se
alejaron con los bolsillos llenos y andan por ahí borrachos de artificio y disfrazados.
¿Vendrán por sí o esperarán que los traigan? Sólo en ella, vivos o muertos, tendrán
paz.
Y el otro sembrador dice: Ya mi tierra esta arada y rastrillada; ya mi tierra esta pronta
para la germinación. ¡Cae, bendita simiente!... amo a todos los hombres y para todos
siembro. Yo no quiero saber quién comerá mi trigo.

28
Unos días más y, en vez de entregar mi siembra, pondrán mi cuerpo entero bajo
tierra. ¡Qué él también sirva de algo, hermanos míos, y nutra aunque sea una flor en
que descanse un segundo vuestra vista!
Sembrad, igual que yo, cuántos améis la verdad, la belleza y la justicia, y tendréis la
alegría de la buena cosecha. Aunque vuestra era los siglos, y vuestra troje el mundo, a
vosotros os quedará la paz de la obrar del bien y hasta las piedras del campo os
querrán alimentar.
Por fin la hora del descanso llega y el sembrador de la buena palabra se pierde en la
oscuridad, como en su choza aquel que siembre trigo. Su boca, seca de sed; sus pies,
pesados de barro: sus manos, sarmientos secos. A veces, a mitad de la noche siente
frío; pero olvidado de sí, percibe en aquel silencio que lo envuelve la angustia de los
otros sembradores que se afanan como él cada jornada, y quisiera consolarlos y
alentarlos, y les dice: El amor de los buenos os acompañe, ¡Oh, escritores y artistas,
curadores del hambre del espíritu, pintores y escultores de la mágica espiga de la
belleza, músicos de la canción fortificante, forjadores del verbo que entra en todos y
de todos es comprendido y alabado!

29

PLEGARIA DE NOCHEBUENA

“Y aconteció que, estando ellos allí, se le cumplieron los días en que había de dar a
luz, y nació su hijo primogénito, y le envolvió en pañales, y lo acostó en el pesebre,
por que no había lugar para ellos en el mesón”
Nace un niño y muere otro a cada golpe que da la sangre en nuestras arterias, y si la
humanidad está hoy de fiesta por uno que nació hace veinte siglos, forzoso será creer
que ese niño inolvidable ha sido inmensamente grande.
Creció y fue siempre humilde, sin dejar de ser valiente hasta el supremo heroísmo; fue
pobre hasta no tener donde reclinar su cabeza; pero prodigó a raudales los tesoros de
más precio, enseñó, alivió, curó, rondando por aldeas y ciudades, hasta que al fin lo
mataron aquellos “en quienes no había caído su palabra”.
Como alguien le dijera”Maestro bueno”. Él repuso: “¿Por qué me dices bueno?
Ninguno es bueno, sino uno: Dios”. Mas sí Él ni siquiera quiso que un solo hombre
le llamara bueno, bueno le han dicho y bueno le dirán tantos millones de hombres
como arenas tiene el mar.
¿Qué buscan los reformadores que se han sucedido en estos diecinueve siglos y en los
siglos que antes fueron? Nada beneficioso para el hombre, que no haya salido en
palabra armoniosa, bella y pura de la boca de Jesús.
Y en la absoluta abnegación por el ideal, ¿Quién lo ha igualado?
¿Quién como Él tuvo amor para sus enemigos, hizo bien a sus perseguidores y murió
pidiendo al cielo el perdón de sus verdugos?
Aquellas multitudes semibarbaras, amamantadas en la crueldad, enceguecidas por los
bajos instintos, iban en pos de Él, cautivas de su mirar sereno y su palabra armoniosa,
como sedientos detrás de un cántaro de agua fresca. Parábase Jesús y les decía: “Si
alguno tiene sed, venga a mí y beba”. Y a raudales bebían amor en su corazón,
mientras Él dulcemente les decía: “Bienaventurados los tristes, los mansos, los que
tienen hambre de justicia. Los misericordiosos, los de limpio corazón”.
Sobre los expoliadores y parásitos su palabra caía cual vivo fuego, por que Él nunca
temió a los poderosos.
No todos los que dicen ser discípulos de Jesús saben quien fue éste formidable
revolucionario. ¡Pero menos aún lo han comprendido aquellos que prosiguen en los
siglos la triste obra de injuriarlo!
Muchos hay que tienen sed y que no saben adónde irán a beber el agua que la quita, y
que parecen malos, por que la engañan con vicios o con licores que creen de sabiduría
–los que un instante la aplacan, y luego vuelve más devoradora aún.-- ¡Decid a los
sedientos de toda condición que se incorporen a aquellas multitudes que seguían a
Jesús y, renovadas sin cesar, lo siguen todavía!

30

PLEGARIA DE AÑO NUEVO

Cuan ligeros pasan los años!
Este otro año, ¡Qué pronto acabará!
Nuestra vida misma terminara muy en breve; antes que se agriete el techo de nuestra
morada, antes que se seque el árbol que nos da su fruto.
¡Si atrapáramos las horas! ¡Si moderáramos la marcha de los días!
¡Si fuéramos, si hiciéramos aquello que anhelamos!
Terminemos el año bruñendo la voluntad para la nueva batalla.
Esta alegría con que se despide el año que se va y se recibe al que llega muestra la
decepción de lo vivido y la esperanza, siempre renovada, en un porvenir mejor.
Corazones templados y espíritus ávidos de luz, no desmayéis. Sucede el alba a la
noche, la calma a la tempestad y la reconciliación a la feroz matanza.
¡Que la bondad divina descienda en mayor porción sobre la especie! ¡Que sean más
buenos los buenos, para que el amor rebose de sus corazones y se infiltre hasta en las
fieras que hablan, y las amanse y las redima! ¡Que redoblen su afán los plantadores de
la buena simiente, para que no quede un palmo donde puedan crecer las malas
hierbas, cuyo solo contacto con el aire envenena las almas!
Plantan algunos un árbol y lo consagran al culto de un recuerdo, o al hijo recién
nacido ¿Por qué no plantar este año un árbol en nuestro corazón, consagrándolo al
amor? ¡Que se nutra de nuestra sangre, que forme de nuestra carne su ramaje, que
florezca en piedad, que fructifique en comprensión de todas las ansiedades!
Marca ya la media noche el reloj de diamantes estelares. Ven, búscame en la soledad,
bajo el inmenso cielo y ante la enorme angustia de esta vida. Ven y brinda conmigo
por que los dormidos del corazón o del alma, de pena o alegría, de soberbia o de
odio, despiertan en la próxima aurora para siempre, y abran los ojos a la blanca luz, y
abran el pecho al puro aire que sopla del naciente. ¡Pidamos juntos al cielo que su
misericordia se derrame sobre este infinito de ansiedades que es nuestra especie,
atormentadas entrañas en que se gesta la humanidad futura!

31

PLEGARIA POR EL ARBOL

El árbol purifica y fecundiza, no solo el aire y la tierra, nuestro corazón también.
Apóstol silencioso, nos predica el bien, prodigándolo a cuanto se le acerca. Ba_YU_YU\YUFYU_YU_YU@_YUndonos.
Los malhechores tiemblan al oírlo de noche, como si murmurara. Tiemblan por que
no oyen lo que dice, y temen amenazas como las del hombre. ¡Si entendiesen serian
buenos!
La armonía y la bondad fluyen de cada una de sus hojas, como de un libro santo.
El ombú es la historia de la patria vieja; y la palmera, la del indio.
Además de filósofo, historiador y poeta, el árbol es profeta. Contáis los árboles de
una nación y leeréis su porvenir. Nada grande hay que esperar de los países sin
abundancia de árboles.
Felices, fuertes y triunfadores son los pueblos que surgen en medio de los árboles, y
gozan de su caricia de su sombra y de la terapéutica de su fruto.
¿Sabéis de donde viene, si no es de sus bosques, esta fragancia virginal de América,
que con fruición aspira el mundo?
¡Hay de América si sus bosques desaparecen! En ellos está el secreto de su vitalidad
exuberante, en ellos nace el soplo soberano que nos empuja al porvenir.
Amar el árbol es comprender la vida.
Salió de debajo de la tierra para mirar el sol, y compadecido de los pájaros, abrió los
brazos para protegerlos, y compadecido de los hombres, les da, cuanto posee.
Recibe cada mirada como una caricia, y cada gota de agua como un tesoro.
Trasunto del universo, por su serenidad, belleza y armonía.
¡Sabio que enseña en silencio, santo que con cada mano pide al cielo la
bienaventuranza universal, artesano y artista que trabaja día y noche para convertirse
él mismo en una plegaria que asciende al cielo!


32

PLEGARIA POR EL INDIO

¿Cómo ha de ser cabal la beneficencia si no contempla y ampara a los indígenas de
América, los habitantes más dignos de piedad y de protección? … ¡Tantos asilos,
tantas instituciones piadosas!... ¿Y todas aquellas manos de mendigos que se alzan a
millares en el desierto y en la selva, implorando la caridad de la república?
Preciso es quitar al indio el temor al blanco, el temor al soldado; darle parte en la
heredad, personería en los estrados de la justicia: luz, por que esta ciego; amor, por
que esta dolorido de martirio tan cruento y prolongado.
Una ley debe declararlo hijo menor de la patria, colocado bajo su amparo y potestad,
y concederle garantías en el trabajo, ropas para cubrir su desnudez, toda la ayuda
material y moral que necesita. ¡Que salga cuanto antes de su precaria y lastimosa
situación!
¡Repudiemos la solidaridad con el despojo que significó la conquista, purifiquémonos
de esta herencia de culpa; demos al mundo ejemplo de equidad con el débil, de
regeneración por la cultura, de comprensión de la fraternidad, de acatamiento a las
supremas leyes.

PLEGARIA POR UN HEROE DE CUATRO PATAS

Hubo un tiempo en que fué el tren, la diligencia, la carreta, el único vehículo, el único
medio de transporte. Su casco puso el bautismo en las llanuras de América, en el
suelo misterioso de sus bosques, en las ásperas cuchillas. Su crin fue el primer
penacho del progreso que erizó el viento en la pampa.
¡Cuántas noches ha llevado en su jinete aquel ensueño que hoy es realidad triunfal! Y
el breve descanso, su comida era el pasto, si había pasto que tapizara el campamento;
su box era el campo abierto, sin más abrigo que el Sol. Tascando el freno en silencio,
veló innúmeras noches el sueño de los que ganaron el continente para la vida
civilizada.
Y ahora, en campos y ciudades, trabaja para el hombre, sumiso y dócil, ofuscada su
inteligencia por el trato brutal, perdida su libertad, privado de los goces naturales, sin
otro premio que una rara caricia que él no puede explicarse entre tantas crueldades y
tan horrenda ingratitud.

33

PLEGARIA POR LOS MUERTOS

Es el día de los muertos.
¿Lloraremos a aquellos que desaparecieron para convertirse en polvo igual al que ellos
levantaban en la marcha?
¡Sea mas bien esta vez nuestra plegaria por los muertos que están entre nosotros!
Los de oídos que no oyen, los de ojos que no ven, los de corazón sin amor, los de
alma sin la pasión de la justicia.
Los que se apesadumbran ante los nichos de los cementerios y no recuerdan los
nichos de las cárceles; los que tiemblan al agitarse los cipreses, y pasan junto a los
muros de los hospitales sin sentir el dolor que los conmueve.
Los que condenan sin misericordia.
Los que se hartan sin pudor ante el hambriento.
Lo que cobran una ofensa, y un error y un centavo.
Los que sonríen ante la mujer que se hizo madre y no tiene hombre ni ley que la
ampare.
Los que vuelven la espalda al que está sucio por dentro y no se sabe limpiar.
Los mordidos por la envidia y que ignoran que todos somos uno y que el triunfo de
uno es el de todos.
Los que pisan la alfombra sin recordar las manos que febriles la tejieron, y el césped,
sin saber que cada paso destruye muchas vidas, al pueblo, sin apiadarse de su martirio.
Los que saborean la fruta sin cariño hacia el árbol; los que comen el pan sin gratitud
para el labrador ni compasión para el buey.
Los que visten la seda que elabora un gusano y tienen aversión a los débiles seres que
se arrastran en la tierra.
Los que aman a las mariposas para verlas morir, y a los pájaros, para encarcelarlos, y a
las flores, para arrancarlas de la planta.
Los otros pobrecitos, que uno es juez, y no sufre porque el inocente esté en presidio
por su negligencia; otro, médico, y duerme después de negar alivio al dolorido; otros,
funcionarios y traficantes; que guardan sonriendo el fruto del despojo; otros, que
llenan su bolsa de odio a falta de oro.
Los otros, muertos también, que mató el frío social; los sin pan, los sin hogar, sin un
afecto y sin rumbo; y los niños, que son como si no existieran para el bien y la
cultura; y los infelices indios, todos muertos a manos de la codicia y la crueldad; y
aquellas sacrificadas a la lujuria, que mueren acurrucadas en las cavernas del vicio
¡Amémoslos a todos! Ya que el amor de dos les dió la vida, pueda el amor de muchos
realizar el milagro de la resurrección.
¡Elevemos al cielo la plegaria por todos estos muertos!

34

PLEGARIAS POR LA PAZ

I

¡Bendita sea la paz y sus cosechas! ¡Bendito el amor y todos sus frutos! ¡Benditos los
pensamientos de las madres, que uno solo de ellos pesa más en la balanza de los
cielos que toda la soberbia de los Césares!
¡Maldita sea la guerra! ¡Malditas sean las armas y los planes homicidas!
¡Muera el gran monstruo que devora en la paz el trabajo de los pueblos, que se bebe
en la guerra la sangre de los hombres!
¡Unámonos, hermanos! ¡Levantemos bajo la mirada de Dios que la bendice nuestra
enseña de paz y de justicia!
¡Sálvese, oh santas madres, el fruto de vuestro vientre, vuestro imperio y vuestra
gloria, y mueran para siempre las torpes y funestas ambiciones!
¡Abominación para la guerra! Abstengámonos de toda manifestación de ferocidad.
Emplacemos las energías para las nobles luchas del trabajo, para las honradas victorias
de la paz.
¿Quién llorará a los muertos? ¿Quién sufrirá el dolor y la carga de los mutilados?
¿Quién edificará sobre las ruinas?
El pueblo, vencedor o vencido, que dió su juventud y su alegría, su sangre y sus
esperanzas, que soportó el martirio en el hogar, en los cuarteles y en los campos de
batalla, y que recoge en su cuerpo y en su alma las inmensas aflicciones que son el
único fruto de la guerra.
¡Perfúmate de amor, oh América! ¡Serás la mano en que el mundo apoyará su frente
vuelta fuego!
¡Cuida tu huerto! La dulzura de sus frutos aliviará a vencedores y vencidos.
¡Vigila la pureza de tu fuente! ¡Serás la copa de agua para la especie sedienta!
Alabada sea la paz que deja a los bueyes uncidos al arado, y el arado abriendo el
surco, y el surco en hervor de vida, y la vida derramándose prodiga y triunfal sobre la
haz de la Tierra.

35
Alabada sea la paz en la que el rosal florece, el árbol fructifica, la mies madura, y
están juntos aquellos que se aman, y se aman todos aquellos que se juntan en las lides
del trabajo y en las fiestas del placer.
Alabada sea la paz, en cuyo seno se ganan las batallas contra el hambre y la
ignorancia, y se acrecientan sin cesar las filas de los ejércitos de Dios.
¡Compasión para las madres que no infunden a sus hijos la aversión a Caín!
¡Compasión para los padres hacedores de huérfanos! ¡Compasión para los que con el
culto de la guerra preparan la desolación de las ciudades y de los corazones, la
matanza de los hombres y de sublimes pensamientos!

II

Vosotras, madres, decís: ¡Los hombres hacen esto! ¡Los hombres lo han querido! ¡Los
hombres se han vuelto fieras!
¿Y quienes son los hombres?
Miradlos, pues. Son esa cosa diminuta que sonríe y crece a la sombra de vuestro seno,
como se agranda y dora el grano de uva a la sombra del parral.
De vosotras salieron; vosotras los alzasteis en vuestros brazos mientras ellos no
pudieron caminar; vosotras los trajisteis de la mano hasta juntarlos a los que estaban
antes… y ahora os sentís extrañas de ellos, os asustáis de sus crímenes y exclamáis:
¡Los hombres! ¡Los hombres!, como gritarían las madres del rebaño devorado en la
noche: ¡Los lobos! ¡Los lobos!
En todas esas horas, en todos esos años que estáis a solas con ellos… ¡Salvad con
vuestro amor a la humanidad del siniestro delirio de la guerra! ¡Arrancad la crueldad
de su carne y de su alma! ¡Redimid a la especie de los instintos feroces! ¡Ahora, que
con una palabra vuestra llena su corazón! ¡Ahora, que con un beso vuestro vibra su
alma!
¡Trabajad sin descanso, madrecitas!

III

Sed, maestros, consientes de vuestro inmenso poder sobre la vida; sed como fuisteis
en aquel sublime ensueño de la adolescencia en que se pronunció vuestra vocación.
Si un padre puede hacer mucho dignificando a su hijo, ¡Cuánto no haréis vosotros
con vuestros hijos espirituales, cada año renovados, para darles la paz de la conciencia
y la del corazón, que es dar la paz al mundo?

