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ÍNDICE


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Parque San Benito

San Benito (480-547) autor de la Regla, cuya difusión le valió el título de patriarca del monaquismo occidental. Fundó numerosos monasterios, centros de formación y cultura capaces de propagar la fe en tiempos de crisis.
Poderoso exorcista, utilizaba la famosa Cruz de San Benito para someter a los espíritus malignos. Él y su hermana gemela alcanzaron la santidad.

El parque San Benito cuenta con máquinas de ejercicios al aire libre para realizar rutinas de entrenamiento totalmente gratuitas.
Dentro de este amplio espacio verde podemos encontrar un monumento a Martín Miguel de Guemes, esta obra es un obsequio realizado por el Gobierno de la Ciudad de Salta a la Municipalidad de Buenos Aires en 1981. Es una réplica del monumento a Güemes que se encuentra en la base del cerro San Bernardo, en la provincia de Salta. El original fue realizado en 1931 por el escultor argentino Víctor Gariño, mientras que la réplica que se encuentra en la ciudad de Buenos Aires fue obra del escultor Italo-Argentino Armando Bucci.
El monumento ecuestre representando al militar argentino, está hecho en bronce y ubicado sobre una elevada base piramidal de piedra.

Ubicado entre La Pampa, Av. Leopoldo Lugones, Av. Pres. Figueroa Alcorta y Círculo de suboficiales de las F.A
(Belgrano)
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Parque San Benito

Parque San Benito

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Referencias

La Regla de San Benito (Análisis)

De los 73 capítulos que componen la Regla, 9 tratan de los deberes del Abad, 13 regulan el culto a Dios, 29 se refieren a la disciplina y al código penal, 10 a la administración interna del monasterio, y los restantes 12 consisten en regulaciones de tema vario.

La regla comienza con un prólogo o prefacio exhortatorio en el que San Benito expone los principios fundamentales de la vida religiosa: la renuncia a la propia voluntad y el alistarse bajo el estandarte de Cristo. Propone establecer una "escuela" en la que se enseñe la ciencia de la salvación de tal forma que sus discípulos, perseverando en ella hasta la muerte, "merezcan llegar a ser partícipes del Reino de Cristo".

En el Capítulo 1 se definen las cuatro clases de monjes: (1) Cenobitas, que son los que viven en un monasterio bajo la autoridad de un abad; (2) Anacoretas, o ermitaños, que después de una larga prueba en el monasterio viven una vida solitaria; (3) Sarabaítas, que agrupados de dos en dos o de tres en tres, viven sin estar sometidos a ninguna Regla establecida o algún superior legítimo, (4) Giróvagos, una clase de monjes errantes cuya vida se la pasan viajando de un monasterio a otro, sin más beneficio que el descrédito de la profesión monástica. La Regla fue escrita para la clase de los cenobitas, el género más estable.

El Capítulo 2 describe las condiciones necesarias que debe tener el abad y le prohíbe hacer en el monasterio discriminación de personas con la excepción de los méritos de cada cual, advirtiéndole al mismo tiempo, que deberá responder de la salvación de las almas que ha tenido bajo su cuidado.

El Capítulo 3 establece la convocatoria de los hermanos a consejo para tratar todos los asuntos de importancia para la comunidad.

El Capítulo 4 resume las obligaciones de la vida cristiana en 72 preceptos a los que se denomina "instrumentos de las buenas obras", y que están basados principalmente en la Escritura, bien de forma espiritual o literal.

El Capítulo 5 prescribe la obediencia pronta, alegre, y absoluta al superior en todas las cosas legítimas, y la define como el primer grado de la humildad.

El Capítulo 6 trata del silencio, recomendando moderación en el uso de la palabra pero esto no significa que se prohíban las conversaciones saludables o necesarias.

El Capítulo 7 trata sobre la humildad, virtud que es dividida en doce grados o escalones en la escala que conduce hacia el cielo. Son los siguientes: (1) temor de Dios; (2) represión propia de la voluntad; (3) sometimiento de la voluntad al superior; (4) obediencia en las dificultades y en las mayores contrariedades; (5) la confesión de las faltas; (6) conocimiento de la propia indignidad; (7) preferir a los demás antes que a uno mismo; (8) evitar rarezas; (9) no hablar a destiempo, (10) evitar la risa indecorosa; (11) represión del orgullo; (12) humildad en el porte externo.