36
¡Deseen vuestros alumnos buena cosecha para todos los labradores de la tierra, y que
los pescadores de tantos mares regresen a la playa cantando su alegría, el barco
henchido de abundante pesca!
Difundid el culto por los héroes aliados de la vida y la pasión por las guerras
necesarias: las guerras contra la ignorancia, la miseria, la violencia y el dolor.
¡Vibre en vuestra palabra el fervoroso anhelo de bienestar y de dulzura para todos los
pueblos, todos merecedores, por su infortunio o sus virtudes, de una mayor felicidad!
¡Diseminad amor en el futuro que germina al alcance de vuestra mano!

PLEGARIA POR LOS PRESOS

Por la miseria cae el ser en la prisión, y la prisión agranda su miseria. No hay en la
tierra seres mas necesitados. ¡Y la limosna que reciben es de odio!
¡Cuantos hermanos y hermanas, cuántos padres y madres, cuantos hijos tenemos en la
cárcel! ¿Y no nos ha de doler? Carne de nuestra carne ha de llenarla mañana, ¿Y no
nos ha de afligir?
Ante tales cementerios de cuerpos y de almas, tentada está la piedad de pronunciarse
por la pena de muerte, por que no vivirán los que salgan de allí, aunque anden por el
mundo.
¡Llegue un rayo de sol, una sonrisa de amor, una palabra de misericordia a los
hermanos que lagrimean de frío, mientras deliran o sueñan, sepultados en vida bajo la
piedra y la sombra de nuestras cárceles!

PLEGARIA MATINAL

De cuantos se me allegan, yo te pido, Dios mío:
Que ninguno deje de escuchar algo que pueda serle útil;
Ninguno dude de mi serenidad y mi paciencia;
Ninguno note debilitada su fe en si mismo; ninguno lleve de mi alma menos de lo
que él me entregue;
Ninguno piense que me considero superior a él;
Ninguno sienta disminuido su contento;
Ninguno se retire sin alivio para su dolor.

37

PLEGARIAS POR EL NIÑO


I

He aquí, Dios mío, que voy perdiendo las hojas, que se agrieta mi piel y que mi
tronco se inclina como para caer al primer vendaval que lo sacuda, y no brindé a los
que llegan a la vida el fruto que dulcifica el corazón, ni la frescura que serena el alma.
Ahonden más mis raíces en tu misericordia. Pon en mi savia el fuego de tu amor y
hará un milagro en cada vieja rama.
Cada vez que pase un niño dejaré caer una fruta. Cada vez que un niño llore… ¿Qué
puede hacer un árbol para que un niño no llore?
Vuélveme pájaro, para que lo alegre con sus cantos y sus vuelos. Cada vez que lo
maltraten… ¿Qué hará un pobre pajarito para que se maltrate a un niño?
Vuélveme nave, Santo Dios clemente. Me lo llevaré bien lejos, donde no suenen las
palabras ásperas… Más, ¿Qué podar hacer la nave cuando el niño tenga miedo y
pregunte por su madre?
Llega así mi vejez y no encontré todavía lo que te pedí en mi mocedad. Yo sé que Tú
me has oído; yo se que Tú me lo has dado; pero yo no lo encuentro; mi boca
entorpecida no sabe repetirlo… ¡Habla, habla Tú, Padre mío! ¡Dilo a todos los
hombres!

II

Creed, seres piadosos, que deplorarlo en un rincón no basta para redimir a tantos
niños incomprendidos, desamparados y olvidados entre las fieras que hablan.
¡Mirad en el adulto al pequeñito de ayer desfigurado por la torpeza, la incomprensión
y la crueldad, y deseareis convertiros en mano que mendiga para los niños el amor
que se derrama sobre los irracionales y sobre las cosas insensibles!
Creed que hasta las rocas vierten a veces lagrimas por los chiquitos que padecen
hambre, mientras tantos hombres mueren por que comen demasiado; por los que
sufren en su carne y en su alma las amarguras de los padres; por los que se hallan
confiados a cuidadores mercenarios; por los que miran como los gorriones, sin que
sepan como ellos por qué se les persigue; por los que al dormirse clavan como
alfileres sus gemidos en la almohada.

38

III

Colme el Señor sus bienes a los padres que tienen al hijo en su corazón y en su
conciencia, y crece como un rosal a pleno sol sin padecer la dureza de la tierra!
Los que saben que aún así se puede morir, y de su muerte hay consuelo, mas no lo
hay para el dolor de haberlo torturado, que sube cada hora de las entrañas al corazón
y del corazón a la boca.
Los que contemplan en su hijo a la patria que renace, a la humanidad futura que se
malogra o triunfa.
Los que reconocen que es imposible dignificar al niño sin que los propios padres se
dignifiquen a si mismos.
Los que embellecen su vida y la vida del hijo con la luz del amor.

IV

Yo iba en busca de los hombres para mejorar en ellos a la humanidad, y a más de la
mitad de la jornada comprendí que mi afán era ilusorio, y me detuve, y me volví hacia
los niños. ¡Ojalá todos lo comprendan como yo!
¡Ojalá que améis mas a los chiquitos, a los del propio hogar y a los que halláis en la
calle, a los que ríen y a los que lloran, a los que veis y a los que no podéis ver!
¡Ojalá verifiquéis cuán poco roban los ladrones de dinero comparados con los que
roban la alegría y la dulzura de quienes seran los dueños del mundo!
¡Ojalá distingáis entre las culpas aquella tan horrenda de matar en un niño a un
hombre a quien no se conoce y que la vida reclama!
¡Pidamos a Dios clemente y misericordioso que el espíritu humano se redima por el
amor al niño; que las mentes que vagan en las tinieblas busquen la luz en la mirada
del niño; que las conciencias torturadas hallen la paz en el amor al niño!

39

PLEGARIA AL SOL

Entra como buen padre a los hogares y alégralos con tus caricias vivificantes!
¡Mézclate con nuestra s_YU_YU\YUFYU_YU_YU@_YUtu
palabra luminosa.
Contempla, ¡Oh Sol, a tantos niños pálidos que vacilan por el camino de la vida, a
tantas madres débiles, a los ancianos que con pesada carga descienden por la
empinada cuesta hacia el olvido.
Mira las mieses y los frutos de todos, y más aún los de los pobres. Tu mirar basta
para que se llenen de jugos nutritivos.
También la ágil hormiga te reclama tu fuego; y la leona, a la entrada de la cueva, te
aguarda ansiosa para presentarte a sus cachorros.

PLEGARIA POR UN MUERTO

Sólo sé que fue un buen hombre, ese que pasa acostado entre el bullicio de la gran
ciudad.
Va, Señor, hacia Tí. A Tí sólo te ve y te escucha, y en Tí sólo confía por que para
todos hay en tu casa un aposento, para todos un sitio en tu corazón.
Si sus ojos miraron maliciosamente, si su lengua o sus manos destruyeron alguna
esperanza, si con sus pies holló este hermano mío algo sagrado… ahora, que su ser
visible ha de convertirse en polvo y va hacia Tí su pobrecita alma, temblorosa y
desnuda, ¡cúbrela, oh Padre, con el divino manto de tu misericordia!

40

PLEGARIAS DEL HOMBRE DEL NUEVO MUNDO

Salve, América, nuevo milagro de Dios para la redención del hombre!
Sobre la esfera terráquea, tus letras brillan como una constelación. Tu nombre suena
como promesa de bienaventuranza.
Extrañas fulguraciones se perciben en tus montañas. Misteriosos ecos se oyen en tus
llanuras. Una mano invisible alisa aquí la frente del hombre dolorido.
¡Alma de América! ¡Manifiéstate francamente! ¡Llueva sobre los hombres tu justicia y
tu amor!
Las multitudes sienten al llegar a tí los afanes del viento; como él se diseminan por
tus vastas soledades; y piensan: hemos encontrado el Paraíso. Y se deleitan con los
perdidos bienes: recobran el ritmo del movimiento, la íntima dulzura de la armonía
universal, la serenidad que rejuvenece, mientras escuchan trémulas el himno de los
seres y de las cosas al hombre que llega: ¡Salve, extranjero, que vienes desde lejos con
tu hijo en los brazos! ¡Seca tus ojos, y entra! ¡América es el hogar de los desdichados!
Y todo hombre se inclina confiadamente sobre tu tierra, cuyo vigor fecundo pasa a su
corazón. Y todo hombre se hace bueno, y dice junto contigo: ¡Paz y amor!
Tu sol despierte a las almas, tus aguas calmen su sed, tus vientos las saturen de
libertad y de amor.
¡Siquiera en tus entrañas se nutra y crezca el germen de la paz! ¡Siquiera en tu corazón
vibre el ensueño de la fraternidad!

II

Mantengámonos firmes en nuestros ideales, en nuestra moral y en nuestro rumbo.
Todavía no esta en nuestro código; pero lo llevamos en el corazón.
Representamos el nuevo mundo moral que corresponde al nuevo mundo físico.

41
Avancemos un paso cada día. Nada podemos perder; todo está por conquistar. Allí
donde otros hombres ponen su duda, pongamos nuestra fe. Purifiquemos el corazón,
oigamos a la conciencia.
El mundo no comprende nuestro destino; tampoco comprendemos nosotros que
haya rodado hasta hoy por lo infinito sin contagiarse de su serenidad y su pureza.
¡Tantas crueldades, tantas ambiciones viles, y tan distinta la dicha; tan breve la
duración de la existencia!
No ambicionamos ninguno de los trofeos que se conquistan con el crimen.
No confundimos la ferocidad con la nobleza y la gloria.
No olvidamos jamás que sin amor y justicia no hay felicidad posible.

III

Compañeros que dormiremos bajo la misma manta: ¡Vivamos en nuestra ley!
El nuevo mundo tiene alma, y esta alma va al porvenir, jinete de los siglos, en el
galope tendido del gaucho por la pampa.
Oíd el clamor de los bosques, de las montañas y los ríos, y de las razas que
soportaron exterminio.
No vaciléis ante lo desconocido. Nada hay más pavoroso que los abismos llenos de
sangre del pasado y las tinieblas erizadas por los gemidos de las generaciones que
murieron en las garras del odio y la crueldad.
¡Que la divina misericordia nos ayude para cerrar el alma y las fronteras a las torpes
ambiciones, para distinguir en lo moral el día de la noche, para ser menos traidores
que el jaguar, menos malos que las humildes criaturas desposeídas de razón!
Llenos de la claridad de nuestro cielo, de la serenidad de nuestras pampas, erguidos
los espíritus como las cumbres de los Andes, contemplemos los albores del nuevo día.
¡Cristo ha de renacer en cada uno de nosotros!

42
¡PADRE NUESTRO!

Inútilmente se ha pretendido suplantarte en el reinado del mundo.
Los que se levantan contra Tí desaparecen como las estrellas al asomarse el Sol.
Tú, solo, en mi voluntad y en mis días, y en mi destino.
A Tí te entregué mi vida, y la acrecientas y pones tus tesoros a mi disposición, y
vienes a mí cuando te llamo, y me consuelas en mis penas, y me orientas en las
dificultades.
Junto a mí estás, Padre y Rey mío, al dormirme cada noche, a mi lado te encuentro, al
despertarme y sé que estarás conmigo en la hora de la muerte.
Para mejor servirte y ver únicamente tu grandeza prefiero tomar el rumbo de tus
aflicciones. Para mejor escucharte te busco en la soledad y en ella ante Tí me humillo.

II

¡Padre nuestro! Los hombres hablan mucho, y cuanto más hablan menos se
entienden,
Multiplican sus afanes, y cuanto mas se afanan, más padecen.
Juntan tu agua en cestos y la derraman sin beberla.
Caminan pisoteando su propia vida.
No miden la pequeñez de sus grandezas, ni la mezquindad de su opulencia, ni la
amargura de sus goces.
Mucha es su hambre de pan a pesar de que en la tierra y en el mar hallarían lo
necesario para el sustento; mucho es lo que sufren, a pesar de que Tu amor debió ya
redimirlos.
Por las veredas de la mentira quieren llegar a la verdad; sin renunciar a las
iniquidades, elogian a la justicia, y en la dura esclavitud de la ignorancia exaltan los
beneficios de la libertad.
¡Padre nuestro! ¡Ayúdalos para que estas dos palabras que viajan ha dos mil años
desde Tus labios al corazón del hombre, lleguen, por fin, a su destino!

43
LAS ENFERMEDADES

Dice el hombre que es la salud el primero de los bienes terrenales. Lo confirman sus
lamentos, su angustia, sus clamores de auxilio cuando le falta. Pero sería forzoso
dudar de su sinceridad si no aceptáramos su ignorancia y confusión, pues
compromete ese bien en todas las circunstancias.
No hay mayor infortunio que la enfermedad, ni miseria mas extremada, ni estado que
tanto exija piedad, ayuda y consuelo.
Todas las exigencias populares tienden a la conquista de la salud, la triple salud: la del
cuerpo, de la mente y del espíritu, la dicha tan ansiada como desconocida y escondida
dentro de vosotros mismos.

II

Lo primero que deberíais hacer ante las enfermedades es clasificarlas por su origen.
Unas no dependen de vosotros; otras, las más numerosas y terribles, salen de vuestra
propia intimidad.
Inacabables anomalías orgánicas brotan del alma perturbada por las bajas pasiones,
del corazón petrificado, del cerebro entenebrecido por la ignorancia.
Abundan quienes sistemáticamente esquivan del cumplimiento del deber, respiran en
atmósfera de simulaciones y mentiras y hieren al prójimo con sus maldades y
calumnias. Luego reclaman salud para su cuerpo y paz para su alma.
Tanto suelen parecerse ciertas enfermedades a los remordimientos de conciencia, que
es imposible dudar de su identidad originaria. Pero el vulgo solo quiere que el médico
suprima los efectos mas visibles o dolorosos del mal y únicamente menciona estos
efectos.
Nunca se oye decir que alguien esté enfermo de torpeza, holgazanería, soberbia, gula,
codicia, lujuria. No obstante, son las enfermedades más comunes.

44
Como hay quienes esperan morir para ir al cielo, que es un estado de conciencia,
existen, quienes, viciosos, haraganes o perversos, confían en que se les inyecte esa
serena y apacible regularidad orgánica que es la salud.
El átomo se halla sujeto como Júpiter al ritmo augusto. No hay una idea, un
sentimiento, que no produzcan reacciones disonantes o conformes con la universal
armonía. Nada existe en secreto para la vida; nada esta aislado; todo influye en los
demás y es influido por todo.
Cada mentira, cada injusticia, cada culpa repercuten en cierto órgano y modifican su
actividad. Hay vicios y pasiones que alteran todas las células, comunicándoles una
vibración anormal. En rigor, la mayoría de las enfermedades son consecuencia de las
perturbaciones del espíritu.
Por la ignorancia de estos hechos, agranda el ser humano su martirio.

III

Nada más humano y triste que vuestra confusión en cuanto se refiere a la salud. Lo
frecuente es que evitéis como un mal lo que os conviene; que busquéis como
beneficioso lo que solo redunda en vuestro daño.
Es que no tenéis el guía casi infalible que es el instinto, para asegurar la salud en
cuanto depende de causas materiales.
Si un gato es atravesado por una bala, y no muere en seguida, se esconde en un
rincón, sale de allí, si le es posible arrastrarse, para tomar sol, no come; y en muchos
casos, ni agua puede beber.
Sus posibilidades de curación son a veces mayores que la de un príncipe rodeado de
los más eminentes facultativos.
Mi perro elige el alimento mas adecuado para él; cualquiera sea la cantidad que se le
ofrezca, toma solamente lo necesario, no come nunca sin hambre, no come dos veces
algo que le haya dañado; si enferma, se prescribe la quietud, la dieta, y busca e ingiere
hierba que le ayudan a recobrar la salud. Es lo probable que muera de vejez. Todo
esto, sólo por excepción ocurre entre los humanos.
Verdades útiles y trascendentales de la higiene moderna, como la influencia benéfica
del sol, son conocidas por los irracionales y aprovechadas por ellos con acierto.

45
Y hasta parece que supieran lo que vosotros olvidáis: que si el reposo de la noche
cura del día, que es una enfermedad, el reposo continuado puede curar mayores
males.
Algo más extraordinario aún confunde vuestra muy limitada sabiduría. No sólo tiene
o debería tener cada organismo el instinto que advierte en forma indudable lo que le
conviene o perjudica sino que cada órgano y también cada célula poseen un instinto
propio, una especie de singular inteligencia que tiende a mantener su integridad y la
normalidad de sus funciones.
Si el estómago recibe variados alimentos y se produce el vómito, no los devuelve en
el orden que fueron ingeridos, sino en razón inversa a su digestibilidad, como si los
tuviera ya clasificados.
Al producirse una herida, con maravillosa prontitud la sangre trae hasta allí los
elementos necesarios para detener su propia salida y para reponer el tejido que falta.
Pervertido o anulado su instinto, estrujado por múltiples prejuicios, el hombre
civilizado es incapaz de vivir naturalmente. Muchas veces se ve forzado a imitar
procedimientos de los irracionales. La higiene moderna busca la recuperación de las
normas instintivas para el mantenimiento de la salud.

IV

La inteligencia viene en vuestra ayuda. Tenéis, gracias a ella, la medicina, ciencia y
arte que previene muchos males, normaliza las funciones orgánicas y suprime o alivia
los sufrimientos físicos.
Cuando estéis en pleno goce de vuestras facultades distinguiréis a los verdaderos
médicos.
Mercaderes que están siempre en la cuenta de sus caudales, y a la pesca de lo que
pueda acrecentarlos, debieron ser alejados del que padece y dedicarse a su oficio.
Son los que al desdichado que se retuerce de dolor le dicen: “Procurare curarlo si
usted me paga tanto”.
Son quienes se jactan en los hospitales de menospreciar la vida y el sufrimiento ajenos
y dividen a los dolientes en ricos y pobres, y según esto les hablan y les tratan.
Mas por tales excepciones no ha de juzgarse a los médicos dignos de este título,
siempre abnegados, encendido su corazón en amor al prójimo, embellecida su alma
por el sublime anhelo de disminuir sus dolores.