Los Capítulos 8-18 se ocupan de la regulación del Oficio Divino, el Opus Dei u Horas Canónicas, a lo que "nada debe anteponerse", siete diurnas y una nocturna. Un orden detallado referido al número de Salmos, etc., para recitar en invierno y en verano, los Domingos, los días laborables, los días festivos, y en otros tiempos.

El Capítulo 19 destaca la reverencia que hay que tener en presencia de Dios.

El Capítulo 20 señala que la oración comunitaria debe ser breve.

El Capítulo 21 estipula la elección de decanos por cada diez monjes, y prescribe la forma en que serán elegidos.

El Capítulo 22 regula todo lo relacionado con el dormitorio como, por ejemplo, que cada monje tiene que tener su propio lecho y que dormirá con hábito, con el fin de que estén dispuestos a levantarse sin dilación, y que una lámpara deberá arder continuamente en la estancia durante toda la noche.

Los Capítulos 23-30 se ocupan de las infracciones contra Regla y establecen un sistema graduado de faltas: en primer lugar, amonestación privada; luego, reprensión pública; después, exclusión de la comunidad durante la comida y en todas partes; después, azotes y finalmente, expulsión; sin embargo, a esta última no se debe recurrir hasta que hayan fallado todos los intentos de remisión del culpable. Incluso en este último caso, el proscrito debe ser admitido de nuevo si así lo desea, pero tras la tercera expulsión, al fin, se le denegará toda posibilidad de retorno al monasterio.

Los Capítulos 31 y 32 mandan el nombramiento del mayordomo del monasterio y otros cargos que se encargarán de los bienes del monasterio, que deben ser tratados con la misma consideración que los vasos sagrados del altar.

El Capítulo 33 prohíbe poseer nada en propiedad sin autorización del abad, quien, sin embargo, está obligado a proporcionar todo lo necesario.

El Capítulo 34 establece una justa distribución de lo anterior.

El Capítulo 35 ordena el servicio de las cocinas del que ningún monje queda dispensado.

Los Capítulos 36 y 37 decretan el cuidado de los enfermos, los viejos, y los niños. Se tendrá con ellos una cierta atenuación del rigor de la Regla, ante todo en materia de alimentación.

El Capítulo 38 prescribe la lectura en voz alta durante las comidas, obligación que será llevada a cabo por los hermanos cada semana, realizándose con edificación para el resto. Para cualquier cosa que se necesite durante las comidas se usarán signos, de tal manera que ninguna voz interrumpa la del lector. El lector comerá con los servidores después que la comunidad haya terminado pero le esta permitido tomar antes un refrigerio para disminuir el cansancio de la lectura.

Los Capítulos 39 y 40 regulan la cantidad y calidad de la comida. Se permiten dos comidas diarias, con dos platos de comida guisada, cada una. Cada monje recibe una libra de pan y una hemina (n. del t, medida que equivaldría aproximadamente a medio litro de vino) de vino por día. La carne queda prohibida excepto para los enfermos y los débiles, y el abad tiene potestad para incrementar la asignación diaria cuando lo considere conveniente.

El Capítulo 41 establece las horas de las comidas, que variaran según la época del año.

El Capítulo 42 manda la lectura de las "Conferencias" de Casiano o algún otro libro edificante al atardecer antes del oficio de completas y ordena que después de esta, se observe el más estricto silencio hasta la mañana siguiente.

Los Capítulos 43-46 cuentan las faltas menores como el llegar tarde a rezar o a las comidas y se establecen varias sanciones para estas infracciones.

El Capítulo 47 impone la obligación del abad de llamar a la comunidad a la "obra de Dios" en el coro, y la designación de los que van a cantar o leer.

El Capítulo 48 recalca la importancia del trabajo manual y ordena el tiempo que se le ha de dedicar a diario. Este varía con la estación pero claramente nunca debe ser inferior a 5 horas diarias. El horario en el que se debe rezar las menores de las "horas del día" (Prima, Tercia, Sexta y nona), rige en parte las horas de trabajo, y el abad está preparado no solamente para revisar todo el trabajo sino también para que los oficios se encuentren adaptados a la respectiva capacidad de cada uno.