46
Ellos luchan, no sólo con las enfermedades, sino también con la muy humana
resistencia a la verdad, con las majaderías de la ignorancia, con la presunción de que
la salud se obtiene con el empleo de ingeniosas tretas.
Bien sabe el médico que lo infinitamente pequeño es tan inaccesible como lo
infinitamente grande; que de igual modo percibe el débil ojo humano el misterio de
los mundos celulares, como lo que sucede en la Vía Láctea; que observar un
fenómeno y bautizarlo con un nombre, no implica saber la causa ni mucho menos
poder evitarlo o producirlo.
Imprescindible es el médico, más aún porque la mente enferma junto con el cuerpo, y
entonces las ideas son confusas y por lo común absurdas. Alguien, que sabe el arte de
curar, y que ve y raciocina con la debida claridad, ha de pensar por vosotros lo que os
conviene.

V

Pero, engreída como un adolescente por sus magníficas conquistas, también la
inteligencia se extravía cuando quiere ir demasiado lejos.
Con la naturaleza no valen artimañas. Es tan rígida e inexorable como la suponen los
irracionales.
Las supersticiones curativas atestiguan la influencia de la mente y del espíritu en el
cuerpo. La ignorancia del vulgo se manifiesta al explicar la curación, y la del médico
cuando no aprovecha la verdadera fuerza curativa.
El ser humano es, principalmente, un producto de la imaginación y ésta actúa de
manera decisiva en el organismo.
El buen médico comprende mi parábola de Alicharan.
¿Qué diríais de un astrónomo que, por que conoce el peso, la distancia, el aspecto, la
composición, la atmósfera y la órbita de los planetas, pretendiese gobernar sus
cambios y evoluciones?
Sería el caso del médico que intentara sustituir lo natural por lo artificioso.
No es el médico responsable del papel a veces fatuo y absurdo que se le asigna. El
vulgo le atribuye la omnisciencia, le reclama lo que no depende de él y lo impulsa a la
simulación.

47
El ingeniero calculará con exactitud la resistencia de un puente; el militar, la
trayectoria de un proyectil; el astrónomo, el día en que será visible determinado
cometa. Recabáis la opinión de los demás ingenieros, militares y astrónomos, y todos
ellos llegan a idéntica conclusión. Pero diez médicos delante de un paciente pueden
ser diez interrogantes inclinadas ante un enigma. Y se explica. Si no se existen dos
hojas de una planta ni dos gotas de agua iguales, tampoco puede haber dos
organismos, ni dos enfermos iguales.
Es prueba de locura suponer que con astucia se suprimirá un dolo que la Vida juzgue
adecuado a sus designios, frecuentemente impenetrables para nosotros.
Cada aparente triunfo contra lo inmutable es indicio seguro de que aparecerán males
peores que los conocidos. Así ocurre con la disminución de la natalidad, con la
abstención de la lactancia y con otros muchos cambios.
Cal mitades orgánicas y morales evidencian lo que son estas victorias.
A veces cuando el médico declara que nada queda por hacer y que sólo un milagro
puede salvar a un enfermo, se produce algo parecido a la suspensión de hostilidades
entre los ejércitos. La Naturaleza suele aprovechar esta tregua para salvar al
organismo de su disolución.
Ella anda por caminos que nuestra inteligencia no conoce.
La medicina realiza verdaderas proezas para disminuir vuestros padecimientos. No le
exijáis el milagro de sustituir vuestra voluntad en la conquista de aquella normalidad
orgánica que es un reflejo de la paz de la conciencia.

VI

No hay mayor infortunio que la enfermedad, ni miseria más extremada, ni estado qu_YU_YU\YUFYU_YU_YU@_YU y no entendéis lo que os dice. Y si el mal es incurable, y se apagan
todas las luces de la tierra, quisierais haber sido lo que no fuisteis, y quisierais haber
hecho lo que no hicisteis, y os volvéis con los ojos cerrados hacia el cielo. Entonces,
esto, y aquello, y lo otro ya son nada, y veis lo que mirabais, y escucháis lo no oído y
buscáis lo que fué menospreciado.

48
En nada más patente la diferencia entre el hombre y el irracional que en las
enfermedades, por que en el irracional todas llegan de fuera y en le hombre las más
graves provienen de la ausencia de la vida espiritual, de la falta de contacto con lo
eterno de comunicación con lo divino.
Temerario es el desorden dentro del orden que rige en el Universo, y nadie sin
padecer pretenderá quebrantar su majestuosa armonía y su sagrado ritmo.
Nunca estáis más enfermos, de la triple enfermedad que roe el cuerpo, el intelecto y el
alma, que cuando, a espaldas del Señor, buscáis sus bienes, y siendo trotacalles y busca
placeres, queréis el dulce sosiego, que rueda en gotas de serenidad por el
firmamento del espíritu y cae como bienhechor rocío sobre la carne.
Confiad en la plegaria, por que sois ignorantes o por que sabéis algo, por que sois
poderosos o muy débiles, por que os sentís tristes o contentos, porque estáis sanos o
enfermos, o por que os llega la hora de la muerte.
Confiad en la plegaria, que os une a lo invisible, al Regidor Supremo, al Dispensador
de todo bien. Ella es luz encendida dentro de vosotros, alba que se levanta de la tierra
al cielo y que os orienta hacia la única felicidad posible. Pues la salud integral viene
de adentro y es la bondad que se manifiesta y crece bajo el influjo de vuestra
voluntad, la voluntad que os ha de redimir.
No la conquistareis con arrogancias, novedades o malicias, no la tendrán jamás el
iracundo, el glotón, el envidioso, el holgazán, el avaro, ni el soberbio, ni el codicioso
de los placeres fugaces.
Es la conciliación con las verdades supremas, es la fe, es el trabajo, es el amor a
cuantos tienen en el cielo a un mismo Padre.
Huye de los inquietos y ambiciosos, y se asienta en los de humilde corazón, en los
que saben de la frescura del reposo, y buscan el aroma de la soledad y escuchan la
gran voz que habla en el silencio.
Mansedumbre de arroyuelo que se desliza suavemente como un rezo; florecilla que
brota en lo escondido como una dádiva del todo poderoso.

49
CARTAS INTIMAS

A una madre.
Ayer te vi que golpeabas el cuerpo de tu hijo.
Fué un mal momento tuyo; lo comprendo. En seguida te arrepentiste. Pasaron horas
y no podías olvidar aquella tierna carne estrujada por tus manos. ¿No te pareció, al
dormirte, que el niño te miraba y te preguntaba con sus ojos cómo, habiéndole dado
la vida, se robabas así?
Me has dicho que tu hijo es malo y que si no lo corriges será peor.
El no hace nada que no aprenda de ti, de tu marido o de otras personas. ¡No es
posible que un niño sea tan sabio y tan santo para discernir siempre entre lo bueno y
lo malo, y no hacer lo malo jamás!
Si es violento, ¿de guíen copia la violencia? Si miente. ¿A quien oyó mentir? Si es
nervioso, ¿Cómo podremos exigirle que restablezca por sí mismo el equilibrio de su
organismo? ¿No has visto que los caballos tratados con rigor son más díscolos y
enflaquecen y mueren antes de tiempo? ¿No sabes que los niños flagelados juntan
odio y cuando llegan a hombres este odio perdura en su corazón y devora su bondad
y su alegría?
Sé dulce con tu hijo, madrecita. Sonríe y bésalo cuando menos bueno te parezca.
Quizá la visión de las acciones incorrectas, los ritos y los castigos han trastornado su
naturaleza.
Pero se curará con tu ternura. Convéncelo de que es bueno, y con tus palabras y
caricias ayúdalo, madrecita, para que comprenda el bien, para que su corazón se
dulcifique y su mirada sea franca y luminosa.

50
A LA HIJA QUE SE FUE

Vuelva al hogar la ovejita descarriada!
No conozco a tus padres, pero es seguro que te abrazarán llorando de alegría. Si te
asustan sus gestos y amenazas, comprende que los hacen para que te detengas, como
cuando eras chiquita y correteando te acercabas a un abismo.
Vuelve, que, como ellos, nadie te querrá; como su corazón, ninguno comprenderá tu
tontería. El amor de los padres es tan puro que cree con la traición del ser amado.
Imagina que de noche, tu padre, desvelado, oye el suspiro de tu madre y dice: “¡Que
vergüenza!... ¡Sufrir por esta perdida!” Y es bien posible que ella, entonces, finja que
duerme, y él también, y que las cabezas blancas cambien de cada sitio a cada rato
sobre la almohada húmeda de lágrimas.
¡Vuelve! Dormirán tranquilos y en secreto se dirán que ya eres buena y que aquello…
¡No importa!

AL QUE ANHELA RIQUEZAS

Yo también veo la reverencia del mundo para los poderosos y sé que con voluntad y
tiempo de es posible acumular una gran fortuna. Yo, como tú, como todos los seres,
busco el placer; así que consulté a mis consejeros.
La conciencia me dijo: Quieres apoderarte del río entero, y basta para tu sed un jarro
de agua. Grandes riquezas reclaman una gran inteligencia, pues para nadie pueden ser
ellas mas dañosas que para quien las posee. Lo que sobra se emplea generalmente en
adquirir estorbos, enfermedades, falsos amigos y arrepentimientos a montones.
Considera, además, la dificultad que existe para alcanzar la opulencia sin robar el
tiempo, la salud y la alegría de muchos semejantes. Y si, al llenar sus arcas, dejas vacía
tu alma, nada te impedirá que en tus días de soledad y de morir recuerdes a los que
despojaste de lo que ellos y sus hijos necesitaban.
El corazón me dijo: No seas malo contigo. Tus vecinos creyéndote feliz, te clavaran
los dardos de su envidia; los ladrones rondarán alrededor de tu persona y de tu casa;
tus hijos, endurecidos por esa especie de orfandad a que habría de condenarlos tu
ambición y siguiendo tu ejemplo de codicia, esperarán con impaciencia tu muerte.

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Para retener grandes riquezas deberás ser todos los días egoísta, cruel, avaro,
hipócrita… Y cuando a solas te preguntes si eres feliz, ¿quién ya muerta tu madre, te
absolverá y consolará?
Así me aconsejaron, igual casi los dos, como si la conciencia y el corazón fueran lo
mismo.
Acaso, alguna vez, detuviste tu mano que iba a herir un pajarillo, escuchándolos a
ellos. Ahora, que tu vida entera está en peligro, ¿Por qué no los consultas?

A UN PRESIDIARIO

Cuando pasan los días y los años y no recibes ninguna carta, deseo que ésta te lleve
mis pensamientos.
Hace ya tanto tiempo que vives sepultado, que quizá no recuerdas que también la
ciudad y el mundo entero son sitios de expiación y de arrepentimiento, donde la
condena del dolor se cumple por los delitos más ocultos.
Yo te pido que pienses en otro mundo inmenso, poblado de estrellas ahora invisibles;
aquel a donde irás cuando te mueras.
Y te pido también que te convenzas de que no estás tan encerrado que no puedas
llegar a Dios.
A través de esos muros y por encima de tus guardianes y compañeros de desdicha,
hay quien te mira y sabe si siempre eres el de antes, o eres ya otro por la serenidad y
la pureza de tu alma.
Él también entra en las celdas. Pesa con igual medida la conciencia de un santo que la
tuya. Y la perenne dulzura de su amor cabe en el corazón de un presidiario.

A UN VANIDOSO

Vivía hace siglos un señor tan inclinado el lujo como tú. Tenía muchos criados,
primorosos vestidos y una carroza casi más espléndida que la del rey. Su palacio
estaba lleno de tesoros. Era su preocupación constante sobresalir de los demás.
¡Como le atormentaba cualquier detalle que le parecía impropio de la morada de un
gran señor! ¡Cuánto anheló cierta joya y al fin la obtuvo y la ostentó con orgulloso
júbilo! ¡Que tremenda contrariedad le produjo, cierto día, sorprenderse de paseo sin
la hebilla de plata en un zapato!
Y mas no puedo contarte, por que enterraron toda su enorme vanidad con él.
¿Cómo se llamaba?... No sé. ¡Nadie en la tierra lo recuerda!

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LO MEJOR

Bueno es tener de sobra, y mejor sólo tener lo necesario; bueno es gozar la vida, y
mejor aún conocerla; bueno es que te ayuden, y mejor triunfar solo; bueno es saber
hablar, y mejor saber callar; buena es la adecuada compañía, pero es mejor poder
estarse solo; bueno es vivir exento de trabajos, pero mejor es tenerlos; bueno es que te
aplaudan, mejor aún que te señalen los defectos; bueno es ser libre, pero es mejor la
esclavitud del recto; bueno es llegar a ser grande, pero es mejor aún que sigas siendo
niño; bueno es que te amen, pero es mejor que ames tú; bueno es saber viviendo todo
esto, y mejor aún vivir como ignorándolo.

A UN IMPACIENTE

Todo, en efecto, lo tienes para realizar lo que deseas. No obstante tu obra te resulta
imprecisa y confusa. Y esta imperfección te aflige.
Olvidas, amigo mío, que nada completo se hace sin el concurso del tiempo. Sólo con
él se transforma el carbón en diamante, sólo con él cristaliza un pensamiento y
adquiere la obra de arte serenidad, pureza, luminosidad, armonía.
No te presuras ha hacer lo que concibas. Si tu propósito esta de acuerdo con tus
posibilidades, alguien, sin que lo notes, trabajará y adelantará lo necesario para
facilitarte la tarea y asegurar el éxito.
Si al dormirte has pensado en una realización y eres despertado durante el sueño,
sorprenderás a ese alguien que sigilosamente trabaja en tu problema.
Si al concebir una obra dejas a ese obrero misterioso el tiempo necesario para que te
ayude, la obra saldrá de tu cabeza y de tus manos como una cosa que estaba casi
hecha.Tu mente puede ser como un herrero que, con el firme propósito de forjar una pieza,
la coloca sobre el yunque, enciende la fragua, espera… y halla luego la pieza casi
pronta.

A UN AMIGO

No vengas a buscarme para asistir a la solemne ceremonia.
No me pidas el elogio de tu caridad.
No te conduelas de la muerte de mi hija.
No deplores que los hombres me calumnien.
No me justifiques, no me elogies.
Es verdad que se muere poco a poco.
Para todo eso morí.

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A UNO QUE ES COMO MUCHOS

Cuando a tu amada le rindes tu voluntad a cambio de la suya;
Cuando me cuentas el favor que le prestaste un amigo;
Cuando enumeras los gastos que te imponen los hijos;
Cuando te quejas del olvido hacia tus sacrificios por el pueblo:
¿Cómo dices que diste, si lo cobras?

A UNOS PADRES AFLIGIDOS

Comprendo que el inmenso dolor os anonade; pero es la hora de que miréis al cielo,
y su paz descenderá poco a poco a vuestro espíritu.
Es la hora de la humildad, y ella os dice cuantos padres que hoy viven, y trabajan, y
sonríen pasaron por igual trance y que nada os autoriza a creeros privilegiados entre
ellos.
Es la hora en que la inteligencia ha de ayudaros a echar tiempo sobre vuestro
infortunio y a suponeros diciendo: “Hace diez años perdimos a nuestro hijo”
Es hora de reflexionar cuan poca cosa es el hombre y que aquello que no depende de
su voluntad reclama su juiciosa sumisión a las inescrutables leyes que rigen nuestro
destino.

A UN PORTERO

Eres el más indiferente y frío de los porteros. Abres la puerta para cada persona, y
determinado número de ellas en cada jornada. Esa puerta es la única salida de este
mundo.
No sabes para quiénes la abres cada día, ni te importa; solo sabes que vendrán y
pasarán hacia la eternidad.
Si un día quedan algunas fosas disponibles, esperas a los rezagados con la misma
actitud que tu colega el de los ataúdes.
No obstante la dureza de tu oficio, te suplico que ahondes más esa fosa y que la alises
amorosamente: es para un hombre que dijo la verdad y se identificó con la justicia…
¡No cuenta con otro cariño más que el tuyo!

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A OTRA MADRE

Te equivocas, ¡Oh madre! Tu hijo es bueno. Es extraño que yo lo sepa y tú lo
ignores.
Este es aquel a quien recibiste como a un ángel; a quien pusiste la corona de tus besos
para que fuese tu rey.
¡Tu voz era tan dulce!... ¡Tus manos eran tan suaves!
Ahora sus ojos preguntan por todo eso, por que él es pequeño aún, lo será toda la
vida para ti.
-Hijito, tú que eres tan bueno…
-Nuestro hijo, que es muy bueno…Así se habla en las casas de donde salen los hombres de bien.
Nada te quite tu convencimiento de la bondad de tu hijo. No lo despojes de la
confianza maternal, porque esto es arrebatarle la vida que le diste.
Si tu voz y tus manos lo degradan prematuramente ¿Quién lo podrá redimir?
No habría fe, si las madres la perdieran; ni esperanza en el futuro, si las madres la
destruyeran en su hijo.
Yo sé que ansía ser feliz. Ayúdalo con tu amor para que lo consiga; bésalo a cada
error, para que perciba tu pesar, y nunca le anticipes las crueldades del mundo.
Yo sé que sufrirá mucho, que andará penosamente la senda de su vida y que, al cabo
morirá en padecimiento. ¡Dulcifícale y bríndale tu ternura mientras vivas!

A MIS HIJOS

No tengo que deciros algo distinto que a los demás hombres. Solo debo pediros que
me superéis en rectitud.
Lo mejor que hallé en el mundo fue el trabajo. Cada cual en el suyo sirva a Dios.
Vivid con la inocencia del niño y la sencilla naturalidad del insecto y tened el gozo
del premio merecido en vuestra obra.
Si me habéis entendido, no me llorareis por muerto, pues os compadecería en vuestra
ignorancia.
Seguid por mi camino, y yo iré con vosotros, y me sentiréis a vuestro lado.

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A UNO QUE ME ESCRIBIO

Te agradezco tu carta, pero no puedo ocultarte mi perplejidad al leerla. Me dices que
deseas conocerme y escucharme. Si mis obras no te sirvieron para ello, menos aún lo
conseguirás en una visita.
Me hablas de un proyecto de homenaje. El mejor homenaje para un autor consiste en
leer sus libros. Y para ello es lo mismo que el autor viva o no, es lo mismo ahora o
después.
En cuanto a tus alabanzas cara a cara, no puedo de ningún modo dedicar mi tiempo a
oírlas. Aun cuando fueren fundadas, las preferiría silenciosas, lejanas, ignoradas por
mí. Así las recogería Aquel a quien únicamente corresponden, el Supremo Inspirador
de todo pensamiento generoso y de toda expresión noble.

A FULANO

Siento mucho tener que incomodarte para decirte que olvidas lo principal.
Lo principal es lo otro, aquello que está mas lejos de tus ideas y de tus ambiciones, lo
que supones que no llegará jamás.
En tal olvido, acomodas tu vida para millares de años. Es como si te mandaras hacer
el traje de diez metros de largo, y habitaras en casa de cincuenta dormitorios, y te
pusieran en tu mesa para tu personal servicio cien cubiertos.
No te distraigas, no pierdas la noción de lo que eres y de lo que te espera.
Por mucho que te aturdas, acabarás por verlo claramente.
Por más que rías hora, te pondrás serio después.
Y aunque ocultes tus pasos y tus designios, sabido es a donde vas.

NO ESPERES

No esperes para ser bueno, ni para dar lo que puedes, ni para reparar una injusticia.
No esperes oportunidad para realizar una acción noble: búscala.
No esperes a que venga el ofendido: ve hacia él.
No esperes para perdonar a tu enemigo: perdónalo ahora mismo.
No esperes que los demás te hagan justicia: háztela tú en tu conciencia.
No esperes el día siguiente para comprender cuán vanos son los halagos corporales y
el amor a la riqueza.
No esperéis hasta la hora de morir para reconciliarte con Jesús y para entregarl_YU_YU\YUFYU_YU_YU@_YUs siempre en el dolor y en la
alegría. Paseamos de la mano por los jardines floridos de la primavera. Dormimos
junto al fuego en los inviernos. Unidos vamos hacia lo invisible.
Mezclaste tu ser al mío, en los años y el los hijos. Tenía una voz, un cuerpo, una
mirada. Ahora te has vuelto múltiple. Ahora tu vida florece en cada uno de nuestros
hijos. En todos ellos recobras tu juventud y me brindas tus encantos.
Llegamos a la cumbre y descendemos por el lado opuesto. Sucederá algún día la
extraña cosa de la separación. Con sus gemidos, uno llamará al otro. ¡No olvide el
que se quede unos días más en la tierra que la muerte es una ilusión de los sentidos!

A MI MADRE

La vejez viene a mí, viene con tu mismo andar; me mira con tus ojos. Yo pienso que
eres tú misma; tú, que vuelves a buscarme y que me encuentras donde me dejaste;
niño como me dejaste. Parece que no hice más que esperarte, pero se menos que
cuando tú me hablabas. Tengo menos que cuando estabas tú conmigo… ¡Hazme
reír; hazme llorar de nuevo, madre mía!
Te busqué siempre y te esperé todos los días.
Te vi una vez como una estrella enorme y temblorosa en la noche de mi pena.
Te oí una tarde divina, cuando ya se ponía el sol. Eras aquella calandria que desde lo
invisible inundaba mi alma de armonía. Todo se transformaba con su canto en el
cielo.
Como hiciste conmigo, hice yo con los hombres. Arranqué de mi carne y de mi alma
cuanto pude y se lo di. No me habías dicho que duele.
No encontré nada en el mundo con que comparar tus manos. Pasaban por mis
cabellos como besos que se rompían de ternura. ¡Ponlas ahora en mis sienes, encima
de mis ojos, y sobre todos mis dolores!
¿Qué dices tú, madre mía? ¿Es o no tu hijo el que vuelve? La vida me ha desfigurado
pero tú sabes quien soy. Tú, únicamente, me verás como yo era.
Prepárame bien la cuna de tu cuerpo. Tengo mucho que decirte; pero no te diré nada,
tan chiquito voy a ser en tu regazo; tan chiquito y tan callado; todo encogido para
que puedas esconderme bien contra tu seno; todo dormido para que tú, madrecita,
me sonrías y me beses como antes.

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SIEMBRA DE AMOR

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Levántate sembrador. Es la hora de que comiences la tarea.
La campana del cielo vibra cada vez más cerca, y ya resuena en el gallo.
Adelante y detrás de ti esta lo infinito. Arriba y debajo de ti esta lo infinito.
Prende la luz de tu espíritu. Enciende el fuego de tu corazón.
Tus bueyes son el amor y la justicia, y tu cuchilla, la verdad. Corta la dura tierra,
desde Oriente hasta Occidente y desde el Norte al Sur.
Que tus pasos retumben en las concavidades de la tierra. Que su matriz se estremezca
para recibir tu siembra.
Tu mano reproduzca el movimiento de tu corazón.
Empuja la soledad. Quiebra el silencio. Y avanza.
Siembra, como Él te dijo, la palabra del bien y del amor. Día llegará en que tu
siembra se levante como una bendición sobre la tierra.

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II

Avanza firme y serenamente en tu camino. No hay grandeza posible sin paz intima.
La hierba y el ratón tiemblan ante el menor soplo, y el grano de arena no conoce el
reposo. ¡Cobra la serenidad de los espíritus puros en la inmensidad del tiempo!
Tu tarea es hacer el bien, ir adelante hasta llegar a Dios.
Defiende a los que no puedan defenderse; di las verdades que no están en manifiesto.
Nada busques, nada esperes aquí abajo. El aire del cielo te alimentará.
-Si te amo –dice el Señor,- ¿Por qué desearás ayuda o gloria?
Purifica tus oídos para escucharlo.
Tus ojos, para verlo.
Tus manos, para aliviar a los que sufren.
Tu lengua, para repetir sus enseñanzas.
El pondrá en tu corazón todo el valor que hace falta para cumplir tu destino.
¿Qué esperas?... ¡A ti te esperan!
Señala cada jornada con un alivio para muchos seres. Nada te turbe en tu afán de
cada hora. El bien sale de ti con tu palabra. Ponla en los tristes, en los desconcertados
y en las cárceles.
Los árboles, ¿son las plegarias de la tierra?
Los pájaros, ¿son las penas que se llaman?...
Sigue, sigue, sembrador. Nada de esto es para ti.
Ayuda a los que en las tinieblas se debaten. Ablanda con tu voz los corazones.
Háblales a los niños, a los ancianos y a las madres.
Que Tu amor se derrame y que no sepas donde.
Que tus esperanzas como abejas vuelen y regresen cada día, y junten y elaboren y no
veas el panal.

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No mires hacia atrás, ni te detengas ante los que ya vuelven de la vida. Bien sabes que
desde lo insondable te acompañan los que murieron y viven, y que el polvo que pisas
es lo que vivió y murió.
El viento pasará sobre tu siembra y la arrebatará; mas tu vuelve a sembrar y no te
aflijas.Tú no tienes, no esperas, no recoges. A veces eres el río, por el que pasan los bajeles
del Señor. O la portada en que Él entrega sus dones. O la hendidura de la tosca
piedra de donde brota el misterioso manantial.

III

Ten por cierto que el mundo te aguardaba; que tu amor entra en las almas como un
amigo en casa del amigo, y que vas por el sendero que Él recorre cuando desciende a
la tierra.
Oye su voz que baja desde el cielo y sube de lo hondo. Llénate de su palabra, y no
escuches nada más.
Los otros que te amarán no llegaron a la vida todavía.
Uno solo a tu lado. Uno solo tu camino. Uno solo tu día a través de los días y las
noches.
Piensa en los que esperan de ti alivio. Imagina que son tantos que amargaron con sus
lágrimas el mar y en su aflicción resquebrajaron las rocas y formaron las arenas.
¡Toda palabra de bien caiga en el surco del dolor!
¡Toda palabra de fe llene el vacío de la duda!
Conoce a las multitudes, y no las desampares.
Difunde la realidad de la otra vida; levanta el alma del hombre sobre las bajas
pasiones. Como si cada día sea el único día sobre la tierra; como si cada palabra fuera
tu postrer palabra para los que padecen y maldicen; como si al mostrarte ahora, fuera
la última vez que apareces en el horizonte humano.
Cuando el mundo comprenda tu destino, ya el Sol se habrá ocultado en el horizonte
y la gaviota volará para oros mares.

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IV

¿Que silencio hay comparable al que te envuelve? ¿Qué soledad cual la tuya?
Guíete la luz del espíritu. Se apaga el fuego de tu corazón.
La campana que vibra es a de antes; pero ya no resuena para ti.
Un tallo creció y dio fruto. Secóse luego y no existirá más.
Voces celestes atraviesan tu alma como a ventana abierta entre dos inmensidades.
Un pájaro nacerá a cantar donde caíste.El pide para sus ojos la ceniza de tu corazón.
Para sus alas, la ceniza de tus ojos.
Duérmete ya, sembrador. Es la hora que descanses. Tu amado llega y te besa.

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LOS CASTIGOS

La verdad más evidente para el hombre es su propia imperfección.
Puede definirse el hombre como el ser terrenal consiente de su imperfección, y la
vida, como un incesante esfuerzo, sin otro objeto lógico y visible que disminuir esta
desgracia.
Todo esta unido. Cada ser es como el nudo de una malla por cuyos hilos circulan en
perenne reacción mutua las causas y los efectos.
Pero el hombre ha llegado al fatal error de considerar sus abstracciones como
existentes en la realidad, y así el don maravilloso de la abstracción se ha convertido en
fuente de fracasos y amarguras.
Quiere el médico moral infundir la salud de la fe en el alma que habita un cuerpo
enfermo; busca el médico del cuerpo restablecer el equilibrio en el organismo cuya
alma esta perturbada.
Ved al legislador, como al educador y al padre de familia, obstinados en considerar la
culpa como un acto espontáneo, con prescindencia de la doble serie de causas
fisiológicas y morales que la determinaron; obstinados en no ver en el culpable más
que un momento particular de la existencia; obstinados en conseguir la regeneración
por el castigo.
Mas ni el padre de familia ni el legislador conocen la relación que existe entre las
imperfecciones que pretenden corregir y los castigos que aplican.
Uno y otro degradan más aún la naturaleza humana creyendo que la mejoran.
No es apto el ser humano para castigar. Carece esta desdichada y frágil criatura del
poder y la sabiduría necesarios para redimir por el dolor. ¡Cuan fácil es maltratar a un
pobre niño! ¡Cuan fácil condenar a un irresponsable a “secarse” en una celda! Pero,
¿Con que derecho se hace todo esto?
Parece cosa de menor cuantía que los padres empleen la violencia para corregir a sus
hijos. ¡Desdichada humanidad! Nunca saldrá del laberinto de sus penas mientras
vuelva la espalda a la ancha vía de su redención, considerándola un atajo inútil;

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mientras el ser humano sea estrujado y envilecido a medida que crece, y se transforme
para siempre su delicada organización, y la torpeza y la amargura de la especie caigan
sobre las generaciones que se levantan, en los castigos que los padres infligen a sus
hijos.
¡Claro que estas criaturas al ser adultas mirarán sin temblar de espanto vuestras
cárceles; desgarrarán como fieras la carne de la mujer que no los ama; empuñarán
siempre el látigo, vengándose de la afrenta recibida!
Sabéis ahora que la inquisición no infundía la fe; que el despotismo no asegura el
orden; que “la letra con sangre NO entra”. Comprenderéis también que la justicia
actual no produce la virtud, sino precisamente lo contrario.
La virtud es la unión del cuerpo sano y el alma depurada de lo ruin. Es el agua
transparente, en que lo denso y turbio fué a lo hondo, por un milagro de la serenidad.
El castigo somete “lo visible” del ser humano; ser que es en su mayor y esencial parte
invisible.
El castigo es maldad y provoca una reacción de igual naturaleza.
¿Por qué ha de castigarse al que soporta anomalías hereditarias o el contagio de un
ambiente depravado? ¿Influirá en el bienestar de la especie el sufrimiento infligido a
un efecto de nuestras imperfecciones, a una consecuencia de nuestros vicios, al que
lleva mayor carga de la miseria común?
Perpetúase así la contradicción entre la calidad íntima –la verdadera vida- con la
realidad aparente – que es ficción de la vida.
Nadie, por el castigo, dejará de pensar mal, ni adquirirá un elevado concepto de la
vida.
En cuantos pretenden infundir bondad a viva fuerza; en el obtuso maestro, que al
maltratar groseramente al niño se propone embellecerlo; en el tirano que a hierro y
fuego quiere moldear la vida a su capricho, persiste la satánica obsesión de regenerar a
la humanidad por los tormentos y la muerte.
La sensatez y la cultura os enseñaron a preservaros por medios racionales del rayo, del
desbordamiento de los ríos, de la sequía, de las pestes.
Se ha redimido de “la culpa” a la naturaleza; pero no al hombre, como si no fuera
parte de ella.
Es que con frecuencia las pasiones, para sobrevivir, cobran como algunos animales
engañosas apariencias. La venganza, con traje civilizado, finge ser aleccionamiento, y
se llama castigo. Es siempre aquel ciego impulso que movió al hombre inferior a
vengarse del daño recibido.

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No ha mucho que también los animales eran sometidos a proceso y condenados a
espantosas penas. ¡Con el mismo resultado que en los infelices locos que hoy llenan
las prisiones!
Consiste vuestra justicia en cobrar en sufrimiento el sufrimiento, en menospreciar la
vida de quien la ha menospreciado en los demás; en matar al que mató.
¡Y decís que es una advertencia para los otros!
¡Y consideráis infame la vieja ley de Talión!
Pena de muerte deberíais decretar para las causas de la degeneración; para los robos
de salud y de alegría, para los crímenes y vicios que perpetúan el hambre y la
ignorancia.
Cuando estéis limpios de ferocidad, cuando al ladrón de algo no le robéis la
existencia, cuando detengáis el brazo que castiga, podrá entrar en vosotros la felicidad
anhelada.
Cambiará vuestro destino. Se levantarán los caídos. Resucitarán los muertos que
andan entre vosotros: aquellos que mató vuestra crueldad.
No esperéis piedad del cielo sin apiadaros vosotros; ni subir más, mientras holléis
brutalmente a los de abajo.
No pretendáis mayor gracia de Dios mientras ella no tenga sitio en vuestra alma, pues
os la da sin medida y no podéis recibirla.
¡Que mal habéis entendido lo que os decía Jesús! Os pedía que dejarais a los niños ir
hacia él. No pueden ir. Vuestra dureza no los deja.
¿Y en quién vendrá, sino en ellos, la bienaventuranza que esperáis?
¡Ay amigos míos, qué pena: inspira odio en vez de compasión el infeliz que roba o
asesina!
¡Ay, amigos, qué pena: al más sediento se le priva del agua y al más impuro se le
esconde el sol!
¡Ay, amigos, qué pena: se olvida que todo se cura con amor
!La justicia de Dios premia el esfuerzo hacia el perfeccionamiento.
Puso al hombre en este vasto taller de alfarería, donde todo es de barro.
Quiere que cada cual tenga la vida en sus manos y la modele lo mejor posible.

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La justicia del hombre será aquella que ayude para orientarse hacia el bien.
Conocerá los resortes que convierten al criminal en un ser bueno y los muros que no
permiten la evasión.
Mirará como más locos a los que hacen y ahora están en la cárcel, que a los que
hablan de hacer y están en el manicomio.
Verá en el suplicio fuente de males peores que los que lo provocan y de mayor
perturbación; fuente de ciegas furias vengadoras que circulan por los siglos en la
sangre de la especie.
Comprenderá que todo hombre busca el placer y ayudara a la inteligencia y a la
sensibilidad para encontrar los verdaderos goces.

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LOS CIRCULOS

La Tierra parece un círculo que describe una curva cerrada alrededor del sol que
parece otro círculo.
Todos los astros son, a nuestros ojos, círculos; todas las rutas celestes tienden a la
forma circular
.Concebimos el espacio como un círculo. La materia es un círculo o una suma de
círculos. Solo el círculo da la sensación de plenitud.
El sol evapora las aguas del mar; pero ni una sola gota deja de volver al mar.
Las aguas roen la tierra y se la llevan, mas luego la devuelven en nuevas formaciones
de tierra firme.
Sube otra vez hasta la rama del árbol la dulzura del fruto que cayó, y hasta otra flor el
aroma de la flor ya destruida. Siglos, muertos y enterrados, permanecen los árboles y
se convierten en hulla, pero al cabo ésta despierta, sube en humo a lo alto, forma
castillos de ensueño, y después baja a transformarse en árboles.
Mientras el brazo del sembrador, con un arco de círculo, hoz impalpable, corta la
nada, su puño le enseña al germen, abriéndose hasta diseñar el círculo, cómo se ha de
expandir.
Y traza el gallo con la punta de un ala el círculo nupcial mientras recibe el germen el
impulso de vida que es un movimiento circular.
Todo lo mira el hombre con su pupila circular; todo lo más que puede andar en cada
dirección es una circunferencia; todo cuanto hace es deshecho para ser rehecho otra
vez; todo en él sale de un punto y a él retorna en una curva cerrada.
Rigen idénticas leyes para las cosas y las almas, para las ideas y los sentimientos, para
los individuos y las civilizaciones. Cuanto existe en la Tierra describe su propia órbita
a semejanza de la que recorren los planetas alrededor del Sol. Todo tiene su aurora y
su mediodía, su crepúsculo y su noche, en un continuo morir y renacer, como los
días, como las estaciones.

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El año traza su círculo en el tronco del árbol; forma la piedra, cuando cae en el lago,
inacabable número de círculos; vibra el bronce y se es_YU_YU\YUFYU_YU_YU@_YUiento en el espacio, y, a
este conjuro, los círculos van poblando lo infinito.
Gira la vida, que es un círculo, en movimiento circular; trazan los vientos y las aguas
sobre la superficie de la esfera circunferencias en número infinito; giran los insectos
alrededor del foco luminoso, y los derviches de la India alrededor del Signo
Espiritual, y los planetas alrededor del Sol, mientras revolea el hombre su honda
mental bajo el círculo de la bóveda celeste.
Imposible le es al ser humano contar todos los círculos; a medida que los cuenta, él y
la naturaleza entera describen nuevos círculos.
Imposible le es al alma seguir a una sola alma en su vuelo en espiral.
Imposible le es al pensamiento herir con su golpe de honda lo infinito.
El círculo limita la razón y la existencia planetaria del hombre. Sale su alma de lo
invisible y a lo invisible regresa; sale su inteligencia de la ignorancia, y a ella retorna,
después de andar por la sabiduría. Cuanto más se engrandece, mas echa a ver su
pequeñez; cuanto mas se aleja de sí mismo en busca de la verdad y de la dicha, menos
puede encontrarlas; cuanto más tiempo domina, mas crece el tiempo; cuanto más
agranda su visión, más se agranda el espacio.
¿Cuál de los deseos y de las ambiciones terrenales, cuál de los goces y de los cambios
que anhelamos escaparán a la fatalidad del círculo?
¿Qué voluntad, alejándose de la virtud y describiendo una circunferencia, no volverá a
la virtud?
¿Cuál de nuestras pasiones, al apartarnos de la verdad y el bien, no llevará a nuestra
alma en círculo de pena a la verdad y al bien?
¿Quién es el insensato que no siente una fuerza irresistible que lo conduce por el
círculo del dolor, del arrepentimiento y de la enmienda, al punto aquel donde
empezó su extravío?
Como la paloma soltada para que vuelva al palomar, llega a la tierra el espíritu del
hombre.
Como la paloma en sucesivos círculos se remonta a cierta altura, asimismo el espíritu
en sucesivos círculos se desprende y se aleja de la tierra.
Como la paloma que por fin se orienta y va hacia el palomar, así también el espíritu
del hombre de orienta y vuela hacia la Gran Verdad.

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CARTAS AL PUEBLO


PRIMERA CARTA

Apercibido siempre para el gran viaje, me entristece el recuerdo de tus desdichas,
porque siempre te quise con ternura, y nací siempre inclinado sobre tus hambres y tu
angustia, y estuve siempre mirándolas y llorándolas a escondidas, pesaroso de irme sin
darte un poco de alivio.
Yo tengo siete hijos de mi sangre y de mi alma; pero nunca los ame como cosa
distinta de ti. Los contemplo confundidos contigo, partícipes de tus pesares y
alegrías, sujetos a tu destino. Si ellos van lejos y tú te quedas atrás, ¿Qué harán en la
soledad de su camino?
Si ellos gozan de los bienes de la vida y sigues en tu martirio, ¡Miserable de mí que
los hice tan duros y crueles!; y si eres sabio y misericordioso, ¿Qué les faltará a mis
hijos y a sus hijos para edificar su dicha?
Por eso te juzgo mi hijo, por que te doy de lo que tengo, y nada espero de ti. Y no te
llamo mi padre, a pesar de tu grandeza al lado mío, por que nunca medré con tu
cariño, ni me alimenté de tu trabajo, ni te amargué con mis penas, ni me volví por tu
aplauso.
Y no te siento mi hermano, porque, en verdad, no lo eres. Buscas lo que no deseo;
ignoras lo que yo sé; amas lo que creo ficciones; olvidas lo que más tengo ante los
ojos.Se que muchos te exhortan y aconsejan; y que no pocos aplican su inteligencia a
conquistar tu voluntad y convencerte de que te dejes guiar por ellos. Yo mismo, hace
muchos años que traduzco tus ansiedades en lenguaje inteligible para todos.
Tú juzga, pues, y discierne quién te habla por su bien, quién por el tuyo.
Solamente he de advertirte que si no te halagué cuando los sensualismos tentaban mi
juventud, no he de halagarte hoy, cuando es mi gozo y mi gloria servir a Dios.
Te dije en todas las horas las palabras de la sinceridad. Pero no entraban en ti ¡Todas
las puertas cerradas!
Y volvían a mi alma, y mi alma las tenía que recibir, y esperar al día siguiente para
decirlas de nuevo.
¡Cuántas veces! ¡Cuánta pena!
Pero irán siempre en tu busca, y algún día la acogerás y les abrirás las puertas de tu
entendimiento y de tu corazón.

69
SEGUNDA CARTA

Las palabras ilusorias
Lo más singular que he visto en este mundo –después de tus recelos en creer en Dios
y en la existencia de ultratumba- es tu fe en los habladores. A casi todo le encuentro
alguna explicación; de extravagantes acciones suelo penetrar la lógica, y de muchos
caminantes que parecen extraviados descubro la oculta meta; pero tu fe en las
palabras no la puedo comprender. ¿Quién logra, en los trajines del comercio, saldar
deudas con discursos? ¿Qué obrero acepta en pago de su salario algunas hermosas
frases? ¿Qué padre ofrece por almuerzo a sus hijos una peroración? Pero al tratarse de
los magnos intereses y de los trascendentales problemas colectivos, entonces las
palabras te bastan, y por palabras truecas los más caros bienes.
Una sola palabra –libertad- te convierte esclavo. Otra palabra –igualdad- es repetida
mientras subsisten innumerables privilegios. Exiges el reinado de la justicia, mientras
lo esperas indefinidamente.
Cuando tu conveniencia te induce a avanzar, un discurso te hace retroceder, una
arenga basta para que marches adelante. Quienes especulan con tu honor, tu
patriotismo, tu candidez y tu abnegación sin límites te repiten a través de los siglos,
idénticas promesas; es un traje cortado a la medida de tu ingenuidad.
Las palabras sonoras te seducen y no escuchas las que encenderían tu voluntad, harían
más vivas tus necesidades y te obligarían a satisfacerlas con el trabajo y el sentido
común.
Tus ideales caben en tu corazón; pero no todavía en tu cerebro.
Anhelas, no sabes qué. Buscas algo, y no sabes dónde hallarlo.
Preferible seria que oyeras a tu niño o a tu madre; a tu cuerpo, a tu conciencia, al
viento, al mar, y no a los que te hablan demasiado.

70
TERCERA CARTA

El patriotismo
Ama a su patria el hombre que es honrado y laborioso, que gobierna su hogar con
rectitud y entrega noblemente al porvenir parte de sus energías.
El que rompe la tierra con su arado, el que levanta un muro ladrillo por ladrillo,
quienes tienden un riel con dolor de su cintura, quienes dan su trabajo en los talleres
y en los laboratorios, quienes se afanan para disminuir la ignorancia y los
sufrimientos de la especie, los que buscan la verdad, los que forjan belleza, todos ellos
sirven y honran a la patria y la engrandecen cada minuto con su esfuerzo.
El hogar, la patria, la humanidad, la vida espiritual, forman círculos concéntricos con
el individuo como centro y que no tienen por qué invadirse ni rozarse.
El verdadero patriotismo no empequeñece a nadie; no es dolor para nadie; es trabajo
y es amor; alegría en el corazón y paz en la conciencia.

CUARTA CARTA

El gobierno
Han ensayado los sistemas de gobierno más diversos en apariencia, y todavía no sabes
cual te conviene más.
Mientras en un pedazo de la tierra te declaras señor de tu destino, en otro te sometes
a la voluntad de un amo.
Un mismo país pasa de un régimen otro, convencido de que adopta en cada caso el
mejor.
Para tu gobierno, todos los sistemas continúan en uso, porque las diferencias son
aparentes y sólo cambian las denominaciones y las exterioridades.
Mientras la Ley no sea la autoridad suprema servirás a los ambiciosos del poder, serás
pasto de la simulación y del engaño y veras acrecentadas tus miserias.

71
QUINTA CARTA

El voto
Tus intereses son sacrificados en holocausto de ideales que íntimamente no llegan a
convencerte. Preferible sería que te atuvieras como ciudadano a las normas que sigues
en el trabajo y en el hogar, y que para interpretar el bien colectivo te guiaras por tu
propio bienestar y por lo que juzgues útil y beneficioso para los demás.
Repudia los programas ampulosos y las frases grandilocuentes. Prescinde de los
intérpretes que te adulan, te engañan y te traicionan sin piedad. El bien es cosa
sencilla y las palabras que lo expresan son pocas, simples y claras.
Evolución y progreso expresan algo real si se refieren al incremento de tu inteligencia
y tu cultura.
Nadie en la tierra te eximirá de recorrer por ti mismo, palmo a palmo, el camino de
tu dignificación, pues no existe conquista sin esfuerzo, ni felicidad sin merecerla.
Camina con tus piernas, piensa con tu cabeza, escucha a tu corazón. Si algunos se te
adelantan, salúdalos y diles: Os seguiré en mi hora. Y persevera en la lucha con el
hambre, la ignorancia y el dolor.

SEXTA CARTA

La tierra
Se habla hace siglos, hace millares de años, de vaguedades y ficciones, y continúan en
el olvido las tremendas realidades de tu existencia.
Entre los privilegios creados por las leyes y a cuya sombra vegetan tus ensueños, el
mas absurdo es el que permite acaparar la tierra.
Puede un hombre amontonar papeles representativos del ahorro, metales, piedras
preciosas, objetos artificiales de toda especie, sin que con ello te perjudique
mayormente. Pero quitarte la tierra es apoderarse de ti mismo y convertirte en un
intruso en el planeta; es quitarte el pan y la paz, la libertad y la alegría, el aire, el sol y
la lluvia.

72
SEPTIMA CARTA

La violencia
Nadie está menos capacitado para beneficiarte que quienes te impulsan a la
incomprensión del orden y a las violentas reivindicaciones.
Por un crimen es posible apoderarse de la riqueza ajena, o librarse de alguna tiranía;
pero queda el asesino más miserable y más esclavo que antes.
Aherrojar, herir, matar, fueron los medios usados desde remotas edades para mejorar
la vida, como si el bien pudiera venir del mal.
Con la fuerza buscóse abreviar camino, y se le ha hecho interminable.
Delante de una cabeza perturbada, delante de un corazón endurecido, la humanidad
ha dicho siempre lo mismo: Cortad, romped, destruid; poned eso bajo tierra, y
estaremos salvados.
La fuerza que mueve y cambia la materia nada puede con las almas. La mala cabeza
quedará bajo tierra; pero sus torpes ideas continuarán andando por el mundo.
Un hombre encarcelado no dañara con sus manos, pero no es esto lo que más
importa, sino que su corazón no odie, y, así, tampoco con sus sentimientos dañará.
Cuando la muchedumbre mata a los privilegiados, para suprimir los privilegios, y a
los que no piensan como ella, para asegurar la libertad, mata en sí misma las mejores
ideas y os más nobles sentimientos.
Cree avanzar, y retrocede a la barbarie; supone haber hallado su salvación, y se
envilece hasta sentir la náusea de si misma.

OCTAVA CARTA

La redención
Dales la espalda a quienes te halagan en tu vanidad, a quienes especulan en tu buena
fe, a quienes te condenan a ser siempre rebaño, para ser ellos pastores.
Te engañan cuando te ofrecen traerte el porvenir soñado como si fuera un dulce o un
juguete.
Elige el camino largo del trabajo y de la fe.
Dignifícate, y te salvarás de lo peor de tu martirio.
Mejora tus ideas y tus sentimientos, y mejorarás tu condición.

73
Cuando seas más inteligente, más ilustrado y más bueno, comprenderás que
civilización, educación, regeneración. Igualdad, democracia, equivalen a una sola
palabra: autonomía, tanto en el individuo como en la colectividad; educaras a la
mujer para madre de lo porvenir; redimirás a la humanidad en el niño; harás que sea
la tierra para quien la trabaja, y la mujer para quien la ama; sustituirás lo complicado
por lo simple, lo artificioso por lo natural; verás serenamente que cada hombre tenga
sus creencias; mostrarás en tus obras la generosidad; será para ti un crimen matar, un
delito robar, una perfidia la mentira, una iniquidad el privilegio, en todo tiempo y en
todas las circunstancias.
Entonces la cultura te permitirá discernir entre lo real y lo ficticio, el amor
ennoblecerá tus egoísmos y la alegría embellecerá tu esfuerzo.
Elévate con tus sentimientos, y gozaras e la calma luminosa de las cumbres.
Florezca la virtud en tu corazón, y su semilla caerá en la sangre de la especie.
Enciéndase tu espíritu, y su luz alumbrará a los que llegan a la vida.

74

LOS QUE VENDRÁN

Anoche las estrellas brillaban como nunca.
Hoy saludaron los pájaros al Sol mucho antes de la aurora.
Comprendo que están cerca.
En tanto que los aguardo, que mi corazón se dulcifique como la fruta madura.
Que mis ojos se aperciban para verlos aunque enceguezcan, y que mis manos se
tornen cada día más suaves, aunque se sequen y arruguen.
¿Alguien –decíame- comerá los frutos del árbol que yo planto?
¿Alguien comprenderá lo que yo digo?
¡Benditas aquellas horas, las mas puras de la vida, consagradas a los que llegarán,
acaso, cuando ya no estaremos en el mundo!
¡Benditas nuestras obras ennoblecidas por el supremo amor, el amor que alumbrará a
los que, acaso, no veremos nunca!
El río corre más ligero ¿Va a buscarlos?
Esos misteriosos pájaros que dibujan un sobre a gran altura ¿Les llevan algún
mensaje?
Los árboles erguidos en largas filas ¿Acaso los esperan?
Sin verlos, siento el influjo de su mirar sincero y penetrante.
Sin oírlos, mis más tiernas palabras son para ellos.
Envejezco con el encanto de esperarlos
Sus pies están teñidos con el color de la aurora, por que vienen por el camino por
donde viene el día.
Avanzan; pero aún son débiles sus piernas.
¡Y traen tan pesada carga!
Son mi fe que renace.
Son mis ensueños que vuelven.
¡Agranda, Señor sus pasos!
¡Prolonga, Señor mi vida hasta poder contemplarlos, como la oculta enredadera para que
alcance la luz!

75
A veces me despierto a media noche. ¿Llegan ya? A veces subo a una altura. ¿Se les ve?
¡Felices los que marcháis hacia el Oriente, por que los veréis mas pronto!
¿Cómo pensé que el Sol era una brasa que cae al mar y mi alma una sombra que se
perdía en lo infinito? ¿Cómo sentí que la noche se acercaba cubriendo todo con su
gran manto de escarcha, y también mi corazón?
Vienen por el sendero de mis meditaciones. Borran las huellas que dejó mi pena.
Todo en ellos lo hice. Todo en ellos lo dejo.
Mientras yo duerma, ellos edificarán el porvenir.
No traen espada ni pico. ¡Y matarán tantos odios! ¡Derribarán tantas murallas!
Escucharán de mi boca, cerrada para siempre, mis palabras de amor.
Recogerán de mi mano, abierta para siempre, mi enseña de justicia.
¿Qué importa que mis palabras y mis ilusiones vuelvan todas las tardes a mi alma,
como palomas sorprendidas por la tormenta?
Mujer que tejes: quizá eres tú el misterio y él es tan inocente como el movimiento de
tus manos. Quizá la eternidad eres tú ahora, y esta naciendo en tu espíritu el mañana
de amor y de justicia.
Permaneces inmóvil, ¡y viajas tanto! ¡Vas tantas veces al día donde ellos están!
¡Teje cuanto antes la vida que vendrá en ellos!
¡Diles con el lenguaje que ahora hablas en secreto, mientras piensas en tu hijo por
nacer, que hay mucha angustia en el mundo, y aguarda a sus salvadores!
¿Acaso llegaron ya?... ¡Son tan chiquitos aún! ¿Acaso llegaron ya, y no los veo?
Cual viejo árbol curvado sobre el arroyo, he de sentir su frescura. ¡Ha de llegar a mi
alma el olor a infinito de sus frentes!
¡Fíjate bien madrecita! Si tu niño es de aquellos que yo aguardo, descubrirás en sus
ojos una extraña claridad; sentirás en sus labios el estremecimiento de _YU_YU\YUFYU_YU_YU@_YUuz del nuevo día!
Si así fuere, Señor, pon en mi alma la miel de tus abejas.
Que sea mi pecho cántaro de tu agua para darle de beber.
Que tu bondad, Señor, exceda a mis culpas; que tu clemencia me redima de mis
imperfecciones.
¡Seame dado contemplarlos!

76
Brille la nueva estrella de la verdad, hínchese el río de justicia y cante el bosque entero
paz y amor.
¡Adelante! ¡Adelante!... ¡Hijitos míos!...
Aún después de mi muerte seguiré en vuestras legiones, ¡Y siempre oiréis redoblar mi
corazón al compás de vuestra marcha hacia el futuro!

77
MISERERE

Compadécete de tu madre.
Compadécete de tu padre
Compadécete de tus hermanos.
Compadécete de ti.
Cosa triste es el hombre. El pez tiene su elemento natural en el agua. El pájaro, en el
aire. El hombre en la compasión.
Ningún ser sabe que es feo; ninguno, que es ignorante; ninguno, que es desgraciado.
Ninguno, excepto el hombre.
¡Misericordia para él!
Compadécete de cuanto te rodea, pues todo esta impregnado de tu dolor.
El árbol a tu lado crece menos, crece torcido, y sus débiles ramas no pueden sostener
todos los frutos.
Por tí perdió el caballo la libertad y la hermosura.
¿No sentirás piedad por tu caballo, por tu árbol y por todos los seres que te sirven y
no pueden expresarte lo que sufren?
Ten compasión del soberbio, quizá lo que hincha su pecho no es soberbia, sino
angustia.
Ten compasión de tu enemigo. Quizá lo que juzgas odio, es miedo.
Ten compasión del ladrón. Quizá el bien que te quita sólo lo usa en su daño.
Aquel que menos compasión te inspira, ¿Piensas que tardará mucho en pasar acostado
y dormido hacia el camposanto?
Demasiado dolor hay en el mundo. ¡Compasión para todos! ¡Todos los seres
necesitan tu amor!
No te avergüences de sentir piedad.
Las plantas tienen, tras el bochorno de la tarde, el rocío de la noche.
Derrama tu misericordia sobre las multitudes.

78
Este era un Rey…Compadécelo. ¡Que pena la de ser rey en un mundo de ilusiones!
Compadece al hombre de superior inteligencia y a la mujer de singular belleza.
¡Cuánto duele el pensamiento si ahonda mucho, y cuánto la hermosura que provoca
la simulación del amor!
Falta hacen los sabios, los audaces, los rectos y los mansos; pero también son
necesarios quienes de ellos se compadezcan.
Si el poderoso señor sintió piedad por un prójimo, y le brindo su casa y sus favores, y
con esto se atrajo un enemigo. ¡Que alguien se compadezca del poderoso señor!
Hay sensatos, y fuertes y abnegados a millares.
Pero son pocos los que sienten piedad, cuando se entregan al sueño, por el infinito
numero de seres que pasan la misma noche sin paz, ni abrigo, ni techo.
Ten piedad del sacerdote, del abogado, del juez, del médico. Imagina sus ansiedades,
sus dudas y sus torturas.
Grande es el hombre que por su virtud gobierna; grande el que se adelanta para
allanar el camino por donde avanza su pueblo; el que redime a sus semejantes de
múltiples dolores, afrontando un dolor mayor que todos; pero son mas grandes aun
cuando se compadecen de alguien, así sea de un elefante, de un buey o de una paloma.
Cuando en la serena noche contemplas los diamantes que resplandecen en las
Invisibles Manos y ves correr de pronto una lágrima de los Invisibles Ojos,
compadece a quienes buscan la riqueza en las entrañas de la tierra.
Al que es más gordo de lo que conviene, más bajo de lo que desea, más torpe de lo
que su condición reclamaría, ¡Que tu compasión lo alivie!
Haz con ese malvado lo que consideres razonable; pero, al hacerlo, apiádate de él.
Reprime los abusos; pero que tu corazón se apiade de los abusadores.
Lucha, si eres soldado, contra el invasor; mas compadécete de su mujer y de su
huérfano.
Apártate de la mujer que se ha burlado de su fe; mas ten piedad de ella. La espina de
su burla queda clavada en su carne.

79
Compadece al que te debe y no puede pagarte, y sufre su impotencia.
No sabes cómo se llama, no conoces su patria, ni su oficio, ni sus merecimientos, ni
sus culpas. Acaso se ha escapado del presidio. Acaso habita en las cumbres de la
inmortalidad.
Compadécelo: es un hombre.
Cuando preguntes al Señor. ¿Qué hago con este enemigo?, tres veces, sin escuchar tus
quejas, te dirá: Compadécelo.
Y agregará el Señor: Yo me apiado de tí. Yo tiendo ante tus pies mi compasión cada
vez que caminas.
Agrada al manco que se compadezca a un sordo, y al sordo, que se pondere la
desgracia de un manco; pero los disgustará que se deplore ante cada cual la propia
falla.
Pero tú, que sabes esto, compadécelos a todos, en secreto; más, todavía, al que
repudia la compasión como una ofensa.
Ten piedad de los hombres que parecen duros y ásperos como una roca, y brota de
ellos la pura y amorosa palabra que consuela y alienta.
¡Cuántos siembran en el cambio de la vida, y con la misma intención! ¡Cuántos se
encorvan para llamar con su azada a la puerta de la próvida Naturaleza y depositan la
humildísima ofrenda de la simiente, con la esperanza de recoger ciento por uno, o mil
por uno, o millones por uno!
Y aguardan el milagro de la abundancia y la perenne alegría; y se encorvan de nuevo
para cosechar su parte.
A unos la espiga les resulta llena. A otros vacía.
Compadece a cuantos siembran. ¡Ninguno sabe lo que recogerá!
--¿Quién va?
--Uno que no sabe por donde camina, ni a donde se dirige: un hombre.
--¡Compasión para él!
--¿Qué es lo que gime entre Marte y el Sol?
--La Tierra.
--¡Compasión para sus moradores!

80
--¿Quiénes ríen sarcásticamente del infierno?
--Los que en el se debaten, quemándose en su fuego.
--¡Compasión para ellos!
Ten piedad cundo vaciles en el juicio sobre alguien. Ten piedad, y acertarás.
Ten piedad de los que llegan hasta tí, y adivinarás en ellos lo que más necesitan.
Ten piedad de los que pasan. Los ciegos llevan un cartel colgado al cuello, que dice:
“Soy ciego”.
Los demás también uno en la espalda, que dice: “¡Compadécete de mi!”
¡Compasión para tu hijo, cuya torpeza provoca tu furor!
¡Compasión para su alma, sus huesos y su carne!
¡Compasión para ti si malogras en tu hijo su destino y el porvenir de la especie!
El año tiene 365 angustias; el día, 24 desencantos; la hora, 60 inquietudes.
Cuatro son los caminos para llegar al Señor: la sabiduría, la justicia, la belleza y, el
más seguro de todos, la compasión.
Cada hombre reputa a su país el mejor del mundo, a su comarca, la más hermosa del
país; a su casa, la más digna de estima y alabanza, y a su persona, lo mejor de su casa.
Cada hombre ve morir al semejante, y lo vela, y lo lleva al cementerio, y sabe que
morir es natural y fatal, más cuando él llega a su término, se espanta y clama: ¿Qué es
esto?
Cada hombre es un río que corre en busca de agua.
¿Y no compadecerás a cada hombre?
Cuando mueras, el mundo quedará lleno de dolor.
Continuarán incomprendidos los niños, muchos ciegos sin quien los lleve de la mano,
mucho sedientos sin saciar su sed.
¡Compadécete de los que quedaran cuando tu mueras!
Compadécete de mí, que no supe dar al mundo siquiera el amor de un día de mi
madre.

81
PALABRAS PARA EL CAMINO

82
La voluntad es la piedra filosofal buscada por la alquimia. Todo lo convierte en oro.
Hay una especie de avaricia honrosa, y es la de las palabras.
Si queréis conocer la ingratitud del hombre, oídle hablar de la mujer.
El mejor corazón es el que late mas cerca de la tierra, por que está contagiado de su
serena y humilde fortaleza.
Con la gracia de Dios, logra el gusano apartarse del camino para no ser pisado.
Vivir ochenta años es hacer en la Tierra un viaje de ida y vuelta.
Devolver bien por mal es el mejor negocio.
Aun aquellos que niegan la inmortalidad, andan por caminos que van más allá de la
muerte.
Buenos son los viejos libros, pues solamente los buenos llegan a viejos.
El cerebro preside; pero todos los órganos deliberan y votan. La decisión depende del
estado de cada uno de ellos.
Quien anda demasiado de prisa hará lo mismo varias veces. Sólo es posible realizar
cierto número de cosas. En muchas existencias que parecen truncas, lo que se
suprimió fué la repetición.
Al aprender el nombre de cada cosa, algunos se consideran muy enterados de lo que
pasa en el cielo y en la tierra.
La única literatura honrada es la que puede mejorar al hombre.
Ser hoy mejor que ayer; mañana, mejor que hoy: éste es el gran objeto de la vida.

83
Quien considera compatriotas a todos los buenos extranjeros, engrandece su nación
hasta igualarla al mundo.
Si el pasado no muere, no nacerá el porvenir.
De la bondad de la especie depende la disminución de sus dolores.
Nada son las cosas en sí; pero ellas poseen una especie de alma. El dinero y los
honores nada son en sí; pero despiertan en el hombre la actividad, la previsión, la
puntualidad, la iniciativa la paciencia, la perseverancia y otras cualidades.
La gloria nada es en sí, pero obliga a la abnegación y al heroísmo.
El dolor y el placer material nada son en si, pero enseñan que conviene la templanza,
la sobriedad y otras virtudes.
Toda la vida actual nada es en sí; mas constituye una oportunidad para que el alma se
purifique y engrandezca.
En uno de sus juegos los niños hacen corro, y uno le pega a otro, y dice: “Que pase”;
el que recibe el golpe lo transmite a un tercero, y dice: “Que pase”; el tercero a un
cuarto, y así sucesivamente. Cada cual cree quitarse su dolor inflingiéndolo al vecino.
¡Cuantos, ya adultos, continúan el mismo juego!
La mitad de la vida consiste en dos que se buscan. Y los que se han encontrado se
buscan todavía, para identificarse más aún.
Dios no hizo nada “uno”.
Excepto Él, todo es dos. Hasta el sol marcha en busca de una estrella. ¿Se
encontrarán? ¡Desea en tu corazón que así suceda!
La simulación de sentimientos elevados no es del todo inútil. El esfuerzo del
simulador favorece al cabo determinadas actitudes espirituales, como ciertas posturas
concluyen por modificar el cuerpo. Los antiguos llorones asalariados adquirían y
suscitaban en los demás un piadoso concepto de la vida y de la muerte.
Sin trabajo no hay descanso. Aquellos que solo quieren descansar ¡Cuánto trabajan
para conseguirlo!
El exceso de palabras es síntoma que reclama tratamiento curativo.

84
Una recóndita angustia proviene de que, al nacer, hemos perdido los verdaderos
bienes, de los que conservamos un vago recuerdo. Si se comprende que pueden
recuperarse al morir, vuelve la paz a nuestra alma.
Los hijos sobrellevan las más dolorosas consecuencias de la general inclinación a
beneficiar al ser amado, sin averiguar qué es el amor y qué es el bien.
Quien con frecuencia dice que te quiere da a entender que no te quiere.
Es preferible bajar en la estación, y no arrojarse del tren en marcha por la ventanilla
del suicidio, sin saber dónde se cae.
Hay en el mundo, como en las tragedias del teatro, cándidos espectadores que creen
que la muerte del actor es real.
En esto es en lo que más se parece el teatro a la vida.
Se observa en muchos actos íntimos, y en la mayoría de los sociales, un cierto aire
macabro. Los esqueletos de la cordialidad, el afecto, la alegría, se inclinan, danzan,
acarician… El corazón no participa de ello; el alma está en otra parte.
Nuestro propio pensamiento tiene misterios para él.
Lo que pensamos en la vigilia influye silenciosamente en los demás.
Lo que pensamos dormidos influye en nuestras ideas y en nuestros actos futuros, por
lo cual es conveniente purificar las ideas al conciliar el sueño.
La vanidad tiene hijos que remedan muy bien serlo de la virtud, y a veces el engaño
no se descubre nunca.
Todo lo inútil es malo, y debe suprimirse.
La ignorancia completa y la sabiduría son extremos que con frecuencia se asemejan.
El estado intermedio, el saber a medias, es el común y el más peligroso. En él
prosperan con facilidad los errores, las engañosas presunciones y las esperanzas
ilusorias. Por ello, en la antigüedad, los conocimientos trascendentales eran secretos:
sólo se transmitían a quienes eran capaces de adquirirlos plenamente.
Los problemas humanos han de resolverse en el niño.
En el hombre, bien o mal, ya están resueltos.

85
La mejor moral es el placer. No existe guía mas seguro.
La realidad del placer esta en la razón directa de su duración
Hacer el bien es el placer más durable. Se sirve a Dios, que es eterno, y eterna es su
recompensa.
Las ideas nacen grandes. Se empequeñecen al conformarlas el hombre a su persona.
Preguntar a los sentidos si existe vida de ultratumba es como meter la mano en el
estanque para atrapar una estrella reflejada en sus aguas.
La mayor obra de beneficencia es respetar la beneficencia de Dios. Él dio a todos sus
hijos el mundo por asilo y el derecho a las dulzuras de la vida.
Desvarían los filántropos que pretenden superar la bondad de Dios y corregir sus
olvidos, errores o injusticias.
Ciertas actividades dejan la propensión hereditaria a ejercitarlas. Por ello, existen aún
verdugos y bufones que obran por cuenta propia y sin que nadie les pague.
Asombra un hombre bueno, y nadie se avergüenza de su asombro.
Vibración del alma es el amor, el odio, la esperanza, la fe: Vibración del átomo es el
calor, el color, el sonido, la electricidad, la luz.
Más no sabemos.
¡Y hay quienes niegan a Dios, por que no saben definirlo!
Amar es cambiar de casa el alma.
Sabrá ese hombre lo que busca; pero ello no es lo que él ansia.
Se le niega importancia a la mentira cuando se ignoran los desatinos que procrea en la
fecunda matriz de la ignorancia.
Mientras la mujer no los asimile y los infunda en la especie, los más bellos ensueños
peregrinaran en este mundo semejantes a espíritus sin cuerpo. Los corazones
hospitalarios los acogerán como a huéspedes gentiles, merecedores de deferente
cortesía; pero siempre y en todas partes serán huéspedes.
Así andan, de corazón en corazón, la fraternidad, la tolerancia, la justicia.

86
La sociedad aguarda, para respetar la vida, que tomen la iniciativa los asesinos.
Mientras ellos maten, ella se considera obligada a matar.
La verdad puede ser dulce o amarga; pero no mala. La mentira puede ser dulce o
amarga; pero no buena.
Una ley prohíbe el trabajo de los niños, por que los perjudica. Otras leyes los
condenan al hambre, que les perjudica mucho más.
Los soldados son hombres. En la paz, nadie lo duda; en la guerra, nadie lo recuerda.
Olvidados de las leyes divinas, los pueblos andan siglos como la ardilla en la jaula del
armero. Corre la ardilla, gira la jaula, unida a una correa sin fin, y la correa mueve la
piedra en que un hombre afila su espada.
Quien no ama la paz es extranjero en América.
Quien no sirve a la causa de la paz no sirve a Dios.
Como la hulla en diamante, así el dolor humano se convierte en inteligencia.
Hay quienes pretenden gobernar millones de almas, y son incapaces de gobernar su
estómago.
El dinero es la juventud de la vejez. Esto explica la avaricia de los viejos.
Patente prueba de la sabiduría divina es el dolor inicial de la maternidad, que advierte
claramente a la mujer de su destino. Ser madre es destruirse para erigir un porvenir
mejor. En este sacrificio reside la más alta sublimidad y la más pura belleza de lamujer.
¿Cómo convencer a Juan de que Pedro es grande y sabio –Aunque lo sea, en efecto,
--si nació en su mismo pueblo y en una casa próxima a la suya?
Las reli_YU_YU\YUFYU_YU_YU@_YU
Maravilla comprobar de cuán diversos modos se perpetúa la esclavitud.

87
Por ir en pos del placer, se aparta el hombre del bien. Cuando lo piensa mejor, vuelve
al bien, y se topa con el placer perseguido y no alcanzado.
El microscopio invita a observar los actos humanos aparentemente insignificantes.
Sea tu trabajo tu plegaria a Dios.
La vida es sed.
No lo que dices, sino como lo dices.
No lo que pintas, sino cómo lo pintas.
No lo que das, sino cómo lo das
No cuanto amas, sino cómo es tu amor.
No cuanto vivirás, sino cómo es tu vida.
La previsión es el alma de la filantropía, pero le hablas al Estado de la pobreza moral
y fisiológica de los padres y dice: Intervendré en ello.
Le muestras los futuros criminales, tuberculosos y holgazanes, y exclama: No lo
olvido.
Vuelves para decirle que ya avanza la muchedumbre de los desamparados y se
convierte en un peligro social, y te asegura que el problema le preocupa.
He aquí, ya llegó lo previsto; ¡Ved que hombres y que mujeres resultaron de aquella
infancia miserable y vil!
Entonces, grave y solemnemente, el Estado abre las puertas de los manicomios, de los
hospitales y las cárceles, y dice:
--Me costaréis un dineral; pero no importa. Entrad y acabad de morir. También me
encargaré del entierro.
Si oyes decir que alguien es bueno, piensa: Dios muestra su bondad en él.
Dios dice algo a los hombres valiéndose del sabio y del arista.
Solo de Dios se recibe la verdad.
Y cada vez que en tu soledad lo nombres, una nueva energía brotará en tu corazón.
Unas convicciones dependen de la edad; otras, de las peculiaridades físicas; la
mayoría, del grado de cultura que se ha alcanzado. Necedad es disgustarse con
alguien por sus convicciones.
Inclínate para escuchar y ver bien a ese niño: él no puede elevarse hacia tí.

88
Cédele al paso al hombre que lleva una carga mayor que tú.
Delante de una mujer, nunca olvides a tu madre.
En los surcos del arado sepulta el hombre sus vicios.
Frecuentemente se dice que es malo un hombre por que se conoce una mala acción de
él; que es torpe quien incurrió en un error; iluso, quien creyó en una quimera.
Y siendo así, ¿Qué se puede esperar de la justicia de los hombres?
Bastaría que aquel hombre se propusiera diferenciarse de las bestias para mejorar su
destino, pero contesta: “No quiero”. Y si no quiere, ¿Qué se puede hacer?
Pobreza es en el rico menospreciar al pobre; ignorancia en el sabio menospreciar al
ignorante.
El tiempo, como el viento, seca las lágrimas. Como el agua, disuelve. Como el Sol,
ilumina. Como el fuego, reduce las cosas a cenizas.
Aclara lo confuso, descubre lo más oculto, encuentra lo perdido, propicia la
tolerancia, reconcilia a los enemigos, pone a prueba el amor y la amistad, se lleva las
ilusiones y el orgullo.
Quien va contra él, fracasa. Quien lo aguarda, se torna poderoso. Quien lo tiene por
aliado, se arma de sabiduría.
La mayor alabanza que puede hacerse de un hombre es compararlo a un niño.
Los vicios corresponden a necesidades del espíritu o del cuerpo, interpretadas
equívocamente o que no pueden de ninguna manera ser satisfechas.
Habla hijo mío, con palabra simple y clara. Toma para ti la angustia que causaría a
los demás descifrar lo que piensas. Vierte lo que no sea amor en el arcano del
silencio.
Las flores son los pensamientos de las plantas.
Si la muerte es verdadera, la vida es falsa.
Si la vida es real, la muerte es una ficción.

89
La bóveda estrellada, ¡Cuán semejante al mundo de los espíritus!
Es vehemente y unánime el anhelo de estar lo más posible en este mundo. Aun los
que mucho padecen, y poquísimo disfrutan, aún los huérfanos de la ilusión y la
esperanza, quieren prolongar su vida.
La razón es impotente para descubrir el beneficio; pero la Vida sabe que eso le
conviene; la Vida busca y espera algo más allá de la muerte.
En un problema moral están todos los problemas de la vida.
Ignorancia: punto en que muchos “sabios” que regresan de dar la vuelta al mundo se
hallan con los que no han dado un paso.
Los hermanos se explican. En el hermano leeréis lo que de un hombre os parezca
incomprensible.
No está mal que dijera Carlos V: “En mis dominios nunca se pone el Sol”. La
cuestión es que todos los hombres puedan decir lo mismo.
La mejor cosa del mundo, mal colocada o en un sitio impropio, resultará perjudicial.
El que mata se mata; el que roba se roba; el que engaña se engaña... ¡Cuánto más
sabias que las leyes humanas son las divinas!
Hay quien ríe del peluquero, cuya cabeza es como bola de billar, que ofrece un
remedio para la calvicie; pero oye y reverencia a muchos calvos que brindaban la
salud, el bienestar y la felicidad.
No conoce este mundo quien ignora que más se goza al esperar un placer que
después de alcanzado.
Los hijos muestran como fueron sus padres; no como son actualmente.
Contemplas, a veces, la montaña, sin subir a la cumbre; ves el río, y continúas en la
ribera; miras al rey, y no ambicionas su trono. Deja a veces, pasar la multitud, y
envuélvete en tu soledad; deja pasar el torrente de palabras, y sigue tu plegaria.
Imagina que las estrellas son palabras y que para entender lo que significan es preciso
leerlas en un orden preestablecido: he aquí lo infinito respecto a la mente humana.

90
La tolerancia es prueba de convicción.
Egoísmo bien entendido es la filantropía bien practicada.
Ninguna puerta se abre a la palabra sin amor.
La pureza se perfecciona con la experiencia de los placeres terrenales. Ellos son
ilusorios y aleccionan para menospreciarlos.
Singular afán el de meterte con tus ideas y sentimientos en un saco con rótulo.
Si te preguntan “Qué eres”, di simplemente: “fulano”.
Hay personas que tienen la desgracia de algunos vasos: la mas pura de las aguas se ve
turbia en ellos.
A todo lo natural, inclusive a la muerte, hay cierta satisfacción de someterse.
El soplo de la vida verdadera viene de una sola parte; sólo un fuego calienta el
corazón; una sola agua llega a nuestra alma y puede calmar su sed.
Al necio, todas las cosas se le vuelven malas en sus manos; y él supone que ya eran
malas antes.
No separes a los hombres, para apreciar su virtud, por los vestidos, los oficios, la
fortuna, la desdicha o los honores que reciban. El porcentaje de buenos y de malos es
siempre el mismo.
Todas las alegrías son fugitivas; menos la de sentirse puro y bueno.
Imposible que el hombre luche por subsistir, sabiendo el fin que le espera, sin cierto
grado de imbecilidad, o cierta forma de divina ayuda.
Cualquier trabajo lícito puede ser meritorio para el Divino Juez. El merito depende
del trabajador.
Da el bueno su bondad en obra magna o humilde, realizada con amor, a lo que añade
lo que no se paga.
Y es asimismo indiferente el tema para que el sabio muestre su saber y diga su
enseñanza.

91
Un día del hombre, su sueño y su despertar, es la imagen de su vida, de la vida y de
cuanto existe.
Todo se halla regido por una misma Ley, por divina, perfecta; y por perfecta,
inmutable.
Entre el océano y una lagrima, entre la célula y el ser organizado, entre la molécula y
nuestro sistema planetario, la diferencia es de volumen.
Un insecto tiene mucho parecido con un hombre. Una colmena se asemeja a una
nación.
La tierra es un animal que anda en el espacio.
Don de la inteligencia poder achicar el mundo la medida del deseo, y así vivir más a
gusto.
Yo no puedo juzgarte por este acto tuyo. Tendría que conocer toda tu vida.
Es sabiduría de Dios dar los bienes poco a poco. Cuando se tienen unos, faltan otros.
Redimir a los hombres es difícil; pero necesario.
Míralos mientras viven y mientras mueren, y los conocerás mejor aún… ¡Qué
contraste terrible!
Si crees que hay algo fácil en la vida, prueba lo que mas puede parecértelo: prueba
hacer el bien.
He leído que un hombre, hallándose en extrema pobreza, declaró que consentía en
separarse de su esposa, y que dejaba a esta en libertad para buscar otro amor.
Buen hombre el que así procede.
Pero un ejemplo de honradez más grande sería que tal hombre no se hubiera casado.
Y mejor aún, que, unido a una mujer, luchara heroicamente para no abandonarla
como un despojo a las fieras.
La lira y el ser humano vibran según quien los pulsa.
La juventud es intransigente por que supone la perfección; pero los años embotan los
dientes de su sierra y el filo de su hacha. Ella piensa en rehacer la casa para acomodar
los muebles.
Se acaba por adaptar los muebles a la casa.
Comprenderás al fin que, entre tantos que lo disimulan, el soldado muestra la fuerza
sin hipocresía y el comerciante dice claramente lo que quiere.

92
Pequeñito o adulto, el hombre da los primeros pasos de la mano de una mujer.
¿Traes a la vida ayuda, consuelo, alivio?... ¿Qué esperas para dejarlo?
Como tarda la luz de las estrellas en llegar a la Tierra, tarda en llegar al vulgo la luz
de los espíritus superiores.
Los muertos son los que más realmente están a nuestro lado. Ellos nos entienden, nos
acompañan en nuestros anhelos y velan nuestro sueño cada noche.
El arte es maternidad en el hombre.
A nadie daña tanto la excesiva riqueza como a quien la posee.
Ama hasta que tu espíritu se convierta todo en luz como una estrella.
Aunque diga lo contrario, ¡Cuán poco es lo que comprende, desea y ama de verdad el
hombre!
Cuesta entenderse, por que cada palabra significa una cosa distinta para cada persona.
Ante la pura belleza de los astros ¿Depende de la distancia a la que los contemplamos?…
¿Y para hacer polvo y humo tanto afán? …
Unos mucho y otros poco, pero todos tienen lo mismo.
Morir es también vivir.
Me dices que tu hijo es una calamidad. Y yo pienso que lo es el padre.
Confórmate con el hoy y deja el mañana a Dios.
En el breve camino terrenal, de pronto nos sentimos en el cielo, de pronto en el
infierno. Y es por que uno y otro se hallan también aquí.

93
No se sorprende el niño cuando pone un diente debajo de su cama y los ratones le
traen una moneda.
No se sorprende el hombre si pone el la tierra un grano de maíz y después recoge mil.
El merito de las personas esta en razón inversa del que ellas se atribuyen.
Aún lo persigue, y aún lo crucifica diariamente, mientras exclama:
-- ¡Venga a nos tu Reino!¡Así es la humanidad!
Hay dos clases de tontos: los que lo disimulan y los que se empeñan en evidenciar su
tontería.
El tiempo destruye al hombre y vivifica su obra.
Lo más pequeño es lo que más se mueve.
Hombre inferior es el que todo lo busca fuera de si mismo.
Hombre superior es el que sabe y siente el Universo dentro de él.
¿Poderío? ¿Riqueza? ¿Fama? … ¿Para qué? … Nada revela mejor la poca inteligencia
de los hombres que esta afanada y obstinada búsqueda de la felicidad donde ella no
estuvo, no está, ni estará jamás.
¡Cuántas cosas de este mundo resultarán después como el espacio y el tiempo, que no
existen para el espíritu!
Es el más importante de los males el que se experimenta, y de las obras, la que se está
realizando, y del futuro, lo que se ambiciona, aquello que no se puede conquistar.
La Voluntad Divina es que se encuentre la propia felicidad al buscar la ajena.
Pero el hombre común cifra la dicha en servirse a sí mismo y a sus pasiones, por lo
cual sus triunfos, en vez de complacerlo, lo anonadan.
Camina humanamente quien dirige sus pasos y sus días para aproximarse a Dios.
Muchos caminos hace el hombre; pero muy pocos dentro de si mismo.
No te creas nunca a solas.

94
¡Si todos esos que pasan apresurados supieran al menos adónde van, qué buscan y qué
desean!
Odio, envidia, venganza, soberbia, guerra, son diferentes nombres de la ignorancia.
Confía el necio en que el Sol ha de buscarlo para brindarle sus dones.
Los peores enemigos del libro, son los malos libros.
Los peores enemigos del arte son los que se creen artistas y no lo son.
Y así en todo.
¿Es la culpa de aquellos que únicamente buscan el oro o de quienes menosprecian los
otros bienes?¡Cuán poco humana es la humanidad!
Todos montamos en caballito de palo, y es cuando creemos ir más lejos.
¡Pobrecita humanidad, que callas los merecimientos de los vivos y reservas tu elogio
para los muertos!
El hombre en toda mujer busca a su madre.
En la vejez, hasta los peces viven en aguas profundas y tranquilas.
A unos todo les sobra, y a otros todo les falta, y no depende de la naturaleza, ni del
acaso, ni de los otros hombres, ni de Dios, que nos dió el libre albedrío.
¡Como seria la humanidad de antes, si a cinco siglos de la invención de la imprenta
asombran su ignorancia, y su simpleza, y sus guerras!
Hay palabras que solo a Dios conciernen, y que equivocadamente se atribuyen los
humanos. Entre ellas: todo, eterno, nunca, siempre, único, perfecto.
El día y el verano están en algunas almas. En otras, reinan la noche y el invierno.
Unos por que están arriba, otros por que están abajo, lo cierto es que a los hombres
les gusta ser engañados.

95
Yo tengo patentes muchas pruebas de la existencia y presencia de Dios, de su poderío
omnímodo, de su amor incomparable, de su infinita sabiduría.
Y las tendrás tú también, si de veras las deseas.
El hombre es ni más ni menos el niño agrandado en todo.
La diferencia está en las dimensiones.
Giran en su órbita los espíritus alrededor de Dios, giran los planetas alrededor del
Sol, y los satélites alrededor de los planetas.
Y esto es el universo.
¡Abrid las alas que tenéis plegadas en el corazón y en el espíritu, y no os parecerán
quiméricos los ángeles!
Los partidos se forman principalmente con quienes fingen o creen entender lo que no
entienden.
Existen individuos, pueblos, razas enteras en estado de sonambulismo. Esto explica
muchos hechos del pasado y del presente, que, de otro modo, serian inexplicables.
A quien desea enorgullecerse de si mismo, cualquier pretexto le sirve. Inclusive la
bajeza y la ignorancia.
El odio pasa de un individuo a otro, de una generación a otra, hasta que el perdón lo
ataja y lo aniquila. Sublime obra del perdón que no comprenden los simples.
Aun lo bueno sólo es bueno en este mundo mientras no pase cierto límite. Así ocurre
con el amor y con la misma bondad.
Ningún viaje mas largo y trabajoso que el destinado a encontrarse a sí mismo.
Pena incurable el saber que hemos de morir dejando al mundo tan necesitado de
sentido común como lo hallamos.
Olvidar es enterrar.
En la soledad las almas se serenan y purifican.
Y el silencio es el puente por el cual ellas se unen.

96
Si tanto supiera el joven como el viejo, sabría más de lo que a la Vida le conviene.
Lo mejor de este mundo es lo del otro.
Ni aunque se lo suplicaran de rodillas, perdonarían algunos la excelencia en el
prójimo.
La superabundancia de palabras es la enfermedad mortal de casi todos los libros.
Descendieron las almas a este mundo para poseer un cuerpo, y ahora que lo poseen
esa misma avidez de bienes materiales las lleva más abajo todavía.
¡Cuántos suponen que viven y no hacen más que gemir bajo la pesada carga de lo
superfluo!
Una sola rosa es más que un ramo, y también, en vez de muchas, una amistad, una
esperanza, una conquista.
Se adelantan a la prueba quienes aseguran que el Cristianismo ha fracasado. Ningún
pueblo siguió las enseñanzas de Jesús.
¿Vivir? Eso quieren todos; pero la vida es para cada uno diferente.
¿La dicha? La buscan todos; pero no la buscan donde está.
¿Trabajas? Eso_YU_YU\YUFYU_YU_YU@_YU ¿A dónde pasa cada cual?
Pensaste que el caballo era la causa de que anduviera el carro con su carga. Mas sin las
ruedas el pesado carro no se movería. Y éstas, sin la lisura del pavimento, no podrían
girar. Pero ¿acaso sin el aire andaría el carro? ¿Daría el caballo un paso privado de la
sustancia que lo nutre? Esta, ¿Hubiera crecido sin el trabajo del Sol que levantó las
aguas del océano y las derramó en la tierra?... ¡Cuán difícil enumerar las causas de una
sola cosa que sucede!
¡Y algunos quieren saber cómo, por qué y para qué fue creado el Universo!
Quien mucho ama, muere y renace muchas veces en lo amado.
Primero enseñan los padres a los hijos; luego los hijos les enseñan a ellos.

97
El desorden engendra la fealdad. La belleza es hija de las virtudes. A veces nace una u
otra prontamente; a veces la gestación se opera en generaciones.
La sobriedad embellece el cuerpo; la paciencia, el alma; la caridad, el espíritu.
La bienaventuranza es un milagro de serenidad y pureza, y resplandece aquí abajo lo
mismo que una estrella.
Para todo es necesaria la paciencia. Para callar y escuchar, para el adecuado empleo de
las energías, para aprender, esperar, soportar a los demás y soportarse a si mismo,
para pedir y dar, para sembrar y cosechar, para subir y para descender por la montaña
de la vida.
Sin la paciencia se eclipsan o debilitan las demás virtudes; a nada bueno se llega, nada
se tiene; ninguna cosa que valga se consigue y ni siquiera el alma nos pertenece.
La caridad de Dios es aquella que en su arte o en su ciencia, en su misión, en su
profesión u oficio, entregan lo mejor que ellos poseen. Es la de aquellos que al
tiempo que dan algo, dan su corazón. Es también la de los pobres, que pueden hacer
y hacen tanta caridad como los ricos.
Dios tiene tantos ojos como todos los ojos que miran con amor; tantos oídos, como
todos los que escuchan con paciencia y con piedad; tantas bocas, como son las que
defienden la verdad y la justicia, y tantas manos, como todas las manos laboriosas y
buenas de este mundo.
Recuerda que las leyes divinas son inmutables y eternas, rigen ahora y después, aquí y
en todas partes. No digas: Me recompensará el Señor en la otra vida, pues soy bueno.
Dios no tiene por que esperar para que se cumpla su justicia. El más bueno,
dondequiera que esté, es el más feliz.
Pero no basta parecer bueno al mundo para serlo ante Dios.

98
HIJO MIO

La vida anda ligero. Los días pasan al galope a nuestro lado, como manada de
corceles desbocados.
Unos hombres no hacen más que apartarse y dejarlos pasar. Otros, son tumbados y
pisoteados como cosas. Los menos saltan sobre los corceles y asidos fuertemente de
sus crines llegan a la eternidad y vuelven a pasar a nuestro lado como centauros del
tiempo.
Pero el tiempo no es, en definitiva, sino fuego.
Todo lo trueca en cenizas.
Todo acaba como si el fuego lo abrazase.
Contempla el fuego, hijo mío.
Él realiza en unas horas, a veces en minutos, la obra que en lo material cumplen los
siglos.
Nos anticipa con maravillosa prontitud lo que será cada cosa.
Alarga nuestra visión sobre el futuro.
El futuro sale de lo pasado, como la ola sale del océano.
Y vuelve a él, después de encantar los ojos con brillantes encajes de blanda espuma
tornasolada por el sol.
El Sol, el fuego grande, es el pastor de las cosas.
Congrega y guía cuanto se halla bajo su mirada ardiente.
Regula la duración de cada forma.
No se detiene nunca.
En su avance triunfal lo sigue todo.
Todo existe y sucede para lo mismo.
Por una sola cosa, el Universo entero se mueve y se transforma sin cesar.
Con diferente paso y por diversos caminos, marchan hacia un mismo punto los astros
y los insectos.
Este punto está en lo más profundo de los cielos, en lo más remoto de los días.

99
Más ningún corazón, ni un solo átomo, pierden la esperanza de llegar.
Recibieron la consigna de ir hacia allá –quién sabe cuándo, quién sabe dónde, quién
sabe cómo,-- y hacia allá se dirigen, a través de la vida y de la muerte, a través de la
luz y de la sombra.
La sombra asusta a los niños, como la muerte a los hombres, son lo mismo.
La muerte sigue al ser desde que nace, y se alarga al final, como la sombra al declinar
la tarde.
Los misterios de la muerte son los de una habitación iluminada cuando se apaga la
luz. Lo invisible subsiste. Desaparecemos aparentemente.
La luz explica la sombra, y la vida, la muerte. Recuerda que te digo: A condición de
que no se la busque, la muerte es un gran bien.
El bien puede ser obra de la palabra, y también del silencio.
Muchos bellos valores de la vida, sólo se manifiestan en el silencio, el cual llega en
algunos casos a ser sublime.
No hay silencio más santo que el de los viejos cuando en sus reflexiones van muy
lejos y al regresar sonríen dulcemente y callan.

II

Vengo desde muy lejos.
Veía sin mirar. Andaba igual en la claridad que en las tinieblas.
Todos los caminos daban en uno, todas las verdades, en una sola verdad. Todas las
cosas eran una sola, como los ríos cuando se vuelven al mar, como las penas cuando
se refunden en la angustia.
Tenía en mi corazón la paz que ansías, y en mi espíritu la luz mucho más pura que la
de aquellos astros que hace tiempo murieron y aún alumbran.
Oh, sabio que no comprendes por qué cantan los gallos en la noche, y los perros
ladran a la luna.
Déjame hablar con mi hijo, que es todo hombre que me oye y me comprende.
Tiene sed y tus palabras lo resecan.
Está afligido, y lo llenas de perplejidades.
Verdad es, hijo mío, que quien sabe ver, ve tanto si se inclina sobre el brocal de su
pozo, como si escruta el Universo constelado; que el tiempo existe para quien lo
cuenta, y el espacio, si se mide.

100
Verdad es, también, que si con tu entera voluntad deseas descubrir una estrella, a tal
hora, en tal punto del cielo, estará allí para que lo descubras; que cuanto en plenitud
concibas, existirá; que cuanto realmente quieras, ocurrirá, porque así es el cielo; y el
cielo y el infierno están aquí, lo mismo que en todas partes, y tú eliges la morada de
tu espíritu con más certeza que la casa en que vives.
¿Quién sabe lo que puedes?
¿Quién juzga que eres malo, sin comparar tu maldad con su clemencia?
¿Quién penetró en la oscura caverna de tu ignorancia y no quiso alumbrarla?
¿Quién te encontró extraviado y no te trajo para el buen camino?
Te suponen sin fuerzas, ¿Y te dejan la más pesada carga? Mísero, ¿Y se te exige el
mayor óbolo? Amargado, ¿Y te reclaman la dulzura que falta en esta vida?
Ven y pon tu ignorancia con la mía, desahoga tu sollozo en mi aflicción. No temas,
que yo no temo. No te avergüences, que yo no me avergüenzo, y soy lo mismo que
tú.
Más conforme a esta vida es tu humildad y tu confianza que el necio orgullo con que
algunos pasean por la cubierta de esta redonda nave, que no tripulan ni saben adónde
va. Averiguan que avanza hacia Hércules; pero esta constelación también navega hacia
otro punto de inmensidad.
Doquiera echan el ancla, cae al abismo sin fin.
Tú y yo somos de aquellos que se limitan a viajar mirando el cielo con el mismo
candor con que él nos mira.

III

Baja un mensaje del cielo cada hora, ¡Y cuántos no lo recogen!
Para cada dolor existe alivio; para cada esperanza, una dulzura, ¡y el hombre vive y
muere en su congoja!
¿No es lo más admirable de los animales y de las plantas, que alguna vez no piden,
que alguna vez se muestran insatisfechos?
Pero el hombre es una súplica perenne.
Pide siempre, aun cuando da; pide más de lo que cabe en su cuerpo y en su alma.
Dar, pues, sería lo mas llano.
--Dadnos –dicen los simples—y tendremos. –Más no saben qué tendrán.

101
--Tomad –dicen los otros, y no saben que dan.
Por que ignoran que cada cosa es diferente en cada mano.
Por lo cual dice la vida: Tomad según podías.
Hay quienes poseen mucho; hay quienes poseen bien poco; pero la medida para la
dádiva y para el goce de lo que se tiene es lo que cuesta encontrar y lo que determina
su valor.
¡Cuán frecuente es perjudicar a quienes deseamos favorecer!
¡Cuántas veces gozamos al ayudar a alguien y luego reconocemos con arrepentimiento
que nuestro gozo era infundado!
¡En cuantas ocasiones el cerrado egoísta y el supremo amador dicen que “no” con
idéntico acierto!
¡Cuántos abandonaron su tarea para hacer bien y en ella, únicamente, podrían
realizarlo!
¡Cuántos dejan a sus hijos para ayudar al prójimo, y así no ayudan a nadie!
¿Ayudarás a este hombre a levantarse, con olvido de sus músculos?
¿A este otro, en una tarea para la cual carece de aptitudes?
¿A este otro para que gane más de lo que su inteligencia le permite gastar en su
provecho?
Tal hay que trabaja ahora con el torso desnudo bajo el ardiente sol y es mas feliz que
quien le compadece.
Pero éste tiene que compadecerle.
Y aquel, seguir encorvado bajo el sol.
Grandes males ocurren. Soporta el pueblo tantas tiranías como pasiones.
Es preciso que surja un libertador para salvarlo; que el libertador se sacrifique y que el
pueblo continúe padeciendo.
Clama el alma por consuelo, como el desierto por agua, mientras llueve a torrentes la
infinita bondad del Todopoderoso.

IV

Vamos recogiendo y dejando caer. Mas nada recogeríamos si no hubiéramos de llevar
algo a alguna parte.
Detrás de los que derriban vienen los que levantan. Mas nada levantaríamos si todo
fuere polvo.
El barro está al alcance de todas las manos, y cada cual lo modela a su albedrío; pero
una verdad existe en lo hondo del vaso de la vida.
Esta verdad es que somos inmortales.

102
El hombre es inmortal en la materia indestructible de su cuerpo; por la facultad de
prolongarse en lo pasado y en lo porvenir; en sus ideales; en su espíritu.
Para morir, solamente, nadie querría vivir; nadie daría un paso más. La vida entera se
dirige hacia la inmortalidad, por que ella existe.
Esta vida, hijo mío, no es el principio, ni es el fin; es una parte de la vida; un trecho,
único visible ahora, del camino.
Cuando lo alfombra, siquiera de penumbra, la verdad que resplandece detrás del
abanico de la muerte transfórmase en camino de sabiduría.
La sabiduría que más necesitas es la que ve sin los ojos; la que se atiene, no al vaso,
sino a su contenido.
Es la conciencia de la inmortalidad.
Ella coordina el día con la noche; la vida con la muerte; la jornada con el destino
total de cada ser.
Nos une como hermanos y nos inclina a compadecernos y ayudarnos.
Ella te hará comprender que la dicha es un estado del alma. Es la conformidad de la
conciencia con la propia vida. Se la llama también cielo.
Quien busca la felicidad fuera de sí, es como un caracol que caminara en busca de su
casa.
Cada objeto que alcanza la mano del aturdido es escudriñado para ver si allí dentro
está la dicha, y luego lo abandona con desilusión.
El que aguarda la dicha no sabe lo que aguarda. Es una mujer soltera que al caer las
tardes espera a su marido.
Feliz quien en su interior no distingue la noche del día y, en reposo, camina. El que
harto y sin penas sufre el hambre y el desconsuelo de la especie.
Feliz el que se siente un poco hijo de cada mujer; un poco padre de cada niño
desdichado.
Tal hombre vive inmenso numero de vidas; anda todos los caminos; en todas las
casas posee algo suyo; en todos los seres se siente vivir.
Su dicha no se distingue de la inmortalidad, ni su día de lo infinito.

103

V

A veces de habla al espíritu con prescindencia del cuerpo. A veces se habla del cuerpo
y se prescinde del espíritu.
En ambos casos se habla estérilmente.
Gira el molino y no muele.
Aquel que ayuda a otro a satisfacer su hambre, a enderezar sus vértebras, a normalizar
la digestión con sus mandíbulas, le acerca mas a Dios que quien le habla de Él todos
los días y lo deja torcido, enfermo, hambriento.
La verdadera filosofía no se aparta de la naturaleza.
La verdadera religión no se desentiende de esta vida, so pretexto de que no es toda la
vida.
Respetable es la pauta de nuestras sensaciones.
Insensato el que menosprecia aquellos bienes tras los cuales va el hombre desde que
alienta en el planeta.
Considera tus pies, y donde pisan; tus manos, y los brazos que las sostienen; tu
vientre, y las funciones que realiza, tu cuerpo entero, como la inseparable condición
de tu ser actual, tu medio de relación y comunicación con cuanto te rodea.
No evites demasiado el hambre, el frío, la fatiga, la maledicencia, la riqueza, la fama y
demás dolores; por que peor que ser hombre es convertirte en un hongo nacido de tu
propia fantasía.
Acepta esta existencia tal cual es, gózala, vence cuanto la estorbe en su designio y
acábala en la inocencia y la confianza con que la comenzaste
.Nada hay insignificante para ti.
Cumple, al vivir en el mundo, la voluntad de Dios que en él te puso.
Escucha al cuerpo entero; no al cerebro solamente.
Vive con plenitud cada minuto.
Concentra tu atención en cada acto que realices, cualquiera sea, por insignificante que
parezca,
No engañes tus necesidades, ni disfraces tus sentimientos.
No tengas pereza para nada. No te canses del miedo de cansarte.
Vigila tu imaginación. Su poderío es casi ilimitado sobre tí.
No discutas, ni hables sin propósito. Acepta apaciblemente la disparidad de
opiniones. Necesitas tus energías para otros fines.

104
No pretendas ser o hacer más que los otros. Ello puede resultar; pero “no era” lo que
tu te proponías.
No quieras ser siempre el primero en quejarte, en pasar, en exigir, en protestar.
Llénate los bolsillos de serenidad, de valor y de confianza, para usar de todo esto
cuantas veces te sea necesario.
Y vive con la cándida inocencia de todos los demás seres, que no esperan para
cumplir su destino, gozar sus dulzuras y resignarse en sus dolores, que se explique la
finalidad del Universo.

VI

Pobre cosa es el hombre –un dolor metido en el barro, una interrogación hecha de
barro;-- y pobre su inteligencia.
Pero la importancia de ésta suele ser enorme. Todos los afanes tienden a desarrollarla;
conquista muchos de los mejores premios de este mundo; señala las más ostensibles
diferencias entre los hombres.
¿Qué es una luz encendida para reemplazar al sol en la mitad de la noche? Y, sin
embargo, te salva de las asechanzas de la oscuridad; te guía hasta tu casa; luego en
ella, prolonga para tí el día, te conforta y regocija.
La inteligencia duele. Todo lo humano duele. Para ella, vivir es aprender. Aprender es
rectificarse, aleccionarse, arrepentirse, prepararse.
Nos dice que no somos ni ángeles ni bestias.
Nos obliga a medir nuestra ignorancia.
Nos persuade de que estamos aquí como en una cárcel, con muros de soledad; pero
nos deja en la misma incertidumbre que padece el prisionero respecto a lo que ocurre
fuera de su prisión.
Comprende que los sentidos la engañan y toma la realidad con la cautela de quien
coge un tizón en la hoguera.
Trasporta la muchedumbre a la ciudad, que es trasportar el bosque del aserradero.
Cada día te convencerá otro poco de que los animales son menos torpes de lo que te
dijeron. Y, al revés, de los hombres.
Comprobarás, asimismo, que el intelecto, con ser grande, es inferior al sentimiento.
Lo comprobarás, mejor que en nada, en las obras llamadas intelectuales, en las que el
sentimiento resplandece asentado en las ideas como diamante en el engarce.
Y oirás grave discusión sobre el principal objeto de la inteligencia. Unos afirman que
es la verdad; otros, que la belleza; otros, que el bien.

105
Por que el hombre, hijo mío, como un prisma cuyas caras son materia, mente y
espíritu, descompone en colores el blanco rayo de luz que llega de lo infinito.
¿Cómo sacaría el mármol de la cantera, sin dividirlo en mármoles de diversos tamaños
y matices?¿Cómo removería una colina sin transformarla en minúsculas colinas?
Él, en su pequeñez, determina lo múltiple, lo diverso, lo complejo, allí donde solo
existe la unidad, la simplicidad, la identidad.
Por esto hay religiones, dioses, patrias.
Pasa el hombre por las cosas como el barco por el mar y produce un oleaje
multiforme.
Detrás de él, la unidad del vasto océano se reconstituye. El misterio se cierra igual que
antes.
Pero si no es necesario que se diga algo nuevo, si el cielo lo dijo todo desde la
primera hora de ese cándido rayo de la luz que llega de lo infinito, hace falta, sin
duda, que la verdad penetre en el espíritu del hombre.
¡Bendito sea quienquiera que lo consiga, así se llame bienhechor, sabio o artista.

VII

Te he hablado por tu bien, y por esto mis palabras te seguirán, como los perros fieles
siguen a sus amos.
Te seguirán hasta que las recibas en tu casa y les confíes tu guarda
.Velarán por tu dicha;
Ahuyentaran a tus peores enemigos y se echarán dócilmente en el umbral de tu paz.
Como el agua en casi todos los terrenos, así encontraras la paz, a mayor o menor
profundidad, en casi todas las situaciones de la vida.
Ahonda tu pozo, hijo mío, con tus pensamientos y mas aún con tu amor, y brotará
por fin la pura y fresca agua que, saciando tu sed, serene tu alma.
Dale a tu alma su alimento; su oportunidad para crecer y fortalecerse; para estar al
diapasón de su destino; para manifestarse. ¡Dale su hora de soledad y de silencio cada
día!
En el silencio y en la soledad descubrirás el secreto para aumentar y consolidar tu
dicha.

106
Para tu dicha, hijo mío, levántate con el sol y traza el plan de tu día.
Ten una sonrisa a tiempo, una palabra bondadosa a tiempo.
No des a quien no merezca.
Condena el mal con la alabanza de lo opuesto.
Para corregir al malo, elogia ante él lo bueno.
Avanza en línea recta hacia tus fines.
Abrevia siempre el camino yendo derechamente a tu propósito. Si éste es perjudicial,
así lo será menos.
Prepárate, hijo mío, para vivir un día o diez mil días. Esta actitud, esta tranquila y
valerosa guardia ante lo impenetrable, es la suprema dignidad del hombre.
El hombre crea su mundo. Un día es el padre de los días que siguen. Vienes de tu
propio ayer.
No esperes al porvenir: avanza hacia él.
Te aseguro, hijo mío, que llegarás adonde quieras.
Te aseguro que puedes lanzar certeramente a tu ser como a la flecha, desde el tenso
arco de tu voluntad, y que irá adonde pongas la mirada.
Te aseguro que nada de la tierra ni del cielo se opone a tu destino.
Tu destino es andar, llenar, sembrar.
Los días de tu existencia están contados; no sabes cuantos son, mas sabes que están
vacíos, y has de llenarlos.
No puedes detenerte. De cada punto adonde llegas parten muchos caminos. Tú eliges
el tuyo en cada paso. Cada uno de ellos es una afirmación y una decisión: la causa
creadora de lo que has de ser.
Cada hombre nace delante de un erial. Cosechará lo que siembra.
El erial que encontré queda sembrado. Y ahora soy uno de los que en el crepúsculo
retornan a través del vasto campo adormecido.
Si con mi siembra no te sientes más feliz, ¿Para qué habré sembrado?
Si no arranqué siquiera una espina de tu carne, ¿Para qué habré vivido?
¡Recoge mis palabras!
Aunque yo calle, no dejes de escucharme.
Pronto seré una sombra que se mueve en la sombra; pero amándote, hijo mío.




Plazoleta Constancio Vigil