El Capítulo 49 trata de la observancia de la Cuaresma, y recomienda algún tipo de renuncia personal voluntaria para este período, con la aprobación del abad.

Los Capítulos 50 y 51 contiene normas para los monjes que están trabajando en el campo o de viaje. Tratarán de unirse espiritualmente, lo mejor que puedan, con sus hermanos del monasterio en las horas prescritas de oración.

El Capítulo 52 ordena que el oratorio sea utilizado únicamente para fines devotos.

El Capítulo 53 se refiere al tratamiento de los huéspedes, a los que ha de acogérseles como "al propio Cristo". La hospitalidad benedictina es un rasgo que a lo largo de todas las épocas ha sido característica de la orden. Los huéspedes serán recibidos por el abad o su delegado, y durante su permanencia estarán bajo la protección especial de un monje designado para este fin, pero no se reunirán con el resto de la comunidad salvo con una autorización especial.

El Capítulo 54 prohíbe a los monjes recibir cartas o presentes sin autorización del abad.

El Capítulo 55 regula la vestimenta de los monjes. Será suficiente en cantidad y calidad y estará adaptada a las condiciones del clima del lugar, de acuerdo a la discreción del abad, pero al mismo tiempo debe ser tan sencilla y barata como conforme con la propia economía. Cada monje tendrá un vestido de recambio que le permita el lavado y cuando salgan de viaje recibirán ropas de mejor calidad. Las ropas viejas se destinarán para los pobres.

El Capítulo 56 señala que el abad comerá siempre con los huéspedes.

El Capítulo 57 prescribe la humildad de los artesanos del monasterio, y si sus productos son para vender será mejor un poco más barato que su precio normal de mercado.

El Capítulo 58 impone las normas para la admisión de nuevos miembros, que no deben ser demasiado fáciles. Esta materia había sido regulada por la Iglesia desde hacia tiempo, pero en lo principal el esbozo de San Benito se adhiere a ella. El postulante pasa primero un corto tiempo como huésped; después es admitido al noviciado, donde bajo el cuidado del maestro de novicios, su vocación será puesta a prueba; durante este tiempo será siempre libre de marcharse. Si pasados los doce meses de probación, aún persevera, podrá ser admitido a los votos de Perseverancia, Conversión de costumbres y Obediencia, mediante los cuales el mismo se vincula de por vida al monasterio en el que profesa.

El Capítulo 59 permite la admisión de niños en el monasterio bajo ciertas condiciones.

El Capítulo 60 regula el lugar de los sacerdotes que puedan desear incorporarse a la comunidad. Tienen mandado dar a todos un ejemplo de humildad, y únicamente pueden ejercer sus funciones sacerdotales con el permiso del abad.

El Capítulo 61 estipula la recepción de monjes forasteros como huéspedes, y su admisión si desean incorporarse a la comunidad.

El Capítulo 62 establece que la preeminencia en la comunidad estará determinada por la fecha de entrada, el mérito de vida o por nombramiento del abad.

El Capítulo 64 ordena que el abad sea elegido por los monjes y que lo sea por su caridad, celo y discreción.

El Capítulo 65 autoriza, si es necesario, el nombramiento de un prepósito o prior, pero advierte que este está totalmente subordinado al abad y podría ser amonestado, depuesto o incluso expulsado en caso de mala conducta.

El Capítulo 66 estipula la designación de un portero, y recomienda que cada monasterio sea, en la medida de lo posible, autosuficiente, para evitar la necesidad de intercambio con el mundo exterior.

El Capítulo 67 da las instrucciones sobre el comportamiento de los monjes que sean enviados de viaje.

El Capítulo 68 manda que todos procurarán cumplir alegremente todo lo que se les ordene por muy difícil que pueda parecer.

El Capítulo 69 prohíbe a los monjes defender uno a otro.

El Capítulo 70 les prohíbe pegar a otro.

El Capítulo 71 anima a la comunidad a ser obedientes no solo con el abad y sus prepósitos sino también unos con otros.

El Capítulo 72 es una breve exhortación al buen celo y a la caridad fraterna.

El Capítulo 73 es un epílogo en el que se declara que esta Regla no se ofrece como un ideal de perfección, sino como simplemente como un medio hacia la piedad y está dirigida principalmente a los que se inician en la vida espiritual.

 

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Fuentes consultadas: La Regla de San Benito

 

